Los nocivos efectos del presupuesto Trump

Por Iván Restrepo*

Por si hubiera duda de que el señor Trump intenta cumplir lo que prometió durante su campaña electoral, basta conocer su propuesta de presupuesto para 2018 y que debe aprobar el Congreso de Estados Unidos. En él destacan reducciones radicales en algunos rubros fundamentales para dicho país y, de paso, Canadá y México. Como el presupuesto para la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) a la que Trump solicita reducir en un tercio. Nombró como titular de la EPA a Scott Pruitt, quien elaboró las estrategias de las petroleras contra las leyes ambientales de Obama.

No menos severo es el recorte a los programas de desarrollo (29 por ciento), muy importantes para paliar los problemas que existen en los países pobres y algunos de los cuales se deben a la desigualdad social, el mal uso de los recursos naturales y la carencia de alimentos. Propuso tan elevada reducción cuando las Naciones Unidas advierten que el mundo sufre la mayor crisis humana desde la Segunda Guerra Mundial. No sólo por los millones de refugiados que ocasionan las guerras en África y Medio Oriente, sino por la sequía y la hambruna en muchos países.

En cambio, el presupuesto para defensa y seguridad nacional aumenta 17 por ciento. El rearme es multimillonario y –sostiene el magnate– su fin es volver a ganar guerras. ¿Dónde? La historia reciente muestra que no las ganan en ninguna parte, pero desestabilizan regiones enteras con su cauda de muertes, refugiados y daños materiales y sociales. El ocupante de la Casa Blanca, empresario exitoso, debía saber que la guerra que su país necesita ganar es contra la pobreza y la desigualdad. No malgastando en armas y misiones militares que dan por fruto más adversarios y terrorismo.

Además, Trump propone reducir los presupuestos dedicados a la educación, la agricultura, el trabajo, la sanidad y los servicios sociales. Los recortes en estas áreas tan importantes oscilan entre 21 y 16 por ciento. Intentó enterrar el programa de salud del ex presidente Obama e imponer uno que dejaría a casi 25 millones de personas sin cobertura médica y beneficiaría a los más ricos. Y perjudicaría a los que decidieron su triunfo en Pensilvania, Wisconsin y Michigan, por ejemplo. Mas los legisladores demócratas y no pocos republicanos rechazaron el viernes pasado su programa estrella. La portavoz de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo que éste era un gran día para el país, una gran victoria para el pueblo estadunidense, para los mayores, los discapacitados, los niños, los veteranos… Agreguemos: el peor para el señor del muro.

Felices las trasnacionales que negocian con los hidrocarburos con un secretario de Estado que antes fue presidente de la Exxon Mobil: Rex Tillerson, el amigo estadunidense del señor Putin en negocios. Conocemos a la Exxon Mobil por los efectos negativos que ocasiona al ambiente. Desde el vertido del barco Exxon Valdez en las costas de Alaska, en 1989, a su papel en financiar grupos que cuestionaban los efectos humanos en el cambio climático. Con Tillerson al frente, la Exxon aceptó la realidad del calentamiento global. Pero eso no significó que la explotación de hidrocarburos deje de ser su prioridad.

A lo anterior se suma el anuncio de la compañía española Repsol (asociada a dos estadunidenses) de que encontró en Alaska las mayores reservas de petróleo de los últimos 30 años en suelo de nuestro vecino y socio comercial. Ascienden a mil 200 millones de barriles de crudo ligero. Con este descubrimiento, sus reservas petroleras aumentan notablemente y pueden reducir el precio de crudo a escala mundial. Y mientras Trump firmaba la orden para construir el cuestionado oleoducto binacional Keyston XL (vetado por Obama) las poderosas Exxon, Shell y Chevron anunciaron que extraerán en territorio de Texas el crudo y gas shale. Este año invertirán 10 mil millones de dólares en esa tarea. Sacarán el crudo a una profundidad superior a 3 mil metros. Esperan en tres años más lograr 1.5 millones de barriles diarios. “Convertiremos el arte de la perforación del shale en una ciencia”, expresó un alto ejecutivo de la Shell. Sí, la ciencia de la destrucción ambiental y la salud.