El sentido de los «templos» en la Iglesia Católica
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Por: Mario Evaristo González Méndez
Las pintas que algunas personas ¿feministas? vienen realizando desde hace varios meses en las paredes de los templos católicos pueden ser interpretadas de modos diversos, según el interés de quien las aborde. Para el caso de esta opinión, son un recordatorio oportuno para quienes somo católicos. Esta situación unida a la suspensión de actividades presenciales por la contingencia de salud nos invita a reconocer el sentido y valor de los templos, y para ello se ofrece una paráfrasis del texto “Cinco tesis sobre el sentido de los «templos» en la iglesia católica” de Pedro Rodríguez (1):
Partimos del presupuesto de que “los templos, en la historia de las religiones, son lugares para la adoración de Dios (de los dioses) y, de ordinario, lugares en los que se estima que hay una peculiar presencia de Dios (de los dioses)” (p. 299) Sin embargo, para el cristianismo la palabra «templo» no refiere a lugares o edificios, sino personas, en analogía a aquél pasaje bíblico en que Jesús se asume como el nuevo templo (Jn 2, 14-22).
Para los cristianos de los primeros siglos, el lugar de reunión donde los creyentes celebraban el culto se denominaba «Domus Dei» —la casa de Dios—, el «Dominicum» —la casa del Señor—, la «Domus Ecclesiae» —la casa en que se reúne la Iglesia—.
Al irse consolidando la teología y cultura cristianas se recuperó el uso de la palabra templo para nombrar los edificios de culto, sin embargo, un mejor discernimiento llevó a las comunidades cristianas a adoptar el vocablo «iglesia». Así,
Se terminó llamando a los lugares de culto «iglesias», pues allí se reunía la «Iglesia», es decir, la comunidad de los cristianos convocada por Cristo (…) Tenemos, pues, el lugar, el edificio, la «domus», designado por la cualidad de las personas que en él se reúnen: «ecclesia». Siempre será determinante en el cristianismo las personas por encima de las cosas, «las piedras vivas» sobre las simples piedras (p. 298-299).
Rodríguez (2003, p.p. 300-320) ofrece cinco tesis que fundamentan lo anterior (le recuerdo al lector que esto es apenas una síntesis que, para mayor comprensión, es recomendable leer completo el texto referido):
Tesis 1.ª: Para los cristianos el verdadero Templo de Dios no es espacial (un lugar, un edificio), sino personal: el Hijo de Dios según su humanidad, el Hombre Cristo Jesús.
Tesis 2.ª: Según el testimonio del Nuevo Testamento también la Iglesia —es decir, la comunidad cristiana— y cada cristiano son el Templo de Dios.
Tesis 3.ª Según el Evangelio de San Juan, el Templo de Dios no está vinculado a un lugar, sino que está en todas partes, y el culto que Dios busca es el culto en Espíritu y verdad.
Tesis 4.ª Mientras la Iglesia peregrina en la historia, dispone, sin embargo, de lugares para la reunión de la comunidad cristiana, que tienen verdadero carácter de templos por razón de la Liturgia y, de manera eminente, por razón de la Eucaristía, que es el centro del culto cristiano y, en consecuencia, del templo.
Tesis 5.ª En la Jerusalén celestial —es decir, en la Iglesia consumada— no habrá «Templo», porque allí Cristo mismo será su Templo.
Para quienes profesamos la fe católica, resulta lamentable que los templos sean vandalizados porque tienen un valor inestimable. Sin embargo, reconocemos que ese valor le viene dado por el servicio que prestan a la dignificación de la vida en su dimensión espiritual y corporal, pues son lugares de reunión de tantas personas de buena voluntad que organizan no sólo el culto sino la caridad en favor de las hermanas y los hermanos más pobres.
A los lectores con quienes nos hermana la fe, les invito a reconocer en esas pintas una invitación más intensa para dignificar la vida con actos concretos de solidaridad y justicia hacia el prójimo; resistamos a las estructuras ideológicas que pretenden homogenizar la libertad y censurar la genuina diversidad; renunciemos al silencio cómplice de terribles crímenes que se comenten en nombre de la fe, de la ciencia o del progreso; exijamos justicia por las víctimas de la criminalidad y acompañemos fraternalmente a las víctimas.
Por último, nuestros templos en la ciudad o en el campo, son un continuo recordatorio del horizonte de la existencia de la mujer y el hombre cristianos. Son lugares que nos animan a sanar y volvernos con renovado vigor al mundo. Son belleza que no es posible contemplar sin contemplar-nos.
Postdata:
- Si al rayar el templo te encuentras liberado, sanado, justificado, amado: ¡raya, rasga, rompe! Pero no te devuelvas al mundo igual que como llegaste, deja aquí lo peor de ti y lleva lo que te hace mejor.
- Sobre el aborto, la pederastia en la Iglesia, la riqueza de la Iglesia, el machismo de la Iglesia y otros tantos atributos, ya se ha escrito y se hace el mayor bien posible; lamento que incluso los cristianos católicos ignoremos tanto al respecto.
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(1) Rodríguez, P. (2003). Cinco tesis sobre el sentido de los «templos» en la Iglesia Católica. Recuperado de https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/20779/1/Cinco%20tesis%20sobre%20el%20senrido%20de%20los%20templos%20en%20la%20Iglesia%20Cat%C3%B3lica.pdf