Arte sacro y arte religioso

Por: Renatta Vega Arias

Segunda parte

En la anterior entrega quedaron pendientes algunos aspectos del arte sacro y religioso. Decía que durante la contrarreforma los reyes católicos emprendieron acciones para recuperar el terreno perdido durante los movimientos que dieron origen al surgimiento de las religiones protestantes. Una de las medidas que se tomaron fue encargar a los artistas la creación de obras que fueran capaces de conmover profundamente a los fieles. De ahí el surgimiento de esas obras sacras, hechas para la adoración, que muestran escenas desgarradoras como el sufrimiento de Cristo en la cruz, las Vírgenes y los Santos, que mayormente fueron mártires, sufrientes, buenos y virtuosos, para recordarle a quien los viera, que el goce llegará tras la muerte ya que esta vida es “un valle de lágrimas”. Mientras más descarnada fuera la representación, más podía mover a la conmiseración y más tocaría la vena emotiva; mientras más conmoviera, más facilitaría la labor de la Iglesia porque sería mayor la identificación de la gente con su propio dolor. Para la Iglesia fueron y son muy valiosas las representaciones de las advocaciones de la Virgen María, que tienen como objeto mostrar a la madre del salvador, en quien los fieles encuentran el auténtico amor materno, a quien cuentan sus penas y en cuyos brazos se entregan. Son imágenes que resaltan su virtud, sirviéndose de los símbolos que también hacen referencia a sus diferentes advocaciones. Los feligreses acuden a visitar un templo para ver obras de arte a las que se les han atribuido cualidades y se les ve como santas.

En tanto, en el arte religioso podemos encontrar grandiosas representaciones de escenas bíblicas, enormes lienzos que se pintaron primordialmente para las iglesias. Hay que tomar en cuenta que las misas se decían en latín y que la inmensa mayoría de la población era analfabeta, por lo que las pinturas fueron un instrumento ideal para la evangelización, así podrían mantener la conmoción permanente de aquellas historias que los frailes misioneros les narraban.

De esta manera, al servicio de la Iglesia, se crearon muchas de las más hermosas obras de arte que captan con maestría las más sutiles expresiones de las virtudes que representan, alimentando la idea de que la bondad está unida a la belleza y la maldad a la fealdad.

Muchas de las más famosas obras conocidas en todo el mundo pertenecen al arte religioso y sacro, como por ejemplo los murales de La Capilla Sixtina, pintados por Michelangelo Buonarroti (Caprese, Italia. 6 de marzo de 1475-Roma, 18 de febrero de 1564), conocido como Miguel Ángel en la capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano,  residencia oficial del papa, llamada así en honor al papa Sixto IV o la última cena de Leonardo di ser Piero da Vinci (Vinci, Italia 15 de abril de 1452- Ambroise, Francia, 2 de mayo de 1519) que conocemos como Leonardo da Vinci, en el refectorio (comedor) del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán, ambas en Italia.

Ahora bien, hoy el conocimiento de los símbolos de los que se vale el arte no es tan común como antes, pero son estos, en gran parte, los que dotan de significado a las obras. Por esa razón, les daré algunos ejemplos concretos para comprender mejor ciertos elementos que son comunes en este tipo de obras.

Los símbolos son importantes porque con ellos se proporcionan datos de la historia que la obra cuenta. Con el paso de tiempo los símbolos se han ido simplificando. (El significado e historia de los símbolos es materia de la Iconografía) Por ejemplo, a partir de la modernidad, la cruz se vuelve símbolo de la salvación por sí misma, aunque ya no aparezca el cuerpo de Cristo clavado a ella.

Un elemento que es de gran importancia estética para las obras y que, a la vez, tiene un gran significado, es la aparición de elementos dorados, porque hablan de divinidad y la realeza.

El halo sobre las cabezas de algún personaje nos habla de que se trata de una creatura divina, separándola así del resto de los personajes que aparecen en la obra.

La estrella es un símbolo de guía, es una señal que indica el camino hacia el bien. En los ropajes, los colores usados no son de ninguna manera una elección azarosa. Por ejemplo, en el manto de la Virgen se ve el cielo, por el color y las estrellas, para recordarnos que son seres divinos que pertenecen a un mundo inalcanzable para los humanos.

La paloma nos remite a la pureza y, si lleva la rama de olivo, a la paz, prosperidad y buena cosecha; representa también al espíritu santo, que trae buenas noticias.

La manzana, en las manos de Eva significa la tentación y fuera ellas, el conocimiento. Así mismo, según el contexto en el que se encuentre, puede significar La Realeza de María, ya que, durante su Asunción, ésta quedó dormida y el cenáculo empezó a desprender un aroma a flores y manzanas.

Las puntas del cáliz de la granada representan la corona de Cristo Rey, los granos, la fertilidad y la fruta completa simboliza el mundo, la unidad de la Iglesia extendida por toda la tierra, porque la Iglesia no es el edificio, sino todos los fieles que son su congregación.

Hoy en día, pocos son los hogares en los que están ausentes las imágenes relacionadas con la divinidad. Y pocas también son las que están en una casa exclusivamente por su valor estético, es decir, solo por sus cualidades de belleza, independientemente de su significado religioso. En este sentido, el arte religioso y el arte sacro tienen una característica que los hace diferentes a los demás géneros artísticos: poseen un sentido ligado a lo espiritual; un componente que podríamos decir místico o mágico, asignado muchas veces por el mismo creyente, e incluso puede suceder que se le atribuyan cualidades para la sanación, la protección o la capacidad de conceder milagros. Este último aspecto es delicado, pues la misma Iglesia considera esto como idolatría. La línea que los separa es muy fina, pero es un fenómeno muy real.

Como no es difícil de imaginar, el universo de los elementos simbólicos en el arte en general y en el religioso y sacro en particular, es enorme. Espero haber tentado a su curiosidad para que entre usted a investigar más sobre los símbolos en el arte.

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