Lectura infantil, entre el juego y la responsabilidad

Por Sandra Ortiz y Artemio Ríos*

 

Hace dos semanas llevamos “Poesía en rotación” por vez primera al parque de la colonia Espina Blanca en Tlalnelhuayocan. Sin que ningún vecino del lugar supiera del evento, nos instalamos entre los juegos y el alboroto de varios grupos de niños, mientras invitábamos a los transeúntes a que nos acompañaran. Con el sonido instalado, invitamos a niñas y niños a explorar 20 poemas de amor y una canción desesperada del poeta Pablo Neruda, por si ellos querían, después de prepararse un poco, leer un poema en voz alta.

Primero aceptaron dos niñas y ellas fueron invitando a sus amigos más cercanos, así, poco a poco, hubo una fila de varios niños esperando su turno para leer frente al micrófono: algunos abandonaron los chutes, otros alternaban un poema con una secuencia de chutes y algunos más escuchaban mientras jugaban o platicaban; con mucha pena y timidez primero y luego con más seguridad, las niñas y los niños leyeron varios poemas y se dieron la oportunidad de explorar otros libros que se encontraban sobre la mesa.

 

Al observarlos sentados en el piso o en alguna banca, concentrados, preparando la lectura de un poema, era inevitable recordar las largas quejas que se montan sobre ellos: “es que nos les gusta leer”. ¿Qué sucedió esa tarde para que varios niños prefirieran un libro que seguir pateando el balón?

 

Claro está que era algo nuevo para ellos y eso cuenta, es posible que tuvieran curiosidad sobre cómo se escucha su voz proyectada en un equipo de sonido o que estuvieran ya cansados de jugar. No obstante, al mirar la mezcla de desenfado y seriedad con la que leían, reflexionamos sobre lo que ahí se jugaba al leer: primero, era un ejercicio libre, nadie los obligo de ninguna manera a hacerlo, segundo, como era libre y estaban en el parque, seguro que formó parte de jugar y, tercero, era una lectura que sus amigos y algunas personas del barrio escucharían.

A veces los maestros, promotores o papás, estamos muy ansiosos de que los niños respondan y se comporten como creemos que es correcto o es bueno –generalmente, esperamos que eso se parezca al comportamiento adulto–; desplazamos el contenido importante de una actividad por las formas en que ella “debería realizarse”. La lectura no requiere de formalidades, si el niño mueve los pies, las manos o todo el cuerpo mientras lee no afecta su atención, los chicos saben comprometerse con lo que les gusta y quieren hacer; su prioridad es eso y no cómo deben lucir o comportarse ante los demás.

 

También es importante que leer vincule a los chicos con alguien o con algo, es cierto que cuando leemos establecemos un diálogo con el autor, no estamos solos, pero también es cierto que hemos llegado a ese diálogo invitados por alguien o algo: la persona que nos atrae nos recomendó un título o por fin sabremos cómo se sostienen los aviones en el aire. Si los chicos saben que su lectura tiene otros ecos, es posible que se comprometan con ella, en el caso de los chicos en el parque ellos sabían que había gente escuchándolos, que hacer un esfuerzo por leer bien en voz alta sería valorado por otros.

*Colaboradores.