Nunca he sido yo
Por: Mireya Hernandez
No he sido yo el que jaló el gatillo que acabó con tu vida aquel día gris, no fui yo el que llenó sus manos de sangre cuando dejé caer sobre ti aquella navaja hasta que no quedó ni huella de quien eras. No he sido yo quien tomó entre sus brazos tu cadáver y lo ocultó donde nadie encontrara tu rastro. No fui yo el que no tuvo compasión de tus lágrimas, el que ignoró tus súplicas, el que no pensó en tu familia. Tampoco he sido yo quien vio como tu vida se apagaba, y cruzó los brazos, inmóvil, hasta que exhalaste el último suspiro. No fui quien te dio la espalda cuando era la única persona con quien podías contar en este mundo. No he sido el que hizo a sus oídos sordos cuando querías hablarme, no fui quien selló sus labios cuando esperabas que hablara.
Sí fui quien dio su muerte a cambio de no ser quien jalaría el gatillo el día en que expiraste. Fui yo quien pagó las consecuencias de no tener aquella navaja el día en que te torturaron. He sido yo quien prefirió hacer cualquier otra cosa antes de desaparecer tu cadáver. Fui quien lo derritieron tus lágrimas, y tus palabras me dejaron mudo, y pensar en tu familia me dejó inmóvil. Fui aquel que no pudo darse el valor de verte agonizar. He sido quien nunca te habría dado la espalda, y que siempre te ofrecí mi mano cuando te encontraba vulnerable. Escuché todas tus palabras, y dije todo lo que debía, callé cuando era necesario.
Ahora bien, justo en este momento me atrevo a confesarte que te he mentido, porque las dos versiones que te dije han sido falsas, ninguno de los hombres que te he descrito me representan, porque no he sido un ángel, ni tampoco un demonio, así que puedes creerme o no, lo que te voy a narrar a continuación:
Sí jalaría el gatillo de un arma si la vida de alguien que amara estuviera en juego. Por supuesto que dejaría caer una navaja sobre ti si hirieras con algo imperdonable a las personas equivocadas. Si desaparecería tu cadáver si así borro el rastro de un ser despreciable que no debió existir en este mundo. Sí me deleitaría con tu agonía y tu último suspiro, si te lo ganaras cada día de tu existencia. Sí te daría la espalda si hicieras trizas mis sentimientos hacia ti. Sí fingiría no escucharte, si tú nunca quisieras escuchar mi voz. No te hablaría, si tú nunca te tomaras el tiempo para decirme una palabra.
Creo que te he vuelto a mentir, porque hay cosas que no haría, o que sí haría sin importar como me sienta o como te sientas tú:
Quizás no jalaría el gatillo si me hicieras algo imperdonable, pero te ganarías mi odio, aunque eso no serviría de nada, pero sí jalaría el gatillo si así protejo a quienes amo, como la única condición para salvaguardar sus vidas. No sería capaz de dejar caer en ti una navaja, ni algún otro objeto que pueda herirte, pero sí lo haría por el mismo motivo que lo anterior, aunque me aterre el ver la sangre, y peor aún, mancharme con ella, sabiendo que es de alguien más. No tendría el valor de tocar un cadáver y desaparecerlo, pero sí lo haría si fuese mi única salida, aunque alteraría mis nervios el contacto con él y su rigidez. Aunque fueras el peor de esta tierra, no podría verte morir, y si lo hiciera, algo de mí se iría contigo, mi tranquilidad. Sí te escucharía y te hablaría, aunque tú finjas no escucharme y no quieras hablarme, porque te advierto que no descanso hasta alcanzar mi propósito, sea cual sea.
Y ahora que he dejado en claro mi postura, me gustaría saber, ¿cuál es la tuya? ¿Jalarías el gatillo de un arma? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Utilizarías una navaja para asesinar a alguien? ¿Desaparecerías un cadáver? ¿Podrías ver a alguien morir? ¿Darías la espalda? ¿Fingirías no escuchar? O ¿no hablarías alguna vez? Y también podría agregar ¿siempre que haces, callas, o dices algo, eres realmente tú? O en ocasiones puedes sentir que has dejado de ser tú.
Fin.