Porque soy humano…

Por Víctor Hugo Gaytán Martínez*

En 1982, citaba Octavio Paz a Pérez Galdós lo siguiente: “(…) Vemos el instantáneo triunfo de la idea verdadera sobre la falsa en la esfera del pensamiento, y creemos que con igual rapidez puede triunfar la idea sobre las costumbres”.

A 15 años de la publicación de la Ley Federal para Prevenir y Erradicar la Discriminación, un 11 de junio del 2003, vemos el triunfo, como muchos, de ideas lúcidas borradas por la presencia de algunas de nuestras discriminables costumbres: las que, justamente, tienen que ver con la discriminación. En el siglo XXI, a la gente, esto nos sigue determinando:

  • El color de piel: es la característica precisa para determinar si eres un delincuente o un desorientado mental; o si eres apto para un trabajo digno de esclavos o de administrador de “esta gran empresa”, porque lo primero que importa, ya saben, es “la imagen”, el color.
  • La forma de vestir: recordemos que “como vistes es como piensas y como piensas es como puedes, y eso que puedes es lo que haces”. Por eso es que podemos encontrar en las calles a nuestros honorables policías, al servicio del Estado (sí del Estado, no de la nación en su noción de sociedad) deteniendo a la primera persona “de la calle” que se encuentra, porque, ya sabemos, “esos pobres diablos”, que no tienen ni para comer, tienen muchas energías para robar.
  • La forma de pensar: porque en este mundo globalizado, el universalismo consiste en tener una única forma de pensar, ya saben, para facilitar las cosas; qué necesidad de crítica, de ver las cosas desde otra perspectiva, “sólo entorpecemos el avance”.
  • El género y la orientación sexual: “¡Pinches homosexuales, otra vez con sus marchas!” Parece ser que, sea por cuestiones religiosas o por el conservadurismo ideológico, las personas que se identifican con un género diferente a los “normales” (femenino-masculino) no tienen cabida; y no tienen cabida porque a “ellos”, “cosas raras de este mundo”, les hacen un lugar aparte, allá donde nadie vea sus “perversas desviaciones, por el bien de nuestros hijos”. Ya ni se diga de las “feminazis”, nos han venido a echar a perder nuestro dominio, consciente o inconsciente, en este mundo ya divido y repartido donde las minorías (sexuales) y mayorías ideológicamente dominadas (mujeres y pobres), apenas y reciben un pedacito, ese pedacito de vida.
  • Por el origen social: aquí no me atrevo a decir ni raza ni etnia, por las implicaciones mentales construidas que traemos. Solamente diré que, si hablamos de minorías y orígenes sociales, las personas indígenas son de las menos favorecidas. Si hablamos de lucha contra el racismo y la discriminación, ellas nos rebasan, tristemente, en experiencia: más de 500 años luchando contra, primero, invasiones, violencias y saqueos; y segundo, por el hecho de mantenerse vivas en nuestro mundo “moderno”, donde ellas, que no son “modernas”, por supuesto que no entran ni a fuerza en el pedacito de tierra que les están dejando…

En México, en todo el mundo, nos identifican estas honorables características (y otras más) dignas de los (post)modernos, de esos que miran el futuro con “una actitud de progreso”, de desarrollo, de triunfo.

Al final nuestra tan anhelada idea de pluralidad queda ahí en el aire para que en un viento de indiferencia quedemos expuestos al menosprecio, a la separación o a la exclusión. Porque aquí no estamos hablando necesariamente de una discriminación “positiva”, de una discriminación con la que, por convicciones propias, seleccionamos nuestros objetos y nos los apropiamos: hablamos de una discriminación dañina, de una selección sí, pero basada en aquellas características mencionadas, que se vuelven elemento para poder o no entrar a un establecimiento público, para que un policía te haga “una revisión de rutina no porque seas sospechoso”, sino porque quizá tu piel es más “oscura” de lo normal o porque no vistes de forma “apropiada”, ya saben, con “decencia”.

La discriminación no se previene ni se erradica con una Ley (aunque tampoco se minimiza algo de este tipo) y ya; no es suficiente. La discriminación es un problema construido globalmente que implica, para su erradicación, la cooperación de los Estados, sus instituciones, y la transversalización de una conciencia sobre los problemas que trae, en todos los programas y proyectos institucionales y no institucionales.

(¿Cuánta conciencia hay en la emisión de un meme sobre prietos en aprietos? ¿Cuánta conciencia hay de las mismas personas morenas -al parecer ingenuas- de hacer este tipo de publicaciones y tags sobre los problemas generales que, en realidad, contiene esta categoría?)

Vivir dignamente no es sólo tener de comer y “una educación” obligatoria. También significa la cooperación entre los iguales, la no exclusión ni sometimiento por las ideas diferentes y el reconocimiento de las capacidades que posee cada uno/a.

Porque tenemos diferencias, pero somos igualmente humanos.

#DigamosNoalaDiscriminación.

*Colaboración