Amigos
Mtra. Irasel Negrete Ronzón
Mi mejor amigo es el que saca lo mejor de mí.-
Henry Ford.
No tiene mucho que pasó el día del amor y la amistad por lo que me puse a
reflexionar acerca de este tema en mi salón sobre qué sucedía en el ámbito del
magisterio, si los docentes podíamos ser amigos de nuestros estudiantes o no, sé que
este tema puede ser un tanto controversial y que cada uno tendrá su punto de vista,
así que esta columna se basará en mi experiencia y opinión esperando que algo de
lo aquí vertido pueda ser de utilidad para reflexionar sobre nuestro desenvolvimiento
con los alumnos en el aula.
Para iniciar hay que considerar cuáles factores influyen en el tipo de relación
que podemos establecer con los estudiantes , algunos de estos pueden ser el nivel
educativo pues no es lo mismo trabajar con los pequeños de preeescolar que con
chicos universitarios o adolescentes, debido a que en cada edad de la vida se vive
una etapa de desarrollo psicosexual y cognitiva distinta, otro factor es el contexto donde
nos desempeñemos ya que la cultura y forma de pensar de los involucrados en el
sistema educativo influirá en las relaciones que se generen alrededor de una escuela, un
tercer factor sin lugar a dudas es la personalidad, preparación y vocación del docente.
Existen diversas definiciones de amistad; la RAE (2022) la explica como el “afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece
con el trato”, leyendo esto podríamos pensar que los docentes podríamos ser amigos
de los estudiantes pues la relación que se da entre ambos debe tener cariño y
atención hacia la persona, sin embargo más allá de conocer el concepto de amistad es
relevante examinar los valores que están presentes en una relación amistosa y creo
que todos podríamos coindicir en que los ingredientes que la conforman son: respeto,
honestidad, lealtad, compromiso, cariño, solidaridad, empatía, reciprocidad, amor y
confianza, los cuales deben estar presentes en una relación docente- alumno, estoy
segura que un estudiante aprende mejor cuando se crea una relación basada en
dichos cimientos pues se da una identificación entre ambos que permite el disfrute del
proceso de enseñanza-aprendizaje.
Ahora bien, ¿qué no se podría considerar como amistad entre docente y
alumno?, esto lo menciono porque en mi experiencia como estudiante me topé con
maestros que querían ser “buena onda” y no delimitaban su función y al igual me he
encontrado con colegas que confunden el ser “amigos” con ser permisivos con los
estudiantes para ganárselos (aunque después se les salen de control y les causan
problemas), entonces, hay una línea que no se debe de traspasar, en primer lugar los
maestros debemos tener bien clara nuestra función y asegurar que todas nuestras
actividades en el aula y con los estudiantes tengan una intención educativa y
formativa, por lo que ser extremadamente flexibles con los educandos, no exigirles, no
promover la discipliina, no aplicar reglas, dejar a los estudiantes decidir el rumbo de
cada día, regalarles calificaciones, entrar al relajo de los alumnos, ponerles apodos, entre
otras conductas, no significa ser sus amigos ya que nuestro sentido de amistad debe
estar enmarcado en la orientación, mediación, sabiduría y guía, siempre teniendo como
objetivo sacar lo mejor de ellos y alentarlos a crearse hábitos, a ser resilientes,
empáticos y solidarios, a encontrar sus talentos, a salir adelante en las situaciones y
sobre todo a comprender que el amor y cariño se expresa de muchas maneras, y que
los docentes lo hacemos dándoles atención, creyendo en sus potenciales y encauzándolos
a construir herramientas que les permitan ser su mejor versión.