Mirada a México y China, desde EE UU
Por Ariel López Álvarez*
A diferencia de hace unas décadas, cuando nuestros mayores tenían la imagen de un imperio estadounidense que imponía sus condiciones político-económicas en el mundo sin ser visto, hoy este Imperio muestra al mundo sin decoro las fauces de sus acciones de dominación; sin embargo, está engarzado indisolublemente con unas y otras naciones.
Los constantes dobleces de carácter del presidente Trump han sido motivo de desconfianza hasta para con sus aliados en el mundo. Paradójicamente, cuando nuestros analistas financieros veían con ojos de interés el pleito inesperado que iniciaban nuestros vecinos en contra de los chinos, detonado por la tecnológica Huawei, el presidente Trump viró sus ataques hacia nuestra frontera y puso en riesgo nuestra economía, al querer imponer un arancel del 5 por ciento a nuestras exportaciones.
La sociedad estadounidense y sus representantes sociales reaccionaron en diferente forma ante ambos actos: Apple es una de sus banderas tecnológicas y sus ciudadanos vieron con buenos ojos la decisión de su presidente de iniciar un veto mundial contra Huawei; sin embargo, la imposición de aranceles a los productos mexicanos les afectaba, por lo que manifestaron sus desacuerdos.
Los chinos se han convertido en su mano de obra especializada; por ejemplo, Apple tiene toda su inversión de producción en un parque industrial en China, donde su fábrica se encuentra junto a la de Huawei. Además, cualquier dispositivo electrónico (teléfono, tableta, computadora, etcétera) requiere de ciertos metales que en la naturaleza se encuentran combinados con material radioactivo. Las leyes de muchos países no permiten su extracción, por los riesgos a la salud, por lo que en un 95 por ciento son extraídos en las minas chinas.
Por otra parte, la nuestra es una de las fronteras más grandes del mundo. Es evidente que el flujo de mercancías y personas sea intenso. EE UU es nuestro principal socio comercial, mantenemos en el tiempo reciente porcentajes fluctuantes de exportaciones con ellos de alrededor del 70 al 80 por ciento, pero nuestras importaciones han representado entre el 47 y 50 por ciento. Estos datos son una clara muestra de lo preocupante que es para ambas economías las diferencias políticas.
Cierto es que los mexicanos vendemos a nuestros vecinos del norte mucho más de lo que les compramos. Su razón se puede ejemplificar así: si redujéramos el caso a dos tiendas vecinas que recíprocamente intercambian sus productos, lo lógico es que la de mayores ingresos tendría mayor capacidad de comprarle a la otra; además, la de menores ingresos buscaría mejores precios en otros lados, aunque la calidad de los productos adquiridos en otras tiendas fuera menor, midiéndose además en la compra de productos suntuarios. Es decir, no es que nos sean innecesarios muchos de los productos y servicios que EE UU nos ofrece, sino que prescindimos de ellos, en una elección de adquirir lo indispensable.
Infortunadamente, el tráfico de drogas y paso de indocumentados también son parte de nuestro tránsito fronterizo. Su descontrol perjudica en ambos lados. Demanda hacer efectivos acuerdos y acciones, como los que acaban de anunciarse.
*Sábado, 8 de junio de 2019