Anecdotario 1. De Galeano a nuestras palabras

Por Hugo Gaytán Martínez*

En Patas arriba, Eduardo Galeano nos deja la siguiente nota, dando referencia a la historia contada:

 

“El autor terminó de escribir

este libro en agosto de 1998.

Si usted quiere saber cómo continúa,

lea, mire o escuche las noticias de cada día”.

 

Haciendo caso de tan provocativo consejo, me permito continuar la historia que Galeano

no pudo terminar de contar, por ser una historia continua. Aclaro que ni el estilo que tome, ni las palabras, ni la escritura, podrán igualar la perfección que Galeano nos ofrecía en sus escritos. La intención es, como expresaba el gran escritor, decir con lo poco lo mucho; ser de pocas palabras para aclamar al viento que no se lleve todas nuestras palabras; que las deje colgadas, por lo menos, en las orejas de quienes transitamos por el mundo de noticias, de tragedias, de encantos, de vivencias, de lo que no queremos que sea olvidado.

Introduzco esta primera anécdota, que más bien es motivacional; que más bien es para reconocer la fuerza de las palabras de quien ahora no está físicamente, pero que lo podemos encontrar en las librerías, bibliotecas, mentes y palabras como resguardo de un legado que perdura. Quiero que me acompañen con Galeano en las aventuras y desventuras, a modo de seguir un estilo que no puedo igualar, pero que me encanta porque encanta.

Galeano fue un escritor uruguayo que inició por contarnos una historia perdida o, por lo menos, algo turbia de nuestra América colonizada; años después nos dio un abrigo de felicidad y tristeza a modo de una prosa ligera, no obstante, con el peso del predicado nos hizo cargar el sentimiento de nostalgia sobre lo que somos, lo que fuimos y lo que, posiblemente, seremos: seres que se abrazarán por la misma seducción de nuestras palabras (recordando a Alex Grijelmo con esa metáfora que ilustra lo que somos cuando decimos), de nuestras emociones.

Galeano, seguramente, es maestro de muchos. Aprendiz de la vida, también, como muchos. Galeano, sin embargo, nos enseñó a contar historias reales. Aunque, también, quiero decir que la fantasía imaginada por la provocación de su prosa es el pecado más dulce que se pueda probar, porque Galeano nos hizo imaginar lo inimaginable, al menos para su tiempo, y nos despertó de un sueño encerrado en la cárcel de las ideas dominantes.

Este es Galeano y mucho más.

Por este motivo, por esta dicha, contaremos historias próximas, retomando su magistral estilo para decir cómoda y amigablemente que hemos encontrado una forma de seguir protestando en una vida de justicias desequilibradas. “Si usted quiere saber cómo continúa” esta nuestra historia, nos encontraremos allá, en los días próximos.

*Colaboración