Buenas leyes, pero no funcionan…
POR: Héctor M. Magaña
Se escucha en las calles: nadie respeta las leyes, la Constitución, las normas (incluyendo el Código de Circulación). No es novedad escuchar la expresión “las leyes están de adorno”. Por eso mismo, abundan tanto el cinismo como el nihilismo. Es triste ver la importancia de la legalidad. Todo ello se debe, a mi parecer, a una ignorancia capital en temas de orden jurídico y legal. En última instancia, a un descuido de lo que el derecho es.
Tal como nos recuerda Hans Kelsen en su libro Teoría general del derecho y del Estado: “Una norma no es válida porque es eficaz; es válida si el orden al cual pertenece tiene en general eficacia.” Con esta cita, queda claro que las normas necesitan el soporte necesario del orden. Nuestro orden, el orden de nuestro país, es claramente ineficaz para solventar la aplicación de leyes (por muy progresistas que sean). Eso nos deja ha todos con una seria duda y un serio planteamiento: ¿Qué hacemos nosotros como sociedad para dar solvencia a nuestro deber como ciudadanos y ejecutar las leyes debidamente?
Creo que se nota claramente la influencia kantiana en la cita de Kelsen. Tenemos un imperativo categórico en el estado de Derecho que no estamos cumpliendo. Hay un nihilismo (y también un cinismo) acerca de las funciones del orden jurídico. ¿Cuáles son las razones por las que hay una falta de interés en el acatamiento de las normas por parte de civiles y de personas ejerciendo el deber jurídico? No podemos negar que hay un atomismo social cada vez más fuerte que influye en la sociedad contemporánea. En su Filosofía del Derecho, Virgilio Ruíz Rodríguez nos dice: “(…) la validez de una norma depende de su pertenencia al orden jurídico, de tal manera que una norma especial pierde su validez cuando el orden jurídico al que pertenece, considerado como un todo, deja de ser válido.”
Lo que estamos presenciando es claramente dos cosas. 1) el orden jurídico está dejando de ser considerado como un todo y 2) la validez de dicho orden se está perdiendo. Ello, producto de la posmodernidad y de atomismo antes mencionado, ha minado el sentimiento de unidad jurídico y nacional. Eso nos conduce a una conclusión preocupante: no hay nación, país; tenemos solo la administración de un grupo heterogéneo de individuos. El propio individualismo mina la efectividad de las normas, mina la validez del orden jurídico, y finalmente, mina la unidad política nacional.
Es urgente, por tanto, el rescate de la unidad homogénea de nuestro país a nivel jurídico y ético. El individuo, es ahora un ser que se afrenta a la norma al orden. Su propósito es la disolución de la unidad, el nihilismo. Destrucción del orden establecido.