¡El último secreto!
Por: Mireya Hernández Hernández
Esta tarde me dediqué a hacer un recuento de todo lo que no te he dicho, y caí en cuenta de que te he ocultado muchos secretos: me quedé callada al no gritar que tus acciones, aquellas acciones que siempre han estado guiadas por los impulsos, al final de cuentas acabaron por herirme, y si eso era lo que pretendías, no lo sé. No te dije que tus palabras me hacían daño, porque no sabía cuál iba a ser tu reacción. No te confesé que tus silencios, que nuestros silencios pesaban mucho. No permití que supieras todo lo que pasaba por mi mente referente a ti, y en ocasiones hablaba, cuando en realidad quería quedarme callada, pero también callaba, cuando en el fondo quería gritar. No te dije que quería abrazarte, que quería protegerte, y ahora no sé si algún día te diste cuenta, o si cumplí bien esa única tarea que me propuse el día en que llegaste a mi vida.
Como puedes ver, no te dije muchas cosas, aunque seguramente te sucedió lo mismo a ti, mis motivos son muy complejos de explicar, los tuyos me llevé toda una vida en descifrarlos, y se me fue el tiempo en ello, porque aún en este momento, sigo sin entenderlos, pero también he dejado de buscarlos, porque ahora lo que me falta es tiempo.
¿Y sabes? Había escrito todas las posibles explicaciones a tus acciones y palabras, pero ya no puedo decírtelas porque no puedo ir por ellas, y porque empiezo a olvidar donde las he dejado, y en ocasiones dudo haberlas escrito, quizás descifrarte fue lo único que no estaba dentro de mi misión en la vida, si se le puede llamar misión a medio siglo de vida tirado a la basura, y el resto lleno de lamentaciones.
En fin, si ya no puedo decirte lo que durante tantos años me empeñé en encontrar, te puedo confesar abiertamente que no me queda nada, porque eso fue lo único que ocupaba mis pensamientos, y te preguntarás si te culpo por eso, y la respuesta es no, porque la decisión de permitirte ser dueño de mi vida aunque tú nunca lo supiste, fue solo mía.
Perdón por mentirte otra vez, porque he caído en cuenta de que sí me queda algo, y eso se llama satisfacción: la satisfacción de haber disfrutado los momentos increíbles que pasé a tu lado, la satisfacción de haber abrazado a las personas que amé, excepto tú, claro está. Me siento satisfecha porque hice lo que estuvo en mis manos para que los que formaron parte de mi vida fueran felices, aunque no sé si pude hacer lo mismo contigo. También estoy satisfecha porque hice prácticamente todo lo que me causaba felicidad, y lloré casi cuando tenía que hacerlo, aunque a veces me guardé las lágrimas por orgullosa.
Y con esto solo quiero decirte que tuve una vida tranquila, y si no hice algunas cosas fue porque así lo decidí, aunque el precio haya sido mi sufrimiento. Es cierto que me arrepiento de algunas de mis acciones y palabras, pero ya no me quedan fuerzas para corregir esos errores, y sinceramente no sé si aún tenga tiempo para hacerlo.
Deseo de todo corazón que tú hayas tenido una vida tranquila, porque me dolería saber que has sufrido mucho.
No sé donde estés ahora, no sé qué fue de tu vida desde que nos vimos por última vez. Recuerdo que cuando era joven, y aún tenía la certeza de que te seguiría frecuentando, siempre me preguntaba que sentiría cuando me alejara de ti, y bueno, ahora te digo que fue lo más duro que me pudo pasar en la vida, te extrañé mucho, y te sigo extrañando, puedes o no creerme esto, pero cuando alguien se encuentra en el mismo estado que yo, solo quedan los recuerdos, los cuales empiezo a perder, y eso casi siempre me hace sentir sumamente triste, ¡porque no quiero olvidarte! No quiero olvidar lo que siento por ti, si cuando tuve oportunidad de hacerlo no quise, y aunque quizás no fue lo correcto, fue mi decisión, y ahora la vida quiere decidir por mí.
Por eso escribo, para cuando lo olvide todo tenga mi historia para leer, y para crear aquellas imágenes que antes se llamaban recuerdos, ¡no quiero olvidarte!
Las pocas fuerzas que aún me quedan las ocupo en pensar en ti y en el pasado, pero solo en los momentos felices, porque ya no puedo levantarme ni salir, por mi propia seguridad, y reflexionar sobre el estado en el que me encuentro me hace sentir aún peor.
Sé que he guardado muchos secretos, algunos para no herir, otros porque los quise conservar solo para mí, algunos más porque juré no confesarlos nunca, otros porque no consideraba oportuno que nadie los supiera, y finalmente, algunos porque ya no los recuerdo, pero quiero decirte, que aunque nunca te dije todo, aunque no te abracé, y pronto te borrarás de mi memoria aunque no quiera, así como el resto de mis recuerdos, mi corazón te seguirá conservando, porque no dejaré de sentir hasta que mi vida se apague.
Perdóname si mis silencios te hicieron daño, perdón si te mentí demasiado o si te ilusioné, nunca fue mi intención, y porque ya no quiero cometer más errores ni guardar un secreto, me atrevo a confesarte finalmente que te quiero.
Y si supiera que estas líneas van a llegar a tus manos y que yo voy a permitir que eso suceda, me gustaría hacerte una pregunta ¿este es el último secreto?
¿Por qué guardamos un secreto? ¿Hasta qué punto es comprensible guardar un secreto? ¿En qué momento los secretos empiezan a consumirnos? ¿Cuándo dejaremos de guardar secretos? ¿Tú has guardado un secreto? ¿Quién nos ha dicho que guardar secretos sea lo mejor o peor? ¿A quién le has ocultado un secreto?
¿Estás seguro de que este es el último secreto?
¿Estoy segura de que es el último secreto?