Hacer que funcione
Hacer que funcione
Mtra. Irasel Negrete Ronzón
Todo puede tener otra vida: ¡Recicla!
En la columna de este mes quiero hablar de un tema que me parece importante resaltar ya que la modernidad en la que vivimos, el consumismo y la vertiginosidad de nuestra sociedad hace que muchas veces tengamos la costumbre de deshacernos de todo aquello que de acuerdo a nuestro criterio cumplió su ciclo de vida, además de que es mucho más cómodo y rápido tirar que pensar la forma de alargar la utilidad de los productos por lo que reflexionar qué podemos mejorar para ser amigables con el medio ambiente es una responsabilidad compartida de todas las personas.
Debido a que el Planeta Tierra es nuestro hogar, llevar a cabo acciones que impliquen reutilizar, reciclar y por supuesto reducir (las famosas 3R) siempre será una estrategia que todos los individuos podemos aplicar en nuestro día a día. Estas prácticas ambientalistas se deben formar en casa para después tener continuidad en la escuela, enseñar a los niños en primer lugar a cuidar lo que tienen, a darle su valor, buscar prolongar su vida útil haciendo buen uso del mismo es muy importante pues será el principio de acciones basadas en la reflexión y pensando no únicamente en lo que queremos sino también en lo que es benéfico para nuestro planeta.
Esta estrategia de las 3R popularizada por Greenpeace nos invita a tener hábitos responsables reduciendo el consumismo lo que también impactará positivamente en nuestro bolsillo puesto que sólo adquiriremos lo que necesitamos y lo haremos durar.
Probablemente en esta época pandémica con el uso de los cubrebocas y otros insumos que son de un sólo uso sea complicado cumplir con la estrategia de las 3R sin embargo hay acciones que podemos incluir en nuestro día a día, ejemplos de ellos son: donar aquellos productos que están en buen estado o son útiles pero que por alguna razón ya no nos gustan, darle otro uso a los envases, cajas o frascos que tenemos (ponernos creativos), separar la basura, cerrar bien la llave del agua, limitar el uso de productos empaquetados individualmente, apagar las luces que no estamos ocupando y por supuesto comprar sólo aquello que necesitamos. En el caso particular de la escuela además de las acciones mencionadas anteriormente, podemos sumar otras como son, usar las 2 caras de la hoja de la libreta, hacer uso óptimo de los materiales que poseen los alumnos, reutilizar el uniforme o materiales que puedan pertenecer a sus familiares, reducir el uso de desechables, además de que etiquetar sus pertenencias hará que tengan menos probabilidad de perderse no haya necesidad de comprarlas de nuevo, así como estas hay muchas otras más acciones que podemos poner en práctica, sólo es cuestión de decidir cambiar.
Todas estas acciones las podemos empezar a implementar en cualquier momento de nuestra vida, sin embargo a mayor edad es más complicado modificar nuestros hábitos y necesitamos mayor conciencia de lo que estamos haciendo para poderlo cambiar (además de fuerza de voluntad), es por ello que si enseñamos a los niños y adolescentes a hacer buen uso de lo que les rodea y por supuesto a reciclar, reutilizar y reducir, estaremos colaborando enormemente con nuestro planeta pues serán adultos empáticos con el medio ambiente.
El título de este artículo, reflexionado más profundamente, puede aplicarse a otros ámbitos como son las relaciones personales y profesionales donde muchas veces dejamos de poner nuestra parte y antes de valorar lo positivo de las mismas para poder darles continuidad tomamos decisiones precipitadas que dan soluciones rápidas y que no son las idóneas, así que un componente clave para que algo funcione es razonar el origen de nuestros deseos y decisiones así como analizar las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de las mismas para poder estar conscientes del impacto que tendrán en nosotros en terceros para así sentirnos satisfechos y seguros con nuestras acciones. Hacer que lo que tenemos funcione puede ser un propósito que se incluya a nuestra lista del 2022, ¡manos a la obra!.