Ebrard siempre fue Ávila Camacho Wenceslao Vargas Márquez
En muchas ocasiones el presidente de la República dijo muy claramente cuál sería el perfil deseable de la corcholata que lo relevaría. Fue siempre consistente en esa definición. No modificó en ningún momento su retrato hablado. Nadie puede declararse sorprendido con el resultado en favor de Claudia Sheinbaum. Bueno, sólo Marcelo.
En la más reciente exposición pública el respecto, el presidente dijo el 18 de marzo en el Zócalo que él nunca estaría para cometer el error de Lázaro Cárdenas de que designó en 1940 a Manuel Ávila Camacho como su sucesor, siendo Ávila Camacho un hombre de centro, en teoría tibio, aspiracionista, de clase muy acomodada, moderado, etc., en vez de un radical como Francisco J. Mújica.
Lo que dijo el presidente en el Zócalo, frente a Marcelo, quien estaba presente, es que Amlo no escogería a un Ávila Camacho, es decir, a un centrista como Marcelo, sino a un radical ideológicamente cercano al presidente Cárdenas como lo fue hace más de ochenta años, el general Francisco J. Mújica, y cuyo equivalente motherno es Sheinbaum. Nunca quiso Ebrard darse por enterado (ni cuando el presidente se lo dijo presencialmente) que él, Ebrard, era el Ávila Camacho de este proceso y que bajo ninguna circunstancia podría ser sucesor de una 4T que debe profundizarse, no suavizarse. López Obrador lo dijo así, rememorando la sucesión de 1940:
“Era tal la oposición de derecha, que el general Cárdenas tuvo que actuar con cautela y posiblemente eso influyó para que apoyara la candidatura de Manuel Ávila Camacho y no la del general Francisco J. Múgica, con quien tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad y profundizar la política social y nacionalista (…) Desde mi punto de vista, lo que más influyó a la hora de la decisión fue la circunstancia política interna; es decir, la beligerancia de los grupos de derecha … Por eso, hoy de nuevo manifestamos, exclamamos a los cuatro vientos: nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el gobierno. No a las medias tintas. No aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías.”
Toda esta zona del largo mensaje de marzo estaba dedicada a Ebrard, quien no quiso darse por enterado de que él representaba a un Ávila Camacho a quien el presidente no quiere en 2023-24 y que Claudia era el Francisco J. Mújica a quien el presidente admira como el presidente que no tuvimos. ‘El presidente que no tuvimos’ es el título de un libro de la autora Anna Ribera Carbó, FCE, que trata precisamente del análisis de un Mújica (mutatis mutandis una Claudia) que hace más de ochenta años no fue candidato habiendo sido, como lo fue, más afín ideológicamente al saliente Cárdenas que el Ávila Camacho que se quedó con la candidatura y la presidencia. Dijo López Obrador: ese error no se repetirá. Y cumplió.
Y es que desde la perspectiva presidencial esa designación de Ávila Camacho en 1940 puso un freno derechizante a la Revolución mexicana que propició al sexenio siguiente la aparición presidencial de Miguel Alemán Valdés y el capitalismo salvaje con el mercado como director de escena y que frenó el empuje transformador inicial. El presidente lo dijo así:
“A partir de entonces se empezó a abandonarse el auténtico ideal revolucionario y las acciones en beneficio del pueblo, aunque debe admitirse que esa alianza entre el poder político y el poder económico tal vez evitó la guerra civil y mantuvo la paz social. Si con Porfirio Díaz imperaba la paz de los sepulcros; luego del gobierno del presidente Cárdenas se instauró la paz de las componendas y de la corrupción”.
¿La descripción hecha por el presidente en marzo fue el dedazo que se ha dicho que no existió? ¿Fue el dedazo que no se vio por estar a la vista de todos? ¿Ese 18 de marzo en el Zócalo no traía Marcelo un lápiz para anotar todo en un papelito y ya no seguir tras una quimera inalcanzable? ¿Su teléfono celular no tiene lapicito electrónico para tomar notas rápidas? ¿Por qué se inscribió a la competencia interna? Porque quiso. Siempre fue un Ávila Camacho y no se percató. No valen sus quejas.
Borges y Bioy tienen una narración absolutamente espléndida, sobre un mitin y un discurso político peronista que se titula La fiesta del monstruo. Viene al caso para cerrar esta nota. ¿Quiénes escucharon la definición presidencial del 18 de marzo acerca del perfil del sucesor que nuestro presidente prefería? La escuchamos todos. La escuchó Ebrard quien no quiso entender. También yo la escuché. “Estas orejas la escucharon, gordeta, mismo como todo el país, porque el discurso se transmite en cadena”.
X: @WenceslaoXalapa