El Sistema de Salud en México secuela del Teatro del Absurdo
Por: Javier Naranjo*
Hace unos días recordé mis clases de bachillerato, donde la maestra de literatura, nos encargó como examen final una lectura y análisis del género literario Teatro del Absurdo, fue la primera vez que mis compañeros y yo leímos algo tan particular, contradictorio, opuesto a la razón, sin sentido, con abundante sarcasmo; pensé que sería solo un trabajo y con ello tendría mi calificación para terminar semestre y no volvería a tratar de entender una obra de ese género; pero quien diría que años más tarde sería parte de la vida política de mi país. No se desconcierten solo hagan un poco de memoria, desde el 1 de diciembre de 2018, la vida política el país pareciera recordar aquel género dramático, basta con sintonizar la mañanera, donde apremia un discurso donde se denota la condición humana carente de sentido, monólogos chocantes, contradictorios, irregulares, arbitrarios y llegando a ser extravagantes.
Al día de hoy veo en la figura presidencial de mi lindo México, a un personaje que encaja perfecto con este género, porque es carente de propósito y significado, que recurre al cuestionamiento de la existencia humana, con un desfase de la realidad, percibiéndose una imposibilidad de comunicación concreta y efectiva.
Lo anterior viene de la mano con la realidad que vive el sistema de salud en nuestro país, olvidado por nuestro máximo jerarca, el gabinete presidencial, gobernadores, senadores y diputados; sistema flagelado y arrumbado que obtuvo los reflectores al llegar una pandemia llamada COVID-19, al fin los altos jerarcas, los partidos políticos y la sociedad en general voltearon a ver al tan desgastado aparato de salud pública de México, donde se le invierte poco y se le exige mucho, es decir, hospitales viejos con instalaciones no modernas, pocas camas, pocos ventiladores volumétricos (artificiales), pocos insumos, pobres equipos de protección personal, poca capacitación, poco personal de salud, entre otras muchas carencias, mal que compete en mayor proporción a los líderes políticos y en menor proporción pero significante al propio personal de salud que se deja, que no exige, que se queda de brazos cruzados; perjudicando estas acciones a la clase media y pobre, los olvidados de muchos sexenios una vez terminadas las campañas políticas, población que es la mayoría de nuestra sociedad y a la vez el sector más vulnerable, secundario a la desigualdad económica y de clases.
Las estadísticas son claras desde 2014 México no cumple con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en tener el número suficiente de médicos para atender a su población, como dato a nivel nacional se tiene alrededor de 0.8 médicos especialistas por cada 1000 habitantes, además de tener déficit de centros de salud, unidades de medicina familiar y hospitales de segundo nivel de atención, estos últimos deben tener 1 cama por cada 1000 derechohabientes, saquen sus cuentas, ustedes mismos reconocerán si el hospital más cercano, en donde se atienden tiene el número suficiente de camas censables para poder atender con calidad a la población en un día típico en sala de urgencias y hospitalización a pacientes con enfermedades cronicodegenerativas descontroladas o descompensadas, pancreatitis, politrauma, fracturas, apendicitis, colecistitis y resto de padecimientos que generan consultas en urgencias e internamientos. Al hacer tan sencillo análisis se comprende la preocupación de nuestros grandes políticos sobre qué acciones emprender para poder hacer frente o un intento ante la contingencia en salud generada por el virus SARS CoV2 que en próximos días estará en fase 3. Eminentes políticos empezando por el presiente, su gabinete, cámara de diputados, cámara de senadores, magistrados de la suprema corte de justicia, gobernadores de los estados; todos nos han fallado, no cumplieron con el artículo 4 de la constitución política de los estados unidad mexicanos que dice: “toda persona tiene derecho a la protección de la salud…”; no cumplieron con la Ley General de Salud que dice: Art. 1º. La presente ley reglamenta el derecho a la protección de la salud que tiene toda persona en los términos del artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos…”, y al resto de artículos aquí contemplados. Salta a la luz la modificación de los artículos 81 y 272 bis1, por decreto del entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa y publicados en DOF el 25 de marzo de 2015, donde entre otras cosas se le da la facultad al “Comité Normativo Nacional de Consejos de Especialidades Médicas” (CONACEM), para tener la naturaleza de organismo auxiliar de la Administración Pública Federal a efecto de supervisar el entrenamiento, habilidades, destrezas y calificación de la pericia que se requiere para la certificación y recertificación de la misma en las diferentes especialidades de la medicina reconocidas por el Comité y en las instituciones de salud oficialmente reconocidas ante las autoridades correspondientes. Mismo que es una Asociación civil y no propia del estado. A que viene esto, respuesta simple, a que durante estos días de contingencia por pandemia COVID-19, nos han llenado de spots publicitaros por televisión, radio, Facebook, twitter, Instagram y plataformas digitales, sobre la necesidad de personal de salud y pidiendo desesperadamente por parte de INSABI, IMSS, ISSSTE, ISSFAM, Secretaria de salud, que acudan los médicos especialistas a contratarse para poder dar atención médica a pacientes infectados por COVID-19 que en breve serán cientos de miles, que obliga al estado mexicano a realizar la reconversión hospitalaria con el fin de aumentar el número de camas, ya sea en áreas de consulta externa, salas de espera, estacionamientos, gimnasios, estadios o donde sea necesario para poder tener personal médico y paramédico suficiente para brindar la tan pisoteada protección de la salud a la que todos los mexicanos tenemos derecho y así tratar de dar batalla a tan feroz enfermedad. Pero que creen, por dicho decreto muchos especialistas que cursaron de 3 a 7 años de especialidad o subespecialidad, con el aval de una universidad pública y por una institución de salud reconocidas ante el gobierno federal, no podrán acudir al llamado para enlistarse en esta noble batalla contra un virus desconocido, agresivo como ninguno y que ha modificado la vida cotidiana de nuestro país con la sana distancia, por no contar con el aval de CONACEM que permita obtener una cédula profesional para contratarse.
Y la pregunta sería, ¿En donde están, en donde están los que van a certificar?, si se aplica la lógica, ningún médico especialista o general del país está capacitado, adiestrado durante su formación como especialista o médico general, para combatir el COVID-19, por lo tanto nadie tendría que estar atendiendo a estos pacientes contagiados; situación irreal, ya que cada uno de esos médicos son unos profesionales, que sin decir nada callan y pagan cuotas de los 6000 a 1000 pesos por hacer un examen, mismo que sino apruebas tendrás que volver a pagar y si apruebas tendrás que seguir pagando congresos, diplomados, cursos para recertificar, con lo que llegamos a preguntarnos ¿ Pará que sirve CONACEM? ¿De quién es tan magnífico negocio? ¿A quién reportan ese dinero y si es fiscalizado por hacienda? ¿En dónde han estado durante esta contingencia? y lo más alarmante donde está el discurso de lo absurdo de AMLO, quiere médicos, él tiene en sus manos la solución, ya debería haber realizado un decreto donde anularía o cambiaría estas modificaciones a la Ley General de Salud de su disque acérrimo rival Felipe Calderón Hinojosa, cosa que difícilmente sucederá porque vivimos en el drama del Teatro del Absurdo.
En conclusión, amigos se nos viene la noche asociado a que como sociedad no respetamos la sana distancia, que como resultado tendrá una fase tres donde cientos de miles estarán contagiados, mismos que serán atendidos por un sistema de salud mexicano viejo y reumático por su infraestructura, sin insumos suficientes, sin equipamiento de punta, sin equipos de protección personal, sin personal de salud suficiente incluyendo a médicos especialistas, porque alguien ve en la salud un negocio personal y no un bien común. Y por su puesto donde un jefe de estado maneja la vida pública y política de un país como el Teatro del Absurdo.
*Colaboración.