La contadora Contreras y el tiburón

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Por: Armando H. Noriega

Eran casi las cinco de la tarde, ya se acercaba la hora de salida de la oficina, casi todos los empleados de aquella oficina estaban dispuestos a salir, siempre hasta el final de la jornada laboral se quedaban la dueña del despacho y su asistente, eran la contadora Contreras y el Licenciado Arturo; ese día en particular se sentía mucho calor en el puerto de Veracruz y el aire acondicionado no funcionaba; La contadora y el Licenciado se conocían desde la universidad, ambos sentían una atracción mutua desde entonces pero ninguno de los dos se atrevió a dar el siguiente paso, dejaron pasar el tiempo y cada uno hizo su vida por separado.

En su época de estudiantes solían ir a tomar café a un famoso y antiguo restaurant que contaba con terraza y vista al mar, pasaban horas platicando de muchas cosas, al terminar se iban caminando por el malecón, aprendían de la historia del puerto, era algo que los dos tenían en común, les gustaba la historia, cada día aprendían algo relativo a lo que visitaban, museos, iglesias, zonas militares, petroleras, arqueológicas, en fin, ambos sabían que en 1518 Juan de Grijalva llegó a San Juan de Ulúa, al siguiente año, Hernán Cortés llegó al puerto, frente a la isla fundó una villa a la que por la riqueza de su entorno la llamó la Villa Rica de la Vera Cruz; a los dos les encantaba esa parte de la historia, si no la platicaba ella lo platicaba él, siempre de una forma o de otra comentaban siempre lo mismo, si uno comenzaba el otro terminaba el relato, en esta ocasión a ella se le ocurrió interrumpir el relato, siguió diciendo que por las malas condiciones del sitio, algunos meses después Cortés ordenó que el asentamiento fuese trasladado a Quiahuixtlán a pesar que éste presentaba problemas para el desembarco de las naves, por lo que en 1525 la villa fue reubicada en el lugar que al día de hoy se conoce como La Antigua, a finales del siglo XVI el virrey Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, junto con los oficiales reales de la Vera Cruz ordenaron el cambio definitivo de la ciudad a un lugar más convenible, que es el sitio que ocupa en la actualidad; su compañero para terminar aquél relato añadió que en 1523 esta ya había obtenido escudo de armas de manos del emperador Carlos V, aunque el título de ciudad le fue concedido por el rey Felipe II hasta el año de 1651, al final del relato ambos personajes echaron a reír.

Ese día decidieron entrar a la biblioteca pública para investigar un poco más sobre la historia del puerto, recuerdan que ese día aprendieron que Veracruz se levantó sobre una extensa planicie costera y su urbanismo se estableció limitado por el mar en su extremo nororiente.

En el fondo los dos se querían, pero no se animaban a dar el siguiente paso, el tiempo pasó, se distanciaron, ambos formaron sus familias, a la contadora no le fue muy bien, al poco tiempo se divorció, tenía una pequeña embarcación en la que le gustaba salir a admirar la inmensidad del Golfo de México, a veces sus paseos duraban horas, durante esos años tuvo varios compañeros, pero en cuanto ella se sentía desilusionada de ellos terminaba la relación, ellos literalmente desaparecían de su vida, nunca volvía a saber de ellos.

En uno de sus tantos paseos se dio cuenta que un enorme tiburón blanco la seguía, poco a poco el escualo se fue acercando a la embarcación, la contadora no sintió miedo, al contrario sintió curiosidad de por qué aquél animal en lugar de alejarse se acercaba cada vez más, al poco tiempo la contadora y el tiburón hicieron un lazo algo extraño, ella empezaba a contarle de su vida, pareciera que al tiburón le interesaba la conversación de ella, le contaba de todo, pero sobre todo de sus fracasos amorosos; cierto día al regreso de su paseo la estaba aguardando la policía para hacerle preguntas sobre extrañas desapariciones de algunas personas; era la principal sospechosa de las desapariciones, ya que todos tenían en común una relación amorosa con la contadora.

Al día siguiente Arturo, que ya llevaba un par de años trabajando con ella, le comentó que la policía la estaba buscando, ella no sabía que responder, se le hacía algo extraño que la buscaran por esas desapariciones; en cuestión de amores la contadora era una mujer exigente, posesiva y celosa, cuando tenía una discusión con su pareja ella se tornaba un poco agresiva, motivo por el cual era la principal sospechosa de la policía.

Al final del día, Arturo se ofreció a acompañarla a su departamento, ella accedió, hacía calor, el Licenciado le ofreció una cerveza en un pequeño bar que estaba muy cerca de su departamento, ella pensó que era una oportunidad perfecta para poder iniciar lo que años atrás no habían iniciado, llegaron al bar, se sentaron en una mesa del fondo, después de varias cervezas ambos personajes se fueron acercando peligrosamente hasta que sucedió lo que ambos esperaban, se fundieron en un beso apasionado que duró minutos, estaban desbordando pasión y miel por doquier, ella se separó, se vieron a los ojos, sonrieron y continuaron en una conversación más íntima, entre beso y beso se decían que mucho tiempo habían soñado con ese momento, ella interrumpió la conversación e invitó a Arturo a su departamento a tomar una copa de vino, él aceptó de inmediato.

Ya en el departamento la contadora se dispuso a destapar una botella de merlot cuando fue interrumpida abruptamente por el licenciado que llegando por atrás puso sus manos en el busto de ella quien al mismo tiempo solo volteó la cara para besarlo, él le arrancó la blusa y sostén de un solo jalón al mismo tiempo que la inclinaba sobre el respaldo de su sillón, que de igual manera le arrancó la ropa interior, parecían dos animales salvajes en celo, él no dejaba de darle caricias que a ella le gustaban, se podía escuchar en todo el departamento los sonidos de placer que emitía la pareja, ella pedía que no parara y eso le excitaba aún más a él que la sujetaba por el cabello, estallaban en un éxtasis total, después de varios minutos estaban los dos en el sillón desnudos tomando por fin aquel merlot que la contadora Contreras había destapado momentos antes de tan salvaje intimidad hasta que la botella quedó vacía y quedaron profundamente dormidos.

Días después la policía fue con una orden de aprehensión a la oficina por la contadora acusándola por el homicidio de una de sus exparejas, ella estaba atónita, no entendía nada de lo que estaba pasando, ella alegaba que era inocente, ella no había hecho nada, a lo que el jefe de la policía le argumentaba que en su embarcación había encontrado sangre de la víctima.

Ya en la estación de policía finalmente no le pudieron comprobar absolutamente nada, ella no entendía nada, tenía claro que no quería volver a ver a su expareja, pero no lo quería muerto, ella no le deseaba el mal a nadie, estaba sumamente confundida, el licenciado Arturo la estaba esperando afuera de la estación, la contadora le pidió que la llevara al embarcadero y que la dejara sola, ya una vez navegando ella sola como le gustaba, trataba de entender cómo es que había llegado la sangre a su embarcación, por qué a su bote, ya adentrada en el mar del Golfo se topó con su amigo el tiburón, tiró el ancla y se dispuso a platicar con él esperando que el escualo le diera la respuesta a todas y cada una de sus preguntas.

Ese día en la noche el Lic. Arturo llamó a su puerta, ella no estaba de humor, le pidió que se retirara, que la entendiera, había sido un día muy pesado y no tenía humor para nada, a él no le agradó mucho la idea, finalmente él estaba ahí para darle apoyo y no le parecía justo que lo tratara de ésa manera, ella le volvió a explicar que se sentía angustiada por lo que había pasado, que se sentía triste por la muerte de su expareja, éste último argumento comenzó a llenar de celos al licenciado, empezaron a discutir hasta que ella decidió azotarle la puerta en la cara, destapó una botella de vino y se dispuso a relajarse.

El licenciado Arturo desde siempre estuvo al pendiente de la contadora Contreras sin que ella se diera cuenta, años siguiéndole los pasos, de hecho él por medio de un tercero le vendió el bote a la Contadora, motivo por el cual él tenía un duplicado de la llave; llamó al jefe de la policía argumentando que le iba a entregar al asesino de la expareja de la contadora, lo citó en el muelle en la noche. Ya en el lugar ambos personajes abordaron la embarcación y arrancaron con rumbo a una isla cercana al puerto, el jefe de la policía no dejaba de hacerle preguntas, estaba realmente intrigado del porqué él sabía del asesinato de éstas personas y nunca fue a denunciarlo; el licenciado conocía perfectamente las rutas náuticas del puerto, iban rápido para evitar que les ganara la noche en medio del Golfo, Arturo pasó por una zona de fuertes oleajes que él conocía perfectamente, el policía perdió el equilibrio, fue en ése momento que el amante de la contadora aprovechó para darle un golpe en la cabeza con el extintor, ya con el policía sin conocimiento aprovechó para hacerle una herida más profunda con un cuchillo, el tiburón apareció a un costado de la embarcación, Arturo lo arrojó al mar y el escualo hizo lo suyo devorando al jefe de la policía; Arturo se dispuso a limpiar la embarcación a profundidad, esta vez sin cometer errores, sin dejar rastro alguno de su crimen;  el Licenciado que había seguido los pasos de su amada desde siempre era el responsable de la desaparición de todos y cada uno de los amantes de su amada, los citaba en el muelle, con mentiras los llevaba mar adentro y acababa con ellos sin dejar rastro, los golpeaba, una vez que estaba seguro que estaban muertos los arrojaba a el tiburón que siempre seguía la embarcación para recibir alimento, Arturo tenía al cómplice perfecto, jamás hablaría ni lo traicionaría.

Al día siguiente ya en la oficina la contadora mandó llamar al licenciado con el pretexto de ver algunos pendientes de trabajo, la verdadera intención era ofrecerle una disculpa por su comportamiento del día anterior, Arturo lo único que hizo fue asentar con la cabeza, ella se acercó a él y lo besó de una manera que era prácticamente imposible que en el privado de ella ocurriera lo inevitable, después de haber hecho el amor en el escritorio de la contadora ella lo invitó a comer para terminar en definitiva con el disgusto del día anterior, la contadora Contreras ignoraba el peligro que corría con su asistente.

Por la tarde se presentó otro jefe de la policía para hacerle las mismas preguntas  que el jefe anterior, obviamente ella desconocía lo sucedido en alta mar con su barco, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, no le encontraba sentido de que mandaran a otro policía a hacerle las mismas preguntas que el policía anterior.

Ya de salida la contadora invitó a dar una vuelta a su amante en barco, ya en alta mar después de haber hecho el amor de una manera igual de salvaje que en su departamento, ambos amantes sin ropa, él observaba el cuerpo perfecto de su pareja cuando en eso ella rompió el silencio platicándole cuanto le gustaba salir a navegar en soledad, disfrutar el océano, el paisaje, en fin, todo, pero lo que más le gustaba era encontrarse con un amigo muy especial, Arturo se desconcertó inmediatamente ante tremenda revelación, obviamente ignoraba de quién se trataba. 

Él le empezó a reclamar que porque se tenía que ver con alguien en medio del mar, porque le ocultaba que tenía a otro después de todo lo que había hecho él por ella, la contadora estaba confundida con el último comentario de él, le pidió que no se preocupara por nada, le explicó que su amigo fiel es un tiburón que siempre le hace compañía cuando que sale a navegar, a Arturo esa noticia le cayó como balde de agua fría, jamás se esperó esa respuesta, por otro lado se dio cuenta que ya había hablado de más; en ése momento ella le preguntó asombrada que había hecho él por ella, no entendía nada, él solo le pidió que para poder contarle todo tenía que confiar en él, ella tomó asiento y le dio toda su atención; el licenciado comenzó a relatarle todo desde que se distanciaron años antes, conforme avanzaba el relato, el miedo de la contadora crecía cada vez más al darse cuenta que estaba sola en alta mar con un psicópata, un asesino serial, un loco; ella le reclamó que con qué derecho le había quitado la vida a sus anteriores parejas, y lo que es peor, a un jefe de la policía, por eso la estaban inculpando a ella, eso no podía seguir así, si no se entregaba él a la policía ella lo iba a denunciar, obviamente estas últimas palabras no le habían agradado en lo más mínimo al licenciado, se paró de inmediato, la tomo del cabello y la amenazó argumentando que si decía una sola palabra de lo sucedido él mismo acabaría con ella; la contadora sabía que estaba sola, vulnerable y en peligro, en ése momento, se tendría que defender ella sola como fuera si quería sobrevivir, así comenzó aquella pelea, él la tomó de las manos para evitar el embate de bofetadas que le empezó a dar ella, la contadora se sentía en desventaja porque los dos estaban aún sin ropa, pero la pelea tuvo un giro inesperado a favor de la contadora, con lo mojado de la cubierta él resbaló y cayó en la parte trasera del barco golpeándose en la cara y cabeza, comenzó a sangrar abundantemente por la nariz quedando desmayado, la contadora no sabía qué hacer, estaba Arturo con medio cuerpo colgando en la parte trasera del barco, estaba asustada cuando de pronto de la nada brincó el tiburón y de una sola mordida jaló el cuerpo del asesino, la contadora estaba en shock pero al mismo tiempo se sintió aliviada y agradecida con su amigo al terminar con el peligro que ella corría; después de un par de horas tratando de asimilar lo sucedido se dispuso a vestirse rápidamente, también a limpiar la escena de aquel crimen que finalmente después de analizarlo ella no fue responsable, llegó a la conclusión de que ella fue víctima de las circunstancias, fue entonces que comprendió el por qué del comportamiento de su amigo el tiburón, el animal simplemente estaba esperando comida cada vez que ella salía a navegar.

Desde entonces cada vez que la contadora Contreras salía a navegar siempre llevaba comida para su buen amigo el tiburón que siempre la esperaba para poder obtener alimento fresco.

Conforme pasaba el tiempo la contadora Contreras comprendía que al mar no había que temerle, simplemente tenerle respeto, ella lo pensaría dos veces antes de volverse a meter al mar, uno nunca sabe con qué clase de amigos podría encontrarse en las profundidades de tan imponente escenario…

Fin