Donald Trump y el fin de la democracia
Héctor M. Magaña
Donald Trump ha escalado en peligrosidad. Nunca en la historia de la nación estadounidense un político se ha atrevido a romper cada una de las barreras legales y democráticas del país. El estilo trumpiano, de completa ruptura, ha dejado una huella en lo que va desde el 2017 hasta ahora. Su popularidad no ha disminuido. El favorito de los republicanos sigue creando nuevas polémicas.
¿Por qué sigue creando controversias el expresidente y actual candidato a la presidencia de los Estados Unidos? Más que nada todo proviene de un deseo que Trump ha sembrado en todos los votantes del país. El libertinaje total que genera el poder resulta, a todas luces, un atractivo para gran parte de los estadounidenses. ¿No es posible suponer que el control político es ha convertido, actualmente, solo en una herramienta donde diversos ciudadanos frustrados dan rienda suelta a todo el desenfreno de prohibiciones y arbitrariedades?
No es inconcebible que el atractivo de Donald Trump por parte de diversos grupos conservadores esté relacionado con una frustración latente en el pueblo estadounidense. Las semejanzas con diversos actores políticos de la ultraderecha americana son sorprendentes.
La votación racional, la democracia como acto político, está desapareciendo. Hoy en día podemos decir que estamos asistiendo al fin de la democracia de Estados Unidos tal y como la conocemos.
Estados Unidos ya no quiere ver políticos “aburridos” como Joe Biden, lo que quieren son los ruidos de furia y rabia trumpianos. No quieren resoluciones a largo plazo, quieren destrucción inmediata.