Noroña, Trabajo duro… en primera clase
POR: Héctor Magaña
En el periódico de La Jornada se publicó el día de hoy (24 de marzo) un artículo sobre el caso de Noroña, y su “aparente vuelo en primera clase”. No es la primera vez que la prensa y los ciudadanos se horrorizan ante los excesos y lujos de ciertos políticos que pertenecen a un partido cuya principal directiva consiste en la austeridad. “El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, dijo que viajo en Business Clase a París, pero aseguró que recibió de la Cámara el equivalente al costo en clase turista y la diferencia la pagó de su bolsillo que para ello resaltó, trabajar duro”, dice La Jornada.
Ante estas esceutas palabras palabras, como lector, no puedo evitar que surgan dentro de mi dos preguntas importantes. La primera, la más inmediata, gira en torno a la confianza en los políticos (sospecha antigua). ¿Realmente podemos confiar en lo que dice el presidente del del Senado?. La segunda, más inquietante, tiene que ver con la visión “pobrista” del gobierno. ¿Es realmente importante saber si el presidente del Senado viajó o no en primera clase? La pregunta remite a otra cuestión simple pero insistente: ¿Por qué todo lo que hace un político huele a corrupción? Temo que esta obsesión por la corrupción nos desvíe, nos distraiga de lo más importante. La pregunta que siempre se debe hacer: ¿Realmente están haciendo su trabajo?
Las últimas palabras que se citaron de La Jornada son las que me interesan: “(…) la diferencia la pagó de su bolsillo que para ello resaltó, trabajar duro”. Más que interesarnos (e incluso obsesionarnos) con tener un gobierno “pobrista”, que raya casi en la austeridad franciscana, ¿no deberíamos más bien interesarnos en ese trabajo que realiza?, ¿en ese “trabajo duro”?
La distracción por el despilfarro y por la sospecha de corrupción puede hacernos perder el enfoque. No hay que olvidar que la Orden religiosa de los Francsicanos, obsesionada con la austeridad, dio como fruto el Movimiento de los Francsicanos Espirituales, a los cuales solo les interesaba la austeridad, rechazando el estudio e incluso la autoridad (fueron incluso condenado por el Papa Juan XXII). Eso no quiere decir que cerremos los ojos ante un acto de corrupción, sino que solo nos interesemos por aquellos que sean realmente corruptos, y dejar un poco de lado aquellos que solo huelan a pecado.