Compulsión selectiva: extensión del como, luego existo
Por :Hugo Gaytán
“Solo la compulsión selectiva puede liberarnos del mal” se lee en Ernest Gellner, cuando se refiere a una síntesis de la razón: pienso, luego existo: la razón cartesiana. Debe advertirse lo que en seguida menciona: la compulsión selectiva surge inmediatamente de observar las reglas burguesas de pensar, de lo que muy comúnmente se concebía como “entendimiento”.
En teoría que “pienso, luego existo” en el Discurso del método no es cualquier asunto que deba pertenecer a la colectividad, porque como lo asume tan sinceramente Descartes, éste es su discurso del método. Y como tal, pertenecerá solamente a él y, volviendo, solamente al individuo burgués. “Pienso, luego existo” es el estandarte de quienes pueden pensar, de aquellos que no dependerán de la cultura, de la comunidad, del grupo, de una familia y de los que podrán lanzarse como los turistas contemporáneos a saber qué hacen los de aquí y los de allá, los desarrollados y los subdesarrollados, los blancos, negros, indígenas, nativos… Estos turistas pronto existirán, si no es que ya lo hacen.
En otros términos, y como en algún momento lo asumí, para los que pertenecen al vulgo, a la común-idad, los que viven apenas con el salario mínimo, más vale comer y solo luego existir, sin que les sea obligación el arte de pensar más que para saber si se podrá comer el día siguiente. La “deliberación pausada” es casi imposible. La ansiedad domina los nervios y apagan la débil llama de la voluntad. A los proletarios, al campesinado, la clase media que muchas veces se olvida de lo que es y del suelo al que pertenece, por supuesto que les hace falta tiempo para ser racionalistas cartesianos (y mucho más a los marginados, quienes viven en la pobreza extrema). Y cuando lo son, llega al triunfo aparente que es derrota: porque siguen en el olvido. Hacen como que les falta memoria. Ni la “compulsión selectiva” libera del mal.
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