El padrino Gachuztone
Por: Armando H. Noriega
Un abrazo hasta el cielo mi querido padrino Gachuztone
Se estaba atando las agujetas de los tenis, cómo todos los días se disponía a empezar su entrenamiento para el próximo maratón, afuera en el patio lo esperaba su fiel compañero Saigón, un hermoso ejemplar Husky, Víctor, mejor conocido como el Padrino Gachuztone por ayudar desinteresadamente a sus verdaderos amigos, ya había decidido esa tarde ir a entrenar a Xochimilco, había elegido ese emblemático lugar por su historia, paisajes, leyendas, pero sobretodo se respiraba aire fresco, la historia cuenta que en 1352 una de las siete tribus nahuatlacas que salieron de la mítica Chicomostoc fundó Xochimilco, mismo que viene del vocablo náhuatl que significa “en la tierra sembrada de flores”, justo en ese lugar construyeron las chinampas que eran empleadas para la siembra de legumbres y flores; entre ellas dejaban canales de agua para transportar los alimentos y distintos productos de comercio de la época en canoas, además de que los mexicas obligaron a los xochimilcas a construir la gran Calzada de Iztapalapa, hoy conocida como la Calzada de Tlalpan, así como a proporcionar material y mano de obra para edificar su pirámide principal, obvio los españoles nada tontos respetaron el sistema chinampero de Xochimilco, pues de él se alimentó la capital de la Nueva España durante el virreinato.
Por otro lado existe la leyenda de Don Julián, quien era vigilante de la isla de las muñecas descubrió el cuerpo de una niña a la orilla del lago por lo que desesperado hizo todo lo posible para salvarle la vida, sin embargo la pequeña murió por causas extrañas y desconocidas, tras lo sucedido el señor vigilante se sentía atormentado y aseguraba que el espíritu de la niña había sido poseído por una de las muñecas y para protegerse comenzó a colgar muñecas de todo tipo y tamaño alrededor de la laguna situada en Xochimilco, tiempo después Don Julián fue hallado sin vida justo en el mismo lugar donde él había encontrado a la niña que trató de salvarla, algunos dicen que se sentía culpable por no haber salvado y que por eso se había vuelto loco pero la realidad es que nadie sabe lo que pasó, hay quienes dicen que las muñecas colgadas de las ramas de la chinampa, hecha de carrizo, y zacatónen se mueven, o que susurran por las noches.
Obviamente Víctor no creía nada de ese tipo de leyendas, y justo escogió ese lugar para entrenar esa tarde, subió junto con Saigón a su camioneta y emprendió el viaje hacia aquel tenebroso lugar.
Llegó a buena hora todavía, empezó su calentamiento e inició a trote su preparación, poco a poco se empezó a acercar a aquel lugar, no se percató que Saigón estaba más inquieto de lo normal, después de un rato empezó a obscurecer, a Víctor eso no le importaba, le gustaba estar en forma porque cada maratón lo corría junto a su padre Don Álvaro, él también se preparaba para poder bajar su tiempo en cada carrera, ya estaba obscuro y a unos cuantos metros vio al vigilante del lugar que le advirtió que ya iban a cerrar el lugar, Víctor sólo asintió con la cabeza al mismo tiempo que intentaba tranquilizar a Saigón que le ladraba a aquél hombre, mismo que desapareció sin que el corredor se diera cuenta, amo y perro siguieron su camino cuando sintió que alguien lo observaba, volteó para todos lados, no vio a nadie, minutos después se detuvo a beber un poco de agua y también para hidratar a su fiel compañero, todo estaba en silencio, se podía escuchar el canto de los grillos y de algunos animales del lugar, al incorporarse para continuar su recorrido vio enfrente a una niña que estaba enfrente llorando, era una niña que a simple vista parecía angelical, Saigón estaba atrás de su amo con la cola entre las patas, asustado, Víctor le preguntó a la niña por sus padres, la niña no hacía nada más que llorar desconsolada, a esas alturas no se había dado cuenta que los arboles estaban adornados con muñecas de todo tipo, Víctor no sabía qué hacer, empezó a sentir algo de miedo, todas esas muñecas lucían terroríficas, y sin darse cuenta las muñecas empezaban a moverse, unas movían la cabeza, otras los brazos, otras las piernas, otras abrían y cerraban los ojos, todas al mismo tiempo, la primera reacción de Víctor fue paternalista, tomó a la niña de la mano y empezó a correr, aquella niña no dejaba de llorar, Saigón no paraba de ladrar, de pronto la niña empezó a guiar a Víctor por sendas extrañas, corrieron durante 10 o 15 minutos, lo único que hizo la niña fue adentrar a Víctor a esas extrañas sendas, cuando se dio cuenta ya estaba justo entre todos los árboles que estaban llenos de muñecas, todas se movían como si tuvieran vida propia, Saigón no dejaba de ladrar, en un abrir y cerrar de ojos Víctor se dio cuenta que la niña se había convertido en una muñeca, sin pensarlo la soltó, empezó a correr, Saigón iba junto a él, iba gruñendo durante todo el camino, era obvio que Saigón lo iba a proteger de todo mal incluso aquél noble animal estaba dispuesto a dar la vida por su amo, era un perro más que fiel, era leal, el can empezó a tomar la delantera, debido a su gran olfato lo estaba conduciendo a la salida de aquél laberinto de árboles, el vigilante de aquél centro turístico le marcó el alto, le comentó que le había advertido que se retirara, no eran canales seguros por la noche, había hecho enojar a los símbolos de aquéllos árboles, las muñecas, ahora estaría atrapado para siempre en ese emblemático paisaje embrujado, una vez entrando no había vuelta atrás, el pasaría a formar parte de los espíritus que habitaban en todas y cada una de las muñecas, incluso su alma ya le pertenecía a la muñeca que traía en la mano, Víctor le dijo que había soltado a la muñeca kilómetros atrás, a lo que el vigilante la sacó de la parte de atrás, se la ofreció no sin antes decirle que hiciera lo que hiciera la muñeca lo iba a seguir a cualquier lado, le volvió a decir que su alma ya le pertenecía a aquél juguete, incluso su mascota también se quedaría con él, Saigón de la nada se lanzó a atacar al vigilante, pareciera que el animal entendía cada palabra que el hombre le decía a su amo, Víctor trataba de tranquilizar a su compañero, de pronto Saigón guardó silencio y se echó, aquel extraño vigilante había desaparecido otra vez, pero atrás de Saigón apareció la niña, Víctor sin pensarlo empezó a correr junto a su compañero, esta vez sin rumbo fijo, sin darse cuenta amo y can llegaron al convento de San Bernardino, se dio cuenta que estaba ahí por su increíble construcción del siglo XVI es un lugar que días antes acababa de conocer, es un templo sencillo pero impresionante, el Convento de San Bernardino es famoso por su gran atrio, a él le había encantado el lugar, a pesar de no ser un hombre muy religioso, es un hombre muy culto, con una buena preparación académica, por supuesto le había llamado mucho la atención también las imágenes de diferentes épocas, disfrutar de lo bello de su decoración interior, una vez dentro de aquel templo sintió una paz interior, se sentía tranquilo, al voltear a ver a su fiel compañero se dio cuenta que se estaba bebiendo el agua de la pila de agua bendita, el Padrino decidió sentarse a recobrar el aliento en una de las bancas del sagrado centro religioso, al mismo tiempo estaba ideando la ruta de escape, volteo y se vio rodeado de puras muñecas, Saigón estaba en posición de ataque, Víctor se puso de pie muy lentamente, empezó a caminar a la salida de aquel lugar, su compañero siguió sus pasos muy lentamente también, al momento de encontrarse en la salida amo y can corrieron rumbo a su camioneta, sin darse cuenta cayó en uno de los canales, Saigón lo estaba jalando a una orilla, pero los lirios se le empezaron a enredar por todo el cuerpo, el Padrino es fuerte, no es de los que se dan por vencidos tan fácilmente, pero entre más nadaba, la orilla se alejaba, estaba desesperado, al poco tiempo en cansancio empezó a cobrar factura, justo antes de llegar a la orilla Víctor estaba en su cama, junto a su compañero, pensando para sus adentros que todo había sido una pesadilla, se levantó al baño y justo en la orilla de su cama estaba aquella muñeca que había visualizado en su pesadilla, se sentía confundido, no daba crédito a aquella aparición, Saigón se paró junto a él moviendo la cola, estaba feliz de ver nuevamente a su amo, lo empezó a dirigir a una luz brillante, una luz llena de paz, Víctor sólo pensó que ya era la hora de reunirse con sus antepasados y amigos que se habían adelantado en el camino, sabía que sus hijos estaban en buenas manos, sus padres y hermanos lo iban a extrañar, pero él sabía que era la hora de partir, y junto a su fiel compañero emprendió su nuevo camino, un viaje a un camino nuevo sin regreso a aquella luz brillante, lo cierto es que de vez en vez se da sus escapadas para visitar y manifestarse de alguna manera con sus seres queridos y hacerles ver que ahora está bien, trata de dejar señales para que estén en paz y tranquilos, eso sí, en cada maratón que hay, y en cada entrenamiento de Don Álvaro, Víctor y su fiel compañero Saigón está corriendo junto a él hasta cruzar la meta con los brazos en alto, en cada luna brillante entra en forma de luz para cuidar de sus hijos y esposa, con cada brisa visita a su hermana acariciando su cabello, en cada guiso se encuentra con su madre, y con cada olor a un buen corte al carbón le dice a su hermano que disfrute de la vida como el la disfrutó, la realidad es que donde quiera que se encuentra manda bendiciones a todos sus seres queridos el gran Padrino Gachuztone.
Fin