He renacido
Por: Mireya Hernández
Antes de relatarte esta historia, quiero que sepas que antes de ser quien soy, yo no era así. Yo era un pobre chiquillo asustadizo, que cualquier noticia le hacía temblar las rodillas, pero ahora, me mantengo firme como un roble, y no me gusta que nadie sepa que es lo que siento, porque a nadie tiene por qué importarle mi vida. Estoy solo, y me siento bien estando así.
¿Que a los ojos de todo el mundo soy la persona más fría? Quizás tengan razón, pero soy poco sutil, y me da igual lo que piense todo el mundo, hay cosas mucho más importantes en que pensar, aunque no tengan solución, como todo en esta insufrible vida.
Muchos me han preguntado porque soy así, porque estoy solo, porque soy tan pesimista, y la respuesta es que yo ya he abierto los ojos, y dejé atrás a ese mundo perfecto en el que muchos siguen creyendo. Yo ya salí de ese castillo de cristal, que lo único que hace es empañar nuestra visión, y nos envuelve en aquellas sonrisas despreocupadas, de los que aún siguen creyendo en cuentos de hadas.
¿Qué hice antes de llegar hasta este punto? Si la pregunta va encaminada hacia asuntos familiares, la respuesta es sí, sí tuve familia, tuve padres, tuve esposa, tuve hijos, sí, lo escuchaste bien, los tuve.
Mis padres se separaron cuando yo era muy pequeño, o antes de que naciera, no lo sé, mi madre nunca me lo dijo, y no me daba la confianza para preguntárselo, así que nunca conocí a mi padre. Creo que mi madre nunca supo cómo demostrarme si me quería o no, así que no recibí mucho aprecio de su parte. Quizás la solución estaba en que ella aprendiera a vivir y a olvidar, y yo a perdonar sus palabras hirientes, y poder controlar un poco mi carácter y haber tenido más tacto, nos habría hecho tener una mejor relación. Pero no hay muy buenos recuerdos de aquellos momentos.
Siendo muy joven, me enamoré de una chica maravillosa, ambos teníamos 19 años, y eso no significa que no haya sentido algo especial por otras chicas antes, simplemente que ella era diferente. Voy a tratar de explicarte, para que sepas porque recuerdo perfectamente aquella época. Ya la había visto antes, éramos compañeros en la academia, pero nunca había tenido el valor de acercarme a ella y saludarla. Pero llegó el día, ya había preguntado algunas dudas, pero todo me indicaba que la mejor manera de resolverlas, era preguntándoselas directamente a ella. Y así fue como empezó aquella aventura, que debo reconocer, su final me sigue pesando aún en estos días.
Cada segundo que pasaba a su lado era mágico, y con el tiempo me di cuenta de que aquella mujer no tenía apariencia humana, ella era un ángel. Su voz era dulce, su sonrisa celestial, su forma de ser tan tierna, que me hacía adorarla más de lo que quería reconocer. Todo me gustaba de ella, hasta su forma de caminar me parecía sobrenatural, pero había algo que nos separaba, y que terminaría por hacernos mucho daño, porque me daba cuenta de que aquello era mutuo: el silencio. Ella nunca me decía todo lo que pensaba, yo tampoco le decía todo lo que pasaba por mi mente, y así se fueron los días, las semanas, los meses, y llegó aquel día. Ambos estábamos conscientes de que quizás nunca nos volveríamos a ver. Nos dimos el abrazo que habíamos estado esperando desde que nos conocimos, sostuve su mano derecha entre las mías, sabiendo que después de soltarla ya no tendría ningún pretexto para mantenerla cerca, y dije aquellas palabras que me estaban quemando la garganta:
—te quiero mucho, y te voy a extrañar.
Nunca había visto una lágrima rodar por sus mejillas, porque ella hacía mucho esfuerzo para que yo no me diera cuenta de que tenía un corazón muy frágil, pero ese día la vi llorar, fue un yanto dulce, y muy discreto, no hacía ningún sonido, solo limpiaba sus mejillas con la mano que tenía libre, hasta que me pudo decir:
—yo también te quiero mucho, y también te voy a extrañar.
Hasta el último día, seguíamos sin decirnos lo que realmente estábamos pensando, y fue nuestro peor error.
Tiempo después me la encontré, y fue un reencuentro maravilloso. Ella era tan brillante como yo imaginé que lo sería, y cada palabra que articulaba era música para mis oídos, ella seguía hipnotizándome.
Después de darme cuenta que no podría decirle lo que sentía porque siempre pensaba en que ya era tarde, no me atrevía a acercarme. Ella no reparaba en mi presencia, pero yo la observaba, y seguía robándome el corazón.
Después conocí a más chicas. Me casé con una gran mujer que me regaló dos maravillosos hijos, y fui feliz a su lado, pero el pasado nunca se olvida.
Las circunstancias hicieron que me alejara de mi familia, haciéndoles creer que no me interesaban en lo más mínimo, y no me fue muy difícil, porque nunca les mostré todo lo que sentía, pero en esta ocasión era por su seguridad. Con el tiempo, y con un trabajo como el mío, nada está escrito. A mis oídos llegó información que no debía conocer, y lo mejor para todos, era permanecer bajo las sombras y alejado de las personas que amaba.
Después me acostumbré al silencio y a la soledad, y tuve tiempo de llenarme del pasado. Pensé en lo que no había hecho, pensé en lo que no había dicho. Pensé en mi ángel, y en los momentos que me había regalado, pensé en todo lo que ella no me había dicho, pensé en que yo podía adivinar lo que se ocultaba en su corazón, y que no tuve el carácter para actuar.
Ahora mis hijos ya hicieron sus vidas, y ya no me considero su dueño, porque a veces pienso que nunca los tuve. Mi esposa murió hace un par de semanas. Yo me quedé con muchos sueños sin cumplir, por esperar que el destino hiciera todo por mí.
No sé que estoy haciendo, no sé porque estoy escribiendo esto. Tengo que recordarme que esta tarde depositaré estas líneas en el bote de la basura. Si me está pasando esto es porque así lo decidí. No puedo regresar el tiempo y no me interesa. El silencio y yo somos buenos amigos, y si soy frío, es porque el hielo con el que la gente se atreve a hablar y hacer con sus semejantes lo que se le venga en gana, también me está consumiendo a mí.
En algún momento fui similar a ellos, quizás no con sus mismas intenciones, pero al fin de cuentas, hice cosas que ellos hacen, y formé parte de su juego, a veces por salvar mi vida, a veces porque no podía resolver un caso perdido. Esto es como una enfermedad, sabes cómo empieza, pero nunca como va a terminar.
Fin.