Hacia una política de pronombres

 

Héctor M. Magaña

No cabe duda, para que exista una política regida por principios propiamente humanos es necesario hacer una verdadera indagación antropológica, y para hacerla, hay que saber reflexionar sobre uno mismo. La introspección no es un ejercicio inconsecuente sino que es el principio de toda relación entre seres humanos y por ende entre toda sociedad.

Así, procediendo con el estudio del hombre para un quehacer político auténtico, Martin Buber (1878-1965) intenta hacer un análisis de lo que es el hombre. Su estudio va desde Aristóteles hasta Max Scheler y hace poner en la mesa una nueva antropología, una polifonía de voces: “Una antropología filosófica legítima tiene que saber no sólo que existe un género humano sino también pueblos; no sólo un alma humana sino también tipos y caracteres; no sólo una vida humana sino también edades de la vida.” Para el filósofo establecido en Jerusalén y defensor de la Sociedad Sionista, la vida humana no puede comprenderse de forma aislada sino como un conjunto diverso (en el caso de Israel con la convivencia entre judíos y árabes).

¿La diversidad siempre se ve envuelta en una política llena de teorías abstractas e idealismos de un utopista? En el caso de Buber, la solución se conserva en una relación de pronombres; entre el yo y el tú. El problema de las políticas actuales es tan viejo como la dicotomía entre sociedad e individuo que pone en la mesa J. J. Rousseau en el siglo XVIII. “Así como la vida cree falsamente que tiene que escoger entre individualismo y colectivismo, así también el pensamiento opina, falsamente, que tienen que escoger entre antropología individualista y una sociología colectivista.” Hemos hecho de las relaciones humanas una guerra de ellos contra el yo/tú.

¿Quién es el del que habla Buber? Es el eterno “Otro”, es aquel que se me revela como una suerte de problema o de reto. ¿Por qué se enfoca Buber en el ? No se trata de que nuestro filósofo aspire a poco, sino que es el paso esencial para poder abrirse a los otros. Ese “Otro” es el problema más inmediato que requiere la solución más urgente, la solución de que mi yo lo pueda reconocer como individuo. Uno de los grandes problemas de los escenarios políticos actuales es que los “otros” carecen de propiedades que los reconozcan como individuos propios. Cada vez que nosotros leemos sentencias como: “Murieron 34 personas en el accidente” ocurre que el número, la abstracción, arrebata la identidad individual. “La ciencia filosófica del hombre, que abarca la antropología y la sociología, tiene que partir de la consideración de este objeto: el hombre con el hombre.”

La política de pronombres es una política que huye de las abstracciones que no puedan reconocer al hombre por el hombre. Martin Buber, de este modo, sabe que lo que llevó a la Alemania nazi (de la cual huyó) a los horrores del antisemitismo es la abstracción hacia los judíos (a estrellas, a números, a fichas). ¿Qué ocurre en nuestros días? ¿No es acaso frecuente la presencia de que a las minorías se le reduzca a simples números y cifras? ¿Qué ocurre entonces con nuestro idioma, con nuestras relaciones y nuestras sociedades? “El colectivismo moderno es la última barrera que ha levantado el hombre antes de encontrarse consigo mismo.” Y quizás es la barrera más difícil de derrumbar.