La batalla final del Capitán Hawkins en San Juan de Ulúa
www.revistasinrecreo.com y radiomaximadigital.com
Por: Armando H. Noriega
Este cuento está dedicado a todos los héroes caídos en el heroico puerto de Veracruz en defensa de invasores enemigos que han intentado profanar nuestro gran país.
Se escuchó el grito desde el mástil vigía de ¡Tierra a la vista!, en aquella embarcación del galeón pirata, en estribor se escuchaban los pasos firmes del Capitán Hawkins, temido pirata por sanguinario, siempre viajaba en su galeón inglés “Minion”, en aquel viaje, que por cierto era el tercero que hacían a los mares del Atlántico y que eran dominados por los españoles en la época del Rey Felipe II, el capitán había dado la orden de preparar los cañones y embarcaciones para la invasión a aquel fuerte impenetrable en San Juan de Ulúa, la construcción de la fortaleza fue planeada por los españoles al mando de Hernán Cortés en el año de 1519 en el contexto del descubrimiento de América y de los ataques piratas y corsarios de la época contra la Nueva España, el complejo e isla se hallan frente a las costas del Golfo de México en la ciudad y puerto de Veracruz.
El capitán Hawkins sabía que en esas tierras abundaba el oro, motivo por el cual era su necedad de invadir estas tierras, incluso sabía que el oro era un negocio más redituable que el tráfico de esclavos, el capitán tenía el ataque invasivo bien planeado, era una noche con tormenta, apenas se podía ver y las aguas del Golfo de México estaban más agitadas de lo normal, era como si el Golfo supiera lo que se avecinaba, era como si supiera que llegaban otros invasores a teñir de rojo esas aguas cristalinas, primero los españoles y ahora los ingleses, había una tempestad en las aguas que rodeaban aquel fuerte de San Juan de Ulúa.
El capitán distribuía a sus hombres rodeando el puerto, y el resto de su tripulación los tenía atrincherados en su galeón a la espera de la señal para abrir fuego contra la fortaleza en el puerto, los soldados bajo el mando del alcalde Luis Zegri ya estaban en sus puestos de combate, en distintas embarcaciones listos para rodear aquella embarcación invasora, tenían los españoles como aliado los arrecifes de coral que ya había afectado a varias embarcaciones propias y extrañas, cosa que el capitán Hawkins ignoraba.
Los españoles estaban a la espera de las órdenes del alcalde Zegri, era evidente que la fortaleza de San Juan de Ulúa estaba bien posicionada tomando ventaja de cualquier ataque, a lo que el general al mando dio la orden de fuego y segundos más tarde se escucharon los cañones que sonaban al unísono para abatir aquella embarcación enemiga, el “Minion” no tardó en responder aquel ataque con cañones de la misma potencia pero aquella tormenta no permitía tener estable la embarcación, los piratas ya muy cerca de tierra firme empezaron a desembarcar con sus mosquetes cargados, dispuestos a atacar por todos los flancos del fuerte, el general tenía atrincherados a los hombres a la espera de la señal para atacar a los piratas invasores, mientras tanto por estribor y por popa del “Minion” se acercaban los galeones españoles con ataques de cañones a los cascos del galeón invasor y ya preparados para el abordaje para comenzar la carnicería pirata, la tormenta empeoraba cada vez más favoreciendo a los lugareños de las costas de Veracruz.
En el abordaje al “Minion” toda la cubierta empezó a teñirse de rojo, al terminarse los tiros de los mosquetes y de las armas de fuego siguió la lucha cuerpo a cuerpo con espadas y puñales de distintas formas, eran armas diseñadas para poder causar el mayor daño posible en los enemigos, normalmente eran heridas mortales, el número de bajas piratas empezó a aumentar ya que los españoles los superaba en número, algunos piratas decidieron arrojarse al mar por la proa, preferían morir en el mar que morir siendo prisioneros o esclavos ya que las prisiones del fuerte de San Juan de Ulúa tenían fama de ser de lo más inhumanas, aquellos que caían presos tendrían la peor de las muertes, lentas y dolorosas, durante su época como prisión, San Juan de Ulúa se convirtió en uno de los lugares más temidos de su época en el país, si bien ya se utilizaban algunas de sus instalaciones como penitenciaría en la época colonial, no fue sino hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se destinó el inmueble a este uso.
Ambos ejércitos eran de lo más sanguinarios, la tormenta arreciaba cada vez más, la visibilidad en momentos se tornaba nula, la lucha entre piratas y españoles se empezó a mermar ante la baja inevitable de los invasores, aquél galeón inglés no paraba de moverse de un lado a otro por aquella tormenta, hasta que un cañonazo certero en el casco de la embarcación comenzó a hundirlo, los españoles habían atado a los piratas sobrevivientes a los mástiles del navío, empezaron a desembarcar el “Minion” regresando a los navíos españoles, lentamente fue hundiéndose aquél barco, la cubierta y bodegas del galeón comenzaba a incendiarse producto de los cañonazos españoles que habían hecho explotar los barriles de pólvora que llevaba el galeón, los gritos de los piratas se podían escuchar hasta el fuerte de San Juan de Ulúa, la ira del capitán crecía cada vez más al ver su galeón hundirse en aquellas aguas, mientras que la lucha en tierra no paraba, el capitán que era un experto en el manejo de espadas mataba a un español con cada movimiento, no por nada era de los piratas más temidos, tenía el respeto y lealtad de toda su tripulación, y todos luchaban a la par de su capitán, estaban dispuestos a morir por él, independientemente de la repartición del botín que llegaban a juntar de sus atracos, por el flanco norte del fuerte estaban los piratas prácticamente abatidos, varios piratas decidieron emprender la huida, otros seguían luchando pero al momento de verse sin oportunidad alguna empezaron a rendirse y entregarse como prisioneros cosa que a los españoles que también tenían fama de sanguinarios no les interesaba y continuaban asesinándolos de la manera más cruel para demostrarles a los pocos sobrevivientes que estaban dispuestos a causar el dolor más infame que un humano pueda soportar.
Mientras tanto en el lado sur el capitán no paraba aquella lucha ensangrentada, se escuchaba el choque de espadas inglesas con españolas, el líder de los piratas se dedicaba a hundir su espada en cada español que se le paraba enfrente, fueron horas de batalla, los piratas empezaban a caer uno a uno, mientras que los españoles empezaban a salir cada vez más de aquella fortaleza, hasta que sucedió lo inevitable, la rendición de los piratas.
A la mañana siguiente el capitán en su calidad de prisionero junto con los sobrevivientes de su tripulación vio abrirse las grandes puertas de hierro del área de las celdas. Para los piratas fue como si de repente un agujero se hubiera abierto hacia el Infierno de Dante. Varios cientos de hombres prisioneros, piratas de otras embarcaciones y nacionalidades, esclavos revoltosos estaban acurrucados juntos, en una serie de celdas cavernosas, cada una de unos 12 m de largo y 4.5 m de ancho, los piratas casi cayeron vencidos por el hedor y por los clamores maniáticos de aquellos prisioneros, los convictos estaban sucios, en harapos y algunos hasta desnudos, pues cada hombre llevaba puesta la misma ropa que había traído con él o al menos lo que quedaba de su ropa, muchos tenían malaria y tuberculosis crónicas; casi todos tenían diarrea crónica u otras enfermedades gastrointestinales.
La condición de los presos, los hombres que habían tratado de invadir, robar, traicionar incluso escapar del servicio de la corona, era bastante mala, pero en otro agujero, en donde estaban encarcelados los presos peligrosos y los considerados herejes era aún más grave, los hombres en su interior estaban como animales, no había baños en ninguna de las celdas, o en el área de celdas, y toda la prisión estaba infestada por ratas, cucarachas, arañas, y pulgas.
Después de varios días empezaron a enfermar los piratas que acababan de quedar prisioneros, pasaron algunos meses para que empezaran a confundirse con los muertos que permanecían en el mismo lugar, el capitán empezó a enloquecer ante aquellas imágenes que ni en sus peores batallas él había visto, el simplemente mataba a sus prisioneros y los arrojaba al mar, no los conservaba en esas condiciones, había un código de honor entre los piratas, así fueran los más temidos y más sanguinarios.
Meses más tarde la salud del capitán empezó a verse afectada, empezó a debilitarse, él no lo sabía pero ya se había contagiado de peste, al poco tiempo capitán y tripulación habían caído muertos, fue así la última y trágica batalla del capitán Hawkins junto con su tripulación a bordo del “Minion” llegó a su fin.
Hay muchos escritos, mitos y leyendas de varios invasores al fuerte de San Juan de Ulúa, pero en todas, absolutamente todas, el fuerte resistió muchas batallas y embates de intrusos a uno de los puertos más hermosos que pueden existir, lo que sí es real es toda la historia que alberga aquél monumental construcción.
FIN