¿Como asistir al Mundial sin estar ahí?

COLUMNA EL JUEGO PROFUNDO

 

POR: Jorge Rosendo Negroe Alvarez

La respuesta a esta pregunta tiene hoy en día mucho más sentido que hace 20 años, pues a las nuevas generaciones se les hará algo obvio mientras que para los mayores tal vez les parezca un poco más compleja, y es que la tecnología ha hecho que pasemos de observar en los medios de comunicación lo que el país organizador del Mundial quiere que veamos a interactuar con un ejército de prosumidores (usuarios de redes sociales) que generan información instantánea, tanto de lo “bonito” de la sede como de lo que esta no quiere mostrar al mundo.

Sabemos que viajar a una Copa del Mundo para presenciar los partidos de la selección mexicana es, por un lado, sinónimo de riqueza o endeudamiento (por el enorme gasto que conlleva) y por el otro, el sueño que a cualquier aficionado al futbol le surge para ver este deporte en su máxima competición (idea muchas veces implantada tanto por Televisa y Tv Azteca como por el videojuego FIFA), pero pese a esto, hay un gran número de nacionales que se avientan cada 4 años a las distintas sedes mundialistas.

Están quienes llegan sin problemas a ver a México y luego se regresan tristes, pero también quienes caen en manos de los estafadores, quedándose en nuestro país sin viaje y sin dinero. Asimismo, la euforia de ir al Mundial es aprovechada por los grandes corporativos, los cuales rifan viajes todo pagado para asistir a cada evento de este tipo, sólo que sus dinámicas son tan complicadas o implican consumir tantos productos que pocos participan y nadie conoce realmente a los ganadores (bueno, salvo en el caso del Mundial de Sudáfrica donde salió ganando un xalapeño que si asistió, a ese si lo conozco).

Otra forma de ir es convertirse en “influencer” y viajar contratado por algún medio de comunicación o empresa patrocinadora, para hablar bien de los mecenas y seguir creando contenido chatarra en medio de las maravillas que ofrecen las sedes mundialistas, pues alguien tiene que alimentar las redes sociales todo el día.

Pero justo en este punto es donde, más allá de las transmisiones televisivas de los juegos, se asiste al Mundial sin estar ahí, pues es en las publicaciones, fotos y videos de los asistentes globales que vemos la cotidianidad de esas “vacaciones mundialistas”, tomando en cuenta que entre más dinero se tenga es más “cómoda” la experiencia.

En nuestros muros aparece un instagrámico mix mundialista que se da usualmente en tres modalidades: 1) hoteles de lujo, transportes VIP, convivencias familiares y cenas caras; 2) hostales, autobuses, viajes de amigos o en pareja y comida tradicional callejera; 3) casas compartidas, caminatas, viajes en solitario, sandwiches y/o el hashtag #SinTragarPeroEnQatar.

Pero además, el exceso de celulares con cámara y conexión web provoca que cuando alguien se adentra en la zona “no turística” muestre un poco de la cara no tan “bonita” del país sede, utilizando en esos casos al teléfono como una herramienta para denunciar abusos y violaciones a los derechos humanos, para grabar noticias virales, crear memes tontos o con trasfondo político y/o que simplemente sus publicaciones pasen desapercibidas entre tanto contenido vanidoso y superfluo.

En resumen, para asistir al Mundial sin estar ahí, además de consumir las transmisiones “oficiales” existen otras opciones, como las redes sociales, pues más allá de los posteos llenos de presunción, también nos muestran la vida cotidiana de sus habitantes (sobre todo si seguimos a alguien del país en cuestión) y funcionan como foros de visibilización para que los asistentes puedan convertirse en actores sociales ante las injusticias.