Versos al Siervo Sufriente

POR: Mario Evaristo González Méndez

 

No hay palabra que alivie tu agonía,

no hay abrazo que atine a dar consuelo.

No hay motivo que afine tu alegría

ni sueño que arrulle tu desvelo.

 

Creciste como planta débil,

sembraste tu raíz en el desierto,

a precio de tu sangre se hizo fértil,

oasis generoso del sediento.

 

Despreciado y rechazado por los hombres,

no miramos en ti belleza alguna,

mas en súbito gemido tus amores

entregas sin reproche de la culpa.

 

Varón de dolores y humillado,

herido por Dios y despreciado;

por crímenes ajenos triturado,

humilde cordero degollado.

 

Te arrancaron de la tierra de los vivos:

germinó de la tumba nuevo trigo,

fue lagar que produce suave vino.

Alimento que sostiene peregrinos.

 

Bajaste sin remedio a sepultura,

del cielo y del infierno coyuntura.

A fuerza del amor no hubo atadura,

volviste a lo Eterno a la criatura.

 

El Siervo del Señor ha prosperado,

ha sido engrandecido y exaltado.

Ante él, los reyes han callado,

otros miran lo que no se ha contado.

 

Que cada latido de tu pecho,

sea en mi pena dulce lecho.

Que al ritmo de tu paso mi silencio,

preste oído a tu nítido misterio.