Moral, traición y Ebrard

Héctor M. Magaña

En su columna semanal para Sin embargo Fabrizio Mejía Madrid abordó el tema de Marcelo Ebrard y su presunta traición a Morena, a la Cuarta Transformación, y por lo tanto, al presidente Andrés Manuel López Obrador.

En una entrevista a Marcelo Ebrard, algo salió a la luz: la recomendación de un libro redactado por dos economistas neoconservadores titulado Elogio de la traición, un libro de finales de los años ochenta, escrito por Yves Roucaute y Denis Jeambar. Se mencionaron otros títulos: El neoconservadurismo es un nuevo humanismo de Denis Jeambar y  Do Morals Matter? De Joseph Nye.

Estas lecturas impresionan por sus puntos, carentes de visión y sus argumentos cojos. Las ideas de estos analistas neoconservadores están llenos de sofismas. Frente a estos libros uno debe preguntarse si acaso los autores de dichos libros confunden términos y conceptos, o si en todo caso, hacen dicha distorsión con toda alevosía. ¿Qué términos se distorsionan? Traición y negociación. Términos que Fabrizio Mejía Madrid aclara del siguiente modo: “Cuando se traiciona, no se cumple con lo prometido, que es un compromiso hecho ante los demás. Cuando se negocia, se preservan los principios y se cede sólo en lo que no es esencial para cada una de las partes. Para traicionar se necesita ser moralmente relativista, para negociar se requiere ser un moralista”.

La traición para estos neoconservadores es flexibilidad, hay que saber negociar. Parece que Donald Trump toma de estas ideas para su estilo político. Un estilo empresarial, donde todo negocio es traición necesaria porque para el neoconservador moderno no hay sociedad sino una amalgama de individuos que se dejan llevar por caprichos, antojos y un relativismo que colinda con la indiferencia (un pueblo de consumo). Hay más: toda innovación es siempre objeto de la crítica del moralista (es decir, Judas fue el innovador del cristianismo, Regan de la democracia en la cortina de hierro soviética, al igual que el rey Juan Carlos que traicionó el franquismo).

Es posible que esta sea la visión de Marcelo Ebrard, para quien el pueblo mexicano es todo capricho y relativismo (recordemos el anterior artículo de Mejía que hacía referencia a la meritocracia de Ebrard y que fue comentada en este mismo medio), y que para proteger al pueblo la mejor idea es la híper-seguridad en el país (no puede confiar en un pueblo caprichoso). No obstante, a pesar de su campaña digital, ha quedado en 25% de las encuestas.

“Sonríe, todo va a estar bien”, ese fue el eslogan de las precampañas de Marcelo Ebrard. Confió en que la encuesta sería su elección, confío en su progreso y olvidó los objetivos de su partido. El caso de Marcelo Ebrard, tiene la pinta de una inconsistencia antigua en nuestro país: Manuel Ávila Camacho y Lázaro Cárdenas; uno heredero, el otro innovador; uno negociador, uno “moralista”. Me inclino a pensar que la traición, más que de Ebrard a Morena, es en realidad una traición por parte del neoconservadurismo que influyó a Ebrard. Ebrard fue traicionado por sus mentores, pensó que en Morena habría “un conservadurismo como humanismo”, muy a la manera de Denis Jeambar. Se equivocó. ¿Lo reconocerá?