Una obra inútil

POR: Héctor M. Magaña

Desde comienzos del siglo pasado la eduación, como tal, se ha convertido en un problema que debilita (o que parece debilitar) al mundo occidental. El título del libro La decadencia de Occidente de Spangler se ha convertido en el leimotiv de Occidente. ¿Nuestra generación repetirá nuevamente los ideales de la educación que, desde el positivismo, se han estado formando? ¿Repetiremos acaso lo que ya no creemos? ¿Cuántos de nosotros aún creen en el poder transformador de la eduación?

Lejos de revindicar el papel del docente, de la institución y de la eduación pública, debemos de mirar la formación humana lejos de la institución. La formación del ser humano como obra de arte fue la propuesta de Goethe para los siglos venideros. Autores como José Ortega y Gasset y Manuel García Morente recuperaron esta idea. Ahora, con los conflictos políticos y con la incertidumbre tecnológica, el ser humano debe educarse en lo lúdico. Formarse sin fin último o sin necesidad práctica. Perfeccionar todas nuestras capacidades intelectuales, físicas, morales y espirituales. Hoy en día, buscar la salvación en la estructura escolar-laboral no lleva a ninguna parte.

¿Qué exigimos del Secretario(a) de Eduación? En lugar de encargar a la burocracia gubernamental que el ser humano se forme, deberíamos de practicar el cultivo de uno mismo. El ser humano como proyecto en constante formación.

No cabe duda de que nuestra generación tendrá que enfrentarse con la dictadura del sistema tecnológico. No, no tecno-científico, ya que la misma producción tecnológica ha desplazado las advertencias y consejos de expertos. Ahora vemos como es imposible desprenderse de la calculadora paras operaciones de aritméticas elementales, la escritura corre el mismo riesgo. La memoria, esa capacidad del ser humano que tanto alabó Platón, se encuentra ahora en peligro de desaparecer. La máquina y el hombre, en lugar de fusionarse como preveían algunos entusiastas de la revolución tecnológica, causará la dependencia del hombre a la máquina. Las capacidades humanas habrán sido relegadas a la máquina, y el ser humano será un despojo de sí mismo.

Quizás, al final el ser humano solo encuentre salida en su formación como obra de arte. Una bella obra, que gracias al futuro del dictadura tecnológica, se revelará como totalmente inútil, pero totalmente plena como obra para el individuo. Y finalmente entenderemos lo que Immanuel Kant quiso decir cuando mencionó que el ser humano es un fin en sí mismo.