Decisión, el motor del movimiento
Por Hugo R. Fernández Campos*
La intención es querer, la decisión es hacer, es ponerse en movimiento. Dar un paso adelante es iniciar un suceso que va precedido de la acción transformadora de voluntad.
En la historia del pensamiento económico ha habido teorías y modelos económicos que han pretendido tratar de predecir las decisiones de los diferentes participantes de los mercados a través de herramientas estadísticas, lográndolo a veces, bajo el supuesto de información perfecta; sin embargo en la vida real esto solo ha sucedido con información privilegiada en la posesión de unos cuantos.
Adam Smith, economista escocés (1723-1790) en su escrito sobre la Riqueza de las Naciones, apela a la individualidad del ser humano para explicar cómo las decisiones tomadas bajo una visión estrictamente personal conduce en suma a lograr el bien común, integrando los intereses de toda la sociedad con el que él llamó “la mano invisible”. En contraste, Carlos Marx, (1818–1883) economista alemán, se pronuncia por un sentido social y solidario de las personas, incluso afirma que para lograr el bienestar de la sociedad los ciudadanos en su toma de decisiones están dispuestos a renunciar a una parte de su individualidad.
John Forbes Nash Jr. Nacido en Estados Unidos en 1928 y apenas fallecido en 2015, premio Nobel de Economía en 1994, por su análisis del equilibrio en la Teoría de Juegos no cooperativos, identifica que cuando las decisiones de las personas están fundamentadas basadas en su racionalidad y egoísmo no se propicia un bien común.
El mundo capitalista, permeado de interés individual y egoísta, ha dado como resultado una alta concentración de la riqueza y extrema pobreza, entre individuos como entre las naciones.
Es importante tomar en primera instancia nuestra persona para tomar decisiones, ser uno mismo el gran motivo para llevar a cabo acciones de transformación espiritual, mental, emocional o físico de esta manera se pone a salvo el reproche a los demás por su mal agradecimiento. Haber tomado el interés personal como principio es sustantivo, quizás nuestros hijos se sientan mejor con padres felices, nuestra pareja motivada a convivir con un ser humano con alta autoestima o nuestro jefe apreciara nuestra mejor preparación y nuestros clientes estarán satisfechos con un proveedor de calidad. Así también hay que rescatar el principio empático con el otro o los otros, en segunda instancia, apelar a esta parte de la naturaleza humana para complementar la toma de decisiones personales. Recordar que el espacio individual de libertad termina en donde empieza el de los demás, es una referencia para iniciar el ejercicio de toma de decisiones que transformen nuestra vida personal y social. Identificar si tenemos problemas económicos, psicológicos, emocionales o físicos, es un comienzo para hallar una solución.
La decisión de ponerse a dieta y hacer ejercicio, sin obligar a nadie a que también lo haga, ayuda a la salud física, mental y mejora la autoestima. Con ello, el mal de amores se compensa con endorfinas provocadas por nosotros mismos que nos ponen en estado de felicidad, así la sonrisa atraerá a posibles nuevas parejas amorosas.
Resolver el problema económico es fundamental, decidir escalar en nuestros talentos, inteligencias y habilidades que disfrutemos en su ejecución y que los demás estén dispuestos a pagar por ello, es una forma indudablemente viable y casi siempre rentable de obtener beneficios económicos. Si aún no se ha iniciado un proceso de emprendimiento empresarial, cultural o deportivo, decidir hacerlo es importante, revisar al ser que traemos dentro y preguntarle si tiene deseos de expresase, siempre es buen tiempo para no renunciar a ello.
Una vez tomadas las decisiones, cualquiera que éstas sean, será necesario evaluar permanentemente los resultados; si hay equivocación corregir y si los resultados contribuyen a nuestra felicidad, entonces estaremos en lo correcto, nadie tiene que cargar la cruz permanente del error.