¿Qué dijo?
Por Mtra. Irasel Negrete Ronzón
“La atención es la aplicación de la mente a un objeto;
el primer medio para pensar es escuchar bien.” Jaime Balmes
Seguramente a todos los docentes, al igual que a mi, les ha sucedido que acaban de dar una instrucción verbal y terminando de darla los alumnos preguntan qué hay que hacer, eso en ocasiones es pan de todos los días y resulta un obstáculo para tener clases fluidas en las que se logren los objetivos de manera eficiente, es por ello que en este artículo hablaré de la importancia de la escucha activa y la manera en que podemos favorecer esta cualidad en el aula.
Para dar inicio, debemos tener claro que la escucha activa es una habilidad comunicativa que nos permite empatizar con quien está hablando puesto que prestamos atención y nos concentramos en el mensaje que la persona está emitiendo lo que aplicado al campo educativo favorece la asimilación de contenidos y mejora el proceso de aprendizaje.
Otra definición es la propuesta por Farson en 1979, el la describió como una manera de provocar cambios en la vida de los demás a través de la cual se puede conseguir más información, profundizar en otros puntos de vista, y trabajar en cooperación con otras personas.
Este tema no es algo nuevo, ya el psicólogo humanista Carl Rogers desde finales de los setentas hablaba de la escucha activa como una forma terapéutica que implica comprender la experiencia subjetiva de la persona que habla y ser capaz de comunicar con eficacia dicha comprensión, dentro de las premisas de esta terapia se menciona que la práctica de la escucha activa permite desarrollar habilidades que potencian nuestra inteligencia emocional y que las personas que muestran habilidad para identificar, expresar y reconocer tanto sus emociones, como las ajenas, gozan de un mayor bienestar emocional, así como de una mejor salud física y por ende, presentan una mayor posibilidad de aprender.
Queda claro entonces que la escucha activa va a requerir un esfuerzo consciente de parte del receptor porque lo que se intenta conseguir es que el interlocutor, en este caso los alumnos, se sientan comprendidos y libres para expresarse, y algo sumamente relevante que es parte de la inteligencia emocional será también centrar la atención no sólo en lo que dice, sino en cómo lo dice porque nos permitirá advertir lo que siente.
A partir de todo lo anteriormente mencionado, podemos comprender lo necesario que resulta el saber escuchar en el ámbito educativo y que por lo tanto debería ser uno de los requisitos para la enseñanza puesto que al desarrollar esta habilidad varios aspectos tanto en lo individual como en lo grupal se ven favorecidos en especial el ambiente donde se desarrolla la clase ya que este se vuelve cálido y de confianza, facilitando la comprensión mutua. En los estudiantes se notan los resultados inmediatamente ya que al sentirse escuchados se consideran incluidos y motivados a participar en las actividades, además, tal como se ha analizado en artículos anteriores, aprendemos cuando estamos relajados porque nuestros sentidos se abren y justamente la escucha activa logra que la tensión en un grupo se reduzca dando paso al diálogo, la tolerancia y la reducción de los conflictos y por si fuera poco, se estimula la cooperación entre los participantes invitándolos a tomar mejores decisiones porque se trabaja a partir de fines comunes que tienen un razonamiento y análisis de por medio.
Ahora bien, ¿qué técnicas podemos aplicar para favorecerla? Enumeraré algunas: la primera llamada “Eco”, en donde agrupados en parejas, uno de los integrantes dice una frase y la otra persona la repite, otra es jugar al ya conocido “Teléfono descompuesto” en el cual formamos al grupo en una fila y se pasa un mensaje de oído a oído y la última persona debe decirlo en voz alta, este juego es divertido y más si se hacen competencias entre equipos; una tercera sugerencia es practicar la “paráfrasis” promoviendo que con sus palabras expresen lo comprendido de un mensaje dado verbalmente, una cuarta opción es el ejercicio del “detective”, alentando a los estudiantes a realizar preguntas abiertas a la persona que habló para indagar más sobre el tema, pero sobre todo, retomando lo medular de la conversación para que aprendan a identificar la esencia de lo que se les dice, por último, podemos jugar al “espejo de los sentimientos” que tiene como propósito lograr la comprensión del lenguaje no verbal del hablante pues recordemos que la escucha activa implica además comprender lo que siente quien emite el mensaje, para ello, después de un relato podemos pedir a los estudiantes que dibujen o escriban las emociones que percibieron durante el mismo.
Para concluir este artículo, recalco el hecho de que no podemos educar a los alumnos con base en algo que no poseemos por lo que nosotros como maestros debemos de reforzar nuestra escucha activa siendo conscientes de la manera en que nos paramos frente a un grupo debido a que seremos el parámetro de los estudiantes, para conseguirlo los invito a tener presente siempre el hacer contacto visual al conversar, es decir mirar a los ojos a quien nos habla, cuidar nuestro lenguaje no verbal manteniéndonos erguidos y dirigiendo nuestro cuerpo hacia nuestro emisor, y lo más importante a mi parecer, usar sabiamente el silencio puesto que el silencio permite la comunicación.