Russell o como votar con escepticismo.
Héctor M. Magaña
Nuevas coaliciones, nuevos partidos y nuevos candidatos. La escena política en México se concibe como un escenario de novedades (llenas de frescura o de inquietud) ante las promesas del nuevo panorama político. Sin importar nuestras tendencias u opiniones políticas, está más que claro que todos hemos notado en México ese “algo” nuevo en el aire: ya sea por las personalidades que la conforman, o por los nuevos ideales que poseen. No obstante ante esta nueva llegada de esperanza y de reforma en los diversos aspectos de la política y la sociedad mexicana, debemos de estar atentos, debemos de entrenar nuestro ojo político. Debemos aprender, ante todo, a ser escépticos.
Podemos aprender unas cuantas lecciones de escepticismo del filósofo y lógico británico, Bertrand Russel (Premio Nobel de Literatura, 1950). Marx solía decir, inspirado en Hegel, que la historia a veces se tiende a repetir (a veces como broma y a veces, como tragedia) y es que la preocupación de un escepticismo político por ende no es nueva. En un texto de 1923, Russell advierte esta necesidad.
Ante la preocupación de los fascismos en Europa, los aires de odio entre clases sociales y el resentimiento económico, Russell esperaba que los británicos no sucumbieran a los aires mesiánicos de los políticos. El escenario no es muy diferente si tenemos en cuenta el problema de migración, el miedo a los populismos y el nacimiento del ultra conservadurismo en varios puntos del globo hoy en día. “La mayoría de la gente de habla inglesa está convencida de que todos los males que sufre se remediarían al subir un determinado partido. Por eso se mueve el péndulo. Un hombre que vota por otro partido y sigue siendo desgraciado deduce que el otro partido es el que le iba a dar fortuna. Cuando se ha desilusionado de todos los partidos, es ya viejo y la muerta le acecha; sus hijos conservan su fe de la juventud, y el zigzag continúa.”
La tarea política ya no es la de un Leviatán todo poderoso que se manifiesta en su omnipotencia política para solventar los problemas de todo el mundo. El político es ante todo un experto en pasiones y deseos: “Una habilidad política especial consiste en saber qué pasiones pueden despertarse y cómo impedir, una vez despiertas, que puedan dirigirse contra uno mismo o contra sus partidarios.” Russell siempre se decantará por una posición término medio para las pasiones (representada en las ideas políticas de sir Arthur Salter, creador de una proto-Unión Europea), pero independientemente de su solución, hay que rescatar una lección valiosa en materia de conciencia política: poner una distancia entre nosotros y los programas de los partidos, pues detrás de cada solución hay un odio o resentimiento germinándose. Para Russell el marxismo fomentaba el resentimiento al capitalismo y la teoría de Salter a los alemanes. Ser escépticos “aún de nuestro escepticismo.” Russell concluye: “Una escepticismo político muy difundido es posible; equivale, psicológicamente, a concretar nuestra animosidad en los políticos, en vez de hacerlo en las naciones o en las clases sociales.”