Valentía versus cobardía
Llegó de su trabajo exhausto, había sido un día difícil, el trabajo de administrador lo dejaba sin ánimos de pensar en nada. Fue a la cocina y se preparó un café sin ganas de tomarlo, solo lo hizo para tener algo en qué ocuparse mientras pensaba en qué haría al día siguiente o en la madrugada cuando por milésima vez el insomnio o las continuas pesadillas no lo dejaban dormir. Siempre estaba de malas, seguía en su trabajo porque era un elemento indispensable, pero en realidad nadie lo soportaba. Su jefe antes había sido su mejor amigo, pero se hartó de que fuera tan antisocial. No le gustaba salir porque decía que solo perdía el tiempo y que no ganaba nada, al contrario, que solo perdía dinero que podría utilizar para cosas productivas. Tenía 32 años y era un hombre atractivo, ojos azules, cabello rubio y medía un metro 85. Era delgado y le fascinaba hacer ejercicio, aunque lo hacía para ocupar su mente y cuerpo para caer rendido en la noche sin obtener resultados: a las pocas horas de recostarse, cuando parecía que dormiría profundamente una pesadilla lo despertaba asustado, siempre era la misma: su papá en su lecho de muerte le decía que no servía para nada y que solo les estorbaba a quienes se acercaban a él, que no debería haber existido y que solo había sido una carga en su vida.
El hombre había dejado su vida de soltero despreocupado por ocuparse del embarazo difícil de la madre del joven. Ninguna mujer se le acercaba porque decían que además de que lo había perdido todo porque después de que nació su hijo la madre de éste murió, el pequeño era muy enfermizo y robaba el poco tiempo que el hombre tenía libre, por lo cual conforme pasaron los años éste empezó a odiar la vida. Cuando el niño empezó a crecer, cada vez lo soportaba menos, era muy inquieto, por eso prefirió contratar a una niñera para que se ocupara de él. años después, el hombre conoció a una chica que le robó el corazón, y cuando llegó el día de la boda se encontró con la sorpresa de que los papás de la joven eran hombres y él no lo pudo soportar, desde pequeño su padre le había dicho que ser gay era una enfermedad y que no debía acercarse a las personas que lo fueran porque podía volverse igual, así que pasó toda su vida solo hasta que descargó su furia con su hijo, y el día en que murió, no fue una sonrisa alentadora para que Andrés soportara el dolor de su pérdida, una mirada dura se despidió de él.
Ahora se estaba repitiendo la misma historia, con 32 años Andrés había crecido aborreciendo la vida que llevaba y a quienes eran felices. Las pocas chicas que se le habían acercado, se alejaban poco a poco de él porque las ignoraba y no hacía nada para detenerlas, solo le había interesado una chica pero no quiso darse tiempo para conocerla porque no quería sufrir. El café estaba listo, se lo sirvió sin ganas y se acercó al teléfono donde tenía 2 mensajes de voz de su jefe, en los que le recordaba las actividades que tenían pendientes para el día siguiente. Fue a sentarse a su silla favorita por algunos minutos mientras asimilaba la idea de repetir la rutina de siempre. No se dio cuenta de lo que estaba en el comedor hasta que rendido levantó la mirada decidido a irse a dormir y tener la misma pesadilla de todos los días. Era un sobre pequeño de color marrón con la dirección de su departamento y con su nombre en color azul. Cuando lo abrió una tarjeta pequeña decía lo siguiente: Si quieres mantenerte con vida tienes que hacer lo que te pido, en tu recámara está oculta una bomba que se activará en 20 minutos y hará en mil pedazos tu departamento, si no sales antes de ese tiempo morirás calcinado. No me importa quién muera al explotar la bomba, solo quiero ver qué tan cobarde o valiente eres. Estás solo, tus dos padres ya murieron y a nadie de las personas que conoces le importas. Y si ya no te interesa vivir puedes tomar esto como una ayuda a algo que no te atrevías a hacer. El tiempo está corriendo y quizás ahora solo falten segundos, tienes que tomar una decisión: tu vida que para ti no vale nada, o salir huyendo para ver lo que el destino tiene preparado para ti.
Andrés se quedó sin palabras, nunca se había puesto a pensar que tan capaz era de acabar con su vida, aunque su padre lo odiaba y prácticamente no tenía amigos, algo muy dentro de él le decía que aún no era el momento. En muchas ocasiones pensó en suicidarse, pero siempre se acobardaba y terminaba rompiendo un florero o lo que se encontraba a su paso y se gritaba: — ¡cobarde! ¡Soy un cobarde!
Pero ahora, cuando alguien desconocido había hecho lo que él no había podido se sentía confundido, no le tenía miedo a la muerte, decía que cuando llegara ese día al fin podría descansar en paz y dejar de sufrir, pero le aterraba la idea de ver como su cuerpo se consumía de esa manera. Faltaban dos minutos para que la bomba estallara, tenía que decidir si quería seguir viviendo o contar los segundos para que su vida dejara de existir.
Estaba nervioso y seguía debatiéndose con las dos alternativas: ¿de verdad quería seguir viviendo? Nunca había conocido lo que era la verdadera amistad porque aburría a los que intentaban acercarse a él con su antipatía ¿Era capaz de dejarse morir sin haber vivido lo suficiente? ¿En verdad había valido la pena todo lo que había hecho? ¿A alguien le importaba tanto como para extrañarlo si moría? Era un pésimo amigo, pésimo compañero, pésimo ser humano, pésimo conversador y sobre todo pésimo hijo porque le había arruinado la vida a su padre y matado a su madre al nacer, pero — ¡No! Gritó asustado
Tiró la tasa de café que se había preparado y salió huyendo con el corazón palpitando con fuerza. Cuando se detuvo después de recorrer algunas cuadras respiró con dificultad. De pronto su celular sonó, y con voz nerviosa dijo: — ¿bueno?
La voz de un hombre que conocía perfectamente le dijo: —Personas armadas te están vigilando, si en verdad quieres seguir con vida tienes que seguir mis instrucciones…
— ¿tú? –Dijo él al instante – ¡Qué quieres conmigo! ¿Matarme? Si eso pretendes ¡hazlo! ¡Ya no me importa nada! ¡No le tengo miedo a la muerte!
–Ni tú mismo eres capaz de terminar con tu vida – Le dijo el hombre — y no te hagas el valiente conmigo porque sé que fuiste un cobarde porque no quisiste morir calcinado, y te apuesto todo lo que quieras a que harás lo que te digo porque ahora no quieres morir acribillado, y dejando todo claro escucha bien lo que te digo: no mires a tu alrededor, mantén la mirada siempre al frente, porque si llegas a ver algo, en ese momento descargamos las armas en ti…
— ¿descargamos? –Dijo él – ¡Tú estás aquí! ¡Qué quieres!
– ¡No mires hacia ningún lado! ¡Te lo advierto! –Le dijo el hombre en un grito — ¿Quieres ver que no estamos jugando?
Se escuchó un disparo, Andrés se estremeció y el hombre continuó: —Bien, veo que ya te quedó claro, no mires nuevamente a otro lado porque te juro que te matamos, y no me reclames más, me costó mucho atreverme a traicionar al que antes era mi mejor amigo, pero ahora creo que lo empiezo a disfrutar. Escúchame bien porque no lo pienso repetir, camina en línea recta dos cuadras, en la esquina de la segunda vas a encontrar una moto negra con un sobre verde que tiene tu nombre, dentro de él están las instrucciones de lo que tienes que hacer, solo te damos 60 segundos a partir de ahora.
– ¡pero por qué haces esto! ¡Qué quieres de mí!
El hombre ya había colgado y Andrés estuvo a punto de mirar a su alrededor, pero el recuerdo del disparo que segundos atrás había escuchado lo detuvo frenéticamente. No quiso esperar a ver qué sucedía después de los 60 segundos pero podía imaginarlo. Se apresuró a llegar a la moto donde le habían indicado y ahí estaba, en el sobre se podía leer perfectamente su nombre, lo abrió nerviosamente y una tarjeta decía:
Maneja hasta el primer semáforo, después gira hacia la derecha y avanza 5 cuadras, después da la vuelta a la izquierda y sigue avanzando hasta que llegues a una casa blanca de dos pisos que tiene el número 6, toca el timbre y después te dirán qué hacer.
Andrés obedeció y gran sorpresa se llevó al ver que quien le abrió era alguien que conocía bien, a quien le dijo: — ¡y tú qué tienes que ver con esto!
El joven le dijo: —no estoy autorizado para darte esa información.
Andrés ya se iba a bajar para golpearlo cuando el joven sacó una pistola y apuntándole a la cabeza le dijo: —no te muevas, ¡no te atrevas a bajarte porque te juro que te disparo!
Andrés le dijo: —no te atreverías.
—No me pongas a prueba porque puedes salir perdiendo —Dijo el joven retador —toma este sobre y vete sin mirar a otro lugar más que hacia enfrente.
Antes de que Andrés dijera algo más el joven cerró la puerta.
Andrés estaba muy confundido, dos personas que conocía bien estuvieron a punto de matarlo y no entendía por qué, ¿quizás porque había sido un antipático que nadie soportaba? Pero ese no era motivo suficiente para que pusieran en peligro su vida en tres ocasiones, porque no dudaba que alguno de ellos habría sido el que puso la bomba en su departamento, y de alguna otra sorpresa que estaba seguro le faltaba por descubrir. Al llegar a la dirección del lugar se dio cuenta de que se trataba de una cabaña muy hermosa, cuando se acercó vio una tarjeta que sobresalía debajo la puerta la cual tomó y leyó:
Abre la puerta y avanza hasta el final del pasillo, abre la puerta que tiene tu nombre y encontrarás la respuesta a tus preguntas, mira solo hacia en frente y habrás salvado tu vida una vez más.
Cuando llegó enfrente a la habitación escuchó que la puerta principal se cerraba, al parecer solo estaba él y aquel misterio que tenía que descubrir. Al abrir, lo vio…
Fin.