Borges, teórico electoral mexicano

Wenceslao Vargas Márquez

Los extremos se tocan. En más de una ocasión el escritor argentino Jorge Luis Borges escribió que “la democracia es un abuso de la estadística”. En diversas circunstancias apuntó este (provisional) apotegma. Provisional, porque a veces matizó y alguna que otra vez se desdijo. Borges seguía también a Carlyle quien escribió que “la democracia era un caos provisto de urnas”. Yo siento que es más gráfico decir en un solo empuje intelectual que “la democracia es un tumulto provisto de urnas electorales”. Y precisamente por eso, es mejor hacer encuestas.

Borges dijo: “Escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente. Espléndida y asombrosamente. Mi Utopía sigue siendo un país, o todo el planeta, sin Estado o con un mínimo de Estado, pero entiendo no sin tristeza que esa Utopía es prematura y que todavía nos faltan algunos siglos. Cuando cada hombre sea justo, podremos prescindir de la justicia, de los códigos y de los gobiernos. Por ahora son males necesarios”; Clarín, bit.ly/3J72EAz.

En el proceso de selección de la corcholata oficial para competir por la presidencia de la República en 2024, por Recomendación Política Superior (RPS, recuerde las siglas) se usarán las inocuas encuestas, y no el caos provisto de urnas que Carlyle y Borges definieron; jamás un tumulto provisto de urnas electorales, mejor la encuesta, que ni es tumulto ni es caos. Se deja de lado así el ejercicio del voto directo en urnas, ejercicio por el que tanto peleó la izquierda que dirige al país. Ir a encuestas es repudiar sus pretéritos ejercicios en las calles, en las plazas, en la academia, en las asambleas, espacios en los que se peleaba por el voto directo.

El voto directo depositado en una urna valora bastante más el perfil de un candidato. La encuesta no perfila al mejor sino al más conocido. Cuando un elector vota en una encuesta señala el rostro o el nombre propio de un político cuyo costoso anuncio espectacular observó fugazmente sobre la veloz autopista.

Además, las encuestas tienen un margen de error que seguramente el oficialismo y la oposición ya tendrán resuelto para desempatar si dos aspirantes quedan muy cerca. También, por ser una encuesta, en la elección del candidato presidencial oficial no participarán millones de personas. Será una decisión de una especie de azaroso grupo de notables: mil o dos mil personas aleatorias que son lo que en estadística inferencial se llama ‘tamaño de la muestra’. Quizá millones esperan votar. No será así. Cuando amanezca, más de uno se declarará sorprendido.

No dudo que Borges se sorprendería al hallar que nuestra clase política oficialista (una especie de peronismo motherno) usa en política una perversión degradada de la estadística que es la encuesta, rechazando el caos (Borges dixit, Carlyle dixit) de la votación directa por la que lucharon, tanto los integrantes de nuestro peronismo local, como los héroes patrios que presidieron las doctrinarias tres primeras Transformaciones. Borges, hermano, ya eres mexicano.

Por RPS, un defensor del proceso oficialista actual, Lorenzo Meyer, escribió hace poco: “Hoy el Presidente conserva su centralidad en el proceso de sucesión (…) pero éste ya no es un misterio. El grupo del que saldrá el candidato de Morena se forma a la vista de todos, es plural y en principio será el resultado de una encuesta abierta y no la voluntad presidencial el factor determinante”.

Así, Lorenzo Meyer le da la razón a Borges y a Carlyle. La decisión política es esférica y llega a ocurrir que los extremos se toquen. Lo traduzco en resumen: usemos a las serenas encuestas porque la democracia directa es abuso, es un caos y un tumulto.

Los extremos contactan. Meyer podría reclamarme por el reprobable balconeo. No me encontrará porque me iré al extranjero dejando visible en el aeropuerto un letrerito mordaz: “Los triples razonamientos políticos de Borges, Carlyle y Meyer son uno y el mismo, el mismo y uno solo. Atentamente, Yo”. Pero a esos triples razonamientos firme y realmente unificados por la lógica, Meyer nunca los considerará contactados.

X: @WenceslaoXalapa