El demonio de la arbitrariedad y la autonomía de gestión

Por Sandra Ortiz Martinez y Artemio Ríos Rivera* 

 

La palabra cura un poco las heridas, nos libera de los demonios que irrumpen nuestros días. Ya sabemos que cuando decimos “demonios”, se trata de esos entes psíquicos que cada uno construye a partir de las vivencias problemáticas que no se resuelven bien, es decir, no hablamos de las personas (aunque algunas representen muy bien el concepto) y menos aun hablamos de la existencia de seres extraterrenales.

 

Los educadores tenemos muchos demonios: el maltrato que reconocemos en los niños con los que trabajamos, su hambre o malnutrición, la falta de herramientas para lograr que aprendan, la falta de apoyo para mejorar las condiciones en que enseñamos, el control que se ejerce sobre nuestro trabajo desde evaluaciones punitivas o a través de funcionarios mediocres y corruptos.

 

Hace un par de semanas, resucitó de entre los muertos (para seguir jugando con metáforas extraterrenales), un demonio que creímos enterrado, aquí el relato de su avistamiento:

 

Visitábamos una telesecundaria para leer poesía con chicos de todos los grados, como es costumbre, llegamos unos minutos antes para preparar el espacio y las condiciones para que los jóvenes disfruten sin interrupciones. Al entrar a la escuela con un montón de libros en los brazos, la directora recibió una llamada de su autoridad inmediata: el supervisor le decía que estaba afuera de la escuela y que “ese maestro” no podía estar en la escuela, que no pertenecía a la zona escolar y que la actividad no estaba en la ruta de mejora del plantel. La directora respondió que el colectivo docente lo había invitado y que la actividad sí se encontraba planeada en la ruta; el personaje insistió y amenazó con que si “ese maestro” no se retiraba le levantaría un acta administrativa a ella. Para este tipo de personajes, la autonomía de gestión es que las escuelas hagan lo que él diga, aunque sus alcances académicos de miras sean muy cortas.

 

Hace años que “ese maestro” realizó actividades políticas que buscaron democratizar la sección del sindicato al que estaba adscrito, hace años que “ese maestro” denunció las prácticas corruptas de los líderes sindicales y que significó una molestia para ese supervisor que ahora prohibía la entrada a “ese maestro”. El demonio de la disidencia despertó en la pesadilla de ese supervisor, un charro sindical que, seguramente, aún disfruta de hacer sonar sus espuelas.

 

“Ese maestro” decidió que mientras la directora tomaba una decisión iniciaría la actividad planeada a la hora acordada. Los chicos disfrutaron de los 20 poemas de amor y una canción desesperada de Neruda, luego, de algunos poemas selectos de José Martí; estuvieron atentos y participativos. “Ese maestro” temía que la directora fuera afectada, se despertó el demonio del temor a la represión de los colegas comprometidos.

Para la hora del recreo, el colectivo docente estaba unido y fuerte, habían decidido que enfrentarían la arbitrariedad y defenderían la autonomía de su escuela para llevar actividades de promoción de lectura para sus muchachos. La actividad de lectura culminó alegremente con la activa participación de los muchachos y la invitación de las maestras a visitar nuevamente la escuela. Para el final de la jornada el demonio del miedo a la represión había vuelto a las catacumbas, la valentía de las docentes muy pronto lo esfumó. Razonando calmadamente, las maestras valoraron que no había razones para que el Supervisor concretara sus amenazas. Sin embargo siempre quedan dudas de lo que son capaces de hacer estos mezquinos personajes.

 

De los demonios del Charro no nos hacemos cargo, cada uno que cure sus heridas y sus demonios. Aunque cuesta trabajo pensar si es que una vida dedicada a lucrar con el temor de los docentes le permitirá minutos de sosiego: el autoritarismo, la arbitrariedad y la corrupción cobran una factura alta, pues todo aquel que piense y actúe por cuenta propia será una amenaza, todo aquel que trabaje honestamente por los chicos es un enemigo a vencer, la corrupción de uno requiere de la complicidad y el temor de muchos.

 

Los y las maestras se apoderan poco a poco de su lugar, de su voz y su palabra. Nosotros agradecemos mucho a las maestras valientes que esta vez nos prestaron su espada para ahuyentar a la arbitrariedad. Nosotros seguiremos con nuestra propuesta académica, con el solidario trabajo de Poesía en Rotación la forma más a la mano que hemos construido para contribuir a formar un país mejor.