Temporada de chapulines

Por: Mario Evaristo González Méndez

En septiembre de 2020 dio inicio el periodo electoral en México para renovar la Cámara de Diputados y diversos cargos de gobierno en los 32 estados del país. La jornada electoral se realizará el 6 de junio de 2021.

Una vez abierta la convocatoria para el registro de aspirantes a un cargo de elección, se inicia la carrera por una mínima cuota de poder que satisface la avaricia y el egoísmo de quienes, después de haber corrompido las instituciones políticas del país y haber abusado del erario público, se lanzan de nuevo a la contienda como candidatos, bajo lemas que enarbolan la democracia y se proponen como garantes de aquél ideal que, en sí mismo, les resulta adverso a sus intereses personales.

El ideal democrático, si bien nunca ha sido consumado, en nuestro tiempo parece reservado a las páginas de teoría política y excluido de facto en el quehacer político. La democracia, como horizonte de la vida pública, parece condenada al asalto de intereses económicos que primero instalan necesidades, enseguida promueven derechos falaces e imponen obligaciones absurdas para abrir un mercado de oportunidades al imperialismo ideológico que siempre termina descartando aquello que no es funcional para la preservación del estado de privilegio y abuso. Así, lo que debiera ser cuidado y protegido termina siendo abandonado, explotado, descartado.

Y se suma a esa crisis democrática la falta de compromiso ético de los actores políticos. La prostitución de los partidos políticos sucede cuando se acepta la promoción de candidatos ajenos al ideario político del partido y, sin embargo, asumen una relación simbiótica cuya pretensión no es contribuir al desarrollo social sino garantizar su propia permanencia a expensas de la ciudadanía y el erario público.

Estos candidatos, militantes del color que les convenga, resultan poco idóneos para conducir una comunidad, pues el presuroso vaivén de sus convicciones evidencia debilidad para asumir una postura política responsable y, por ende, son sujetos de dudosa honestidad en sus actos.

Durante estos días, veremos cómo saltan los chapulines para comer del arbusto que les parezca más apetecible y en ningún caso perderán algo; en los próximos meses seremos testigos de cómo la generosidad, la honestidad y lo mejor de nuestros valores son personificados por los más rapaces actores.

Sin embargo, habrá honrosas excepciones, muy pocas, pero estarán en competencia desigual con la plaga de personajes de apellidos (y mañas) conocidos que han establecido la kakistocracia en las instituciones de gobierno desde hace muchísimo tiempo, no sólo en la reciente cuatroté que, a pesar del llamamiento presidencial, presenta síntomas del mismo mal que denuncia.

Querido lector o lectora, mientras sucede el espectáculo y nos in-formamos mejor, acompañe su estancia consumiendo chapulines y ahora sí me refiero a los insectos que son parte de la gastronomía mexicana desde tiempos prehispánicos y que aportan fibra para mejorar la salud intestinal.