Entre el Cielo y el Infierno Parte III
Por:Mario Evaristo González Méndez
¿Dónde está tu hermano?
La frase anterior es del libro del Génesis, en el Antiguo Testamento. Ahí se narra la historia de dos hermanos, Caín y Abel. Embrutecido por el enojo y la envidia, Caín asesina a su hermano Abel. Dios se da cuenta de lo que sucede y le pregunta a aquél por el paradero de su hermano. La respuesta de Caín revela la maldad en que se hallaba: “¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”.
Recuperar esta historia, sin afán de exégesis por ahora, es razón para abrirse a un diálogo sobre la condición que guardan las relaciones humanas, o más concretamente, ¿cómo se halla la fraternidad humana? Entiendo por ésta el sentido de identidad que nos hace reconocernos semejantes en dignidad y que nos impone la necesidad biológica, psicológica y espiritual de vivir en comunidad.
Vivir en comunidad es un riesgo necesario, natural. Todos tenemos experiencia de esto: vivimos en familia, tenemos relaciones sentimentales, laborales, sociales. En cada una de ellas hemos sido apreciados o despreciados, aceptados o rechazados, cuidados o maltratados. Cada uno se expone al amor o a la traición, nunca se sabe de dónde vendrá lo uno ni lo otro, porque la vida no se conforma con lo planeado, siempre sorprende. Pienso que una razón para esto es que la vida no es exclusivamente mía, no es «mi vida» la que vivo, es «la vida», de la cual soy actor co-protagónico, esto a pesar de aquellos que pretenden la libertad amorfa, que es mera ilusión.
Nadie puede apropiarse del movimiento vital, cuya realidad caleidoscópica sólo es posible a partir de la comunión de las singularidades. Es en el acontecer de esta relación donde se halla la génesis del acto responsable, es decir, de aquellas acciones mediadas por la comprensión de una respuesta a lo que me exige la tensión entre las aspiraciones personales y las necesidades comunitarias. Se dice que una persona es responsable cuando ha respondido con la conducta esperada por la comunidad, pero ¿es realmente lo que ella anhelaba hacer?, ¿el acto por el que se hace acreedora al reconocimiento de «responsable», la hace feliz?, ¿es legítimo que sus anhelos deban ser mediados por el bien común?
La respuesta depende de la doctrina ética que se siga: cinismo, hedonismo o estoicismo, todo ello sin faltar la dosis de relativismo contemporáneo. Y como esto no pretende ser catequesis, sino diálogo, debo expresar mi parecer: pienso que el bien personal sólo es posible cuando se reconoce la dimensión comunitaria de la vida y se opta por vivir desde la fraternidad como motivación intrínseca para promover relaciones solidarias.
Así, la felicidad no corresponde con la satisfacción de todos los anhelos, sino con la conformación de todos ellos a uno solo: vivir bien, esto es, hallarse en paz consigo mismo y con los demás. Y la paz no es evitar el conflicto natural por la tensión de libertades en movimiento, ni se consigue con la penalización de los excesos, porque la paz es un acto humano que implica la interioridad y la trascendencia de cada persona, por lo tanto, es un bien al que aspira, pero que debe cultivar conscientemente. La paz se trata de una opción consciente para co-habitar el mundo con la otredad, asumiendo el bien que se puede hacer y evitando el mal que también puedo hacer, pero que deforma la propia existencia.
Por lo dicho, se puede afirmar que Caín sí era el guardián de su hermano; su felicidad, su plenitud como persona sí dependía de lo que sucediera a Abel. Todos somos un poco de Caín y un poco de Abel; nos llama el cielo, pero a ratos hacemos veredas al infierno. Salimos a exigir justicia por el crimen, pero nos permitimos consumirlo (¿o acaso consumarlo?) en lo secreto.
Soy responsable de que tu vida sea mejor, deseo ser la mejor versión de mi porque lo merecemos, porque nos necesitamos bien, porque fui consciente de mi «ser» cuando advertí que «eres», porque tu presencia es eco de la Aquél que nos hace comunión. Porque en estos tiempos violentos, mi hermano está donde lo he arrojado y no quiero conformarme con eso, sé que tu y yo podemos dar una mejor respuesta.