Desalojos Forzosos
Por Teresa Carbajal*
Hace poco más de diez años en Veracruz, se desató una fuerte ola de desalojos forzosos originados por juicios incoados por bancos, agiotistas y financieras que obtenían en tribunales sentencias que les daban el derecho de cobrar sumas desorbitadas, que a su vez seguían generando mes a mes, más intereses, haciéndolas impagables.
Ningún dinero era suficiente para pagarlas, y se llegó al absurdo de que tales deudas eran mayores al valor comercial que tenían las viviendas con las que se garantizaban los adeudos. La voracidad de los acreedores por aquellas fechas ‘al amparo’ de las sentencias judiciales se reafirmaba, con un rotundo: “Págame o entrégame tu casa”.
Las personas que llegaban al Barzón en busca de ayuda, no venían en busca de solución; si no a preguntar cuantos éramos, y si podíamos convocar a nuestros compañeros para ir a “resistir un desalojo”.
Para quienes no lo sepan, resistir un desalojo, significa en pocas palabras, enfrentarse a la policía, hacer cadenas humanas e impedir que la fuerza pública desalojara a una familia. Un Desalojo es algo que nadie, nunca, debiera vivir.
La realidad de los desalojados contrastaba con el caso de las personas que sí se encontraban organizadas; pues con el paso del tiempo, comenzó a darse un poco de apertura en el asunto de las negociaciones con los acreedores, y fuimos obteniendo mejores acuerdos y el rescate de propiedades sin llegar a desalojos.
La respuesta del Barzón, fue indagar las causas por las que alguien llegaba a esos extremos, revisamos los casos y en la mayoría de ellos, descubrimos que las personas: no se defendían en juicio, no contestaban las demandas, no ofrecían pruebas que demostraran los pagos que habían hecho, no acudían a las audiencias y no resistían de ningún modo la ofensiva legal de sus acreedores.
A pregunta directa, descubrimos también, que muchos de ellos se encontraban pagando abogados que los defendían, pero muchas veces esos defensores al parecer tampoco estaban bien enterados de los asuntos encomendados.
Estos hechos vienen a mi recuerdo porque, ahora, si bien no son los Desalojos los que ocupan el plano más importante de nuestra atención (dada la disminución de cifras) y la incidencia de los casos, sí lo son los Remates.
Desde principios del año dos mil diecisiete, hemos comenzado a notar un importante incremento en el número de casos de deudores que se registran en Remates (venta judicial forzosa de bienes para pagar deudas), es cierto, muchas condiciones legales han cambiado –para bien-, pero es la conducta de las personas la que continúa en el mismo sentido: exceso de confianza.
Tiene poco más de un mes, recibimos a unas personas que se dedican a la elaboración de productos derivados de la leche, ellos venía con la inquietud de que revisáramos tres demandas que tienen en su contra por una Financiera, dichos asuntos se encuentran en la Ciudad de México, pues así lo acordaron al firmar el contrato de crédito.
Al hacerlo descubrimos que el principal problema que tenían era la falta de atención y defensa legal, en los expedientes a revisar observamos que no aparecía nada que opusiera defensa en su favor y el único escrito firmado por ellos –no por su abogado- era solicitando copias, que por cierto nunca se recogieron. Para ello según me refieren, mensualmente cubrían una cuota a quien los ‘defendía’ y les decía que todo iba bien. Lo absurdo del caso fue, que cuando descubrieron que no habían sido defendidos en lo más mínimo, fueron a preguntar al mismo abogado el porqué de tal situación a lo que recibieron como respuesta, que todo iba muy bien y que no se preocuparan. Por lo que dieron las gracias y volvieron con su abogado.
En fin, lo destacable del caso es, que debemos de saber que ningún asunto de deudas se resuelve si tal deuda no se salda, (en términos justos, pero hay que pagar) nada de creer en esos anuncios que ofrecen “cancelar tu deuda”, o “le vamos a ganar al banco pero tiene que darnos un porcentaje de lo que debe”, ¡eso es demagogia!, se que estamos ávidos de escuchar buenas noticias, y que en momentos de desesperación preferimos escuchar lo que suene mejor.
Es más, cuantas veces preferimos cerrar los ojos, que enfrentarnos a la verdad, he conocido personas en moratoria que no saben cuánto deben ¡porque tienen miedo de hacer cuentas! Cuantas personas reciben demandas diariamente y hacen caso omiso, pensando que no va a pasar nada. ¡Sí va a pasar! Por eso hay que defenderse.
Hay algo muy importante, la ética de quienes se encuentran a cargo de la atención de un juicio que se les encomienda; pero hay algo igual o más importante que es, el derecho y la obligación del directo interesado (deudor) de estar atento a
su problemática, enfrentarla con valor, y con suficiente información, para no dejarse engañar, al fin de cuentas lo que está en ‘juego’ es el esfuerzo de una vida de trabajo y en la mayoría de los casos, de la vivienda. Colaboración*
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