¿Por qué le vamos a México y a otra selección a la vez?
COLUMNA “EL JUEGO PROFUNDO”
POR: Jorge Rosendo Negroe Alvarez
¿Por qué le vamos a México y a otra selección a la vez?
En cada Mundial se activa el fanatismo por el futbol, están desde los que lo hacen por moda hasta los que lo viven con “verdadera afición”, sin embargo, aún estos se dividen entre los nacionalistas, los que prefieren apoyar a otra selección y quienes hacen ambas cosas.
Los primeros evocan a la identidad como mexicanos, que se ve alimentada por cómo los medios de comunicación ensalzan al combinado nacional, empapando a las personas con el sueño de alzar la copa. El segundo grupo se considera usualmente gente más “conocedora”, pues consume las ligas de futbol europeas, cree más en la capacidad de las estrellas del momento y demerita al futbol mexicano.
La tercera agrupación se ha vuelto desde mi punto de vista, la que más gente contiene, pues le va a México y a alguna otra selección, creando una frontera difusa entre la lealtad a la nación y el consumo globalizado.
El neoliberalismo nos ha vendido jugadores de tal forma que provoca simpatía por clubes que jamás habíamos escuchado o mitificando a selecciones para volverlas favoritas, aunque también, y a pesar de las estadísticas en contra o de los pobres resultados deportivos de México, nos creemos el cuento de que venceremos a todos los rivales que nos pongan enfrente, pero eso sí, pidiendo que no sea ninguno de los equipos intimidantes.
Y es que toda esta construcción de afición responde al consumo cultural, provocado por redes sociales, videojuegos, revistas, álbumes de estampas, transmisiones televisivas y más, lo cual responde a una “agenda setting” que nos marca la pauta sobre lo que se considera “popular” y nos impone a que jugadores específicos seguir o con que clubes identificarnos.
Ya los jugadores han dejado de ser simples atletas para volverse productos mercantiles, que a modo de comerciales andantes son patrocinados por empresas para representarlos, por lo que sus acciones importan (recordemos como COCA COLA cayó en la bolsa de valores por un desprecio de Cristiano Ronaldo) y son las mismas empresas las que presionan a los seleccionadores para que lleven a tal o cual jugador, aunque esté lesionado o indispuesto.
Pero la afición es mas compleja que esto, porque nos hace contradecirnos a nosotros mismos, nos hace usar el uniforme del Barcelona con nuestro equipo de barrio pero apoyar al Real Madrid, además de irle al Chivas, al Checo Pérez, al Canelo y a los Patriotas de Nueva Inglaterra a la vez.
Al final, pasamos esto por alto y justificamos nuestra afición, la que entre más fuerte sea más necios nos pone, nos convencemos que el futbol brasileño es “más bonito” (pensamiento comercializado por Nike), de que los argentinos son intocables, los ingleses son más elegantes, los franceses más certeros, los alemanes más fuertes y de que no tenemos oportunidad contra ellos y luego, cuando les ganamos, hinchamos el pecho orgullosos de ser mexicanos.
A veces apostamos por otras selecciones porque buscamos eliminar la frustración y ser parte de “los ganadores”, pero a la vez sufrimos con cada minuto las jugadas de nuestra selección, buscamos un espacio en el trabajo o la escuela para ver los partidos, gritar instrucciones como si fuéramos los directores técnicos, celebrar los goles y enojarnos cuando pierde.
Esta relación encanto-desencanto se ve reforzada por la inconformidad de la dirección que la Federación Mexicana de Futbol ha tenido con la Liga Mx y con la misma selección, institución que se maneja con un aire absolutista que nos hace quejarnos y si tenemos la oportunidad, protestar en contra, siendo esta quizá una de las razones por las que todavía se escucha el grito homofóbico en los estadios.
Pero bueno, pase lo que pase, estemos de acuerdo con la FEMEXFUT o no, si México gana, correremos a la plaza de nuestra ciudad para celebrar la Copa del Mundo… y espérense a que seamos sede Mundialista.