Receso escolar, mirarse y mirar
Por Sandra Ortiz y Artemio Ríos*
Los usos y significados que hay sobre el tiempo que se abre entre el cierre de un ciclo escolar y el inicio de otro son variados. Recientemente, las autoridades educativas han pugnado por instaurar la idea de que se trata de un receso escolar, no de vacaciones y que los docentes deben estar disponibles para atender las actividades que se les propongan. Los maestros, claro, esperan poder tener un tiempo para descansar y recuperarse de semanas intensas de trabajo.
Desafortunadamente, el tiempo del receso escolar, muchas veces sirve para resolver los pequeños detalles que la mala administración y la burocracia no sabe resolver sin que cada docente tenga que llenar, una y otra vez, formas y formatos con información sobre todos los temas con los que se satura a las escuelas, claro, también la que corresponde al ciclo de aprendizaje que transitaron los alumnos, registro y certificación. Con algo de suerte, la convocatoria para los docentes en este periodo será para cursar algún programa de capacitación específico.
Si la larga tradición que caracteriza como vertical la operación de las políticas educativas en México tuviera una fisura y los docentes se plantearan con autonomía el uso del tiempo en el receso escolar de verano, ¿qué sería deseable que hiciera un profesional de la educación en ese tiempo?
Es obvio que estamos de acuerdo en que deben descansar, pero también creemos que los ciclos que se abren y cierran deben conducirnos necesariamente a un espacio para mirarnos y mirar: mirarnos en el tiempo que pasó y analizar el trabajo que realizamos, mirar el tiempo que viene y replantear las cosas que queremos hacer.
El receso escolar debería permitirnos tener una mirada autocrítica sobre nuestro papel en el aula, centrar la revisión en nuestras acciones pues, los chicos se han ido y vienen otros, los que permanecemos somos nosotros, los docentes. También debería permitirnos tomar decisiones sobre lo que queremos hacer, repensar qué es lo que no nos gustó y no nos emociona para definir rumbos más apasionantes en nuestro trayecto profesional. La idea aquí es de un trabajo individual, de cada docente, más allá de lo que el Consejo Técnico Escolar demanda.
Aún tenemos un par de semanas más para proponernos y realizar un ejercicio de reflexión autónomo e íntimo, es posible que dicho ejercicio nos permita realizar planes de mejora que incluyan nuestro deseo e incentiven la creatividad colectiva. A nosotros, por hoy, nos basta con invitarlos a la reflexión autocrítica y prospectiva, en próximas entregas abordaremos algunas sugerencias para el trabajo que más nos gusta y apasiona: la formación de lectores y escritores en la educación básica.