Maximiliano Sauza Durán ganó premio nacional Teotihuacán-INAH
- Por investigación que analiza el origen, auge y caída del glifo Ojo de Reptil
- Maximiliano Sauza ganó además el Premio “Arte, Ciencia, Luz” en 2016 y actualmente cursa la Maestría en Literatura Mexicana en la máxima casa de estudio de la entidad
Por David Sandoval Rodríguez*
Maximiliano Sauza Durán, egresado de la Licenciatura en Arqueología de la Universidad Veracruzana (UV), recibió el sábado 18 de noviembre el Premio Teotihuacán que otorga anualmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a las mejores y más recientes investigaciones en torno a este importante sitio arqueológico ubicado al centro del país.
“El premio significa mucho para mí. Más allá de la emoción personal de recibir un reconocimiento, es también un reconocimiento a mi familia, mis amigos y compañeros de generación, algunos de ellos han ganado el Premio INAH por sus tesis y yo me siento muy feliz de pertenecer a esa generación de 2011 de arqueólogos y antropólogos en general, porque es también un reconocimiento a mis maestros, a quienes debo prácticamente todo, no hay como estudiar algo y que quienes te lo enseñan sean personas realmente apasionadas por el tema”, expresó el universitario.
Agradeció además a Lourdes Budar Jiménez, su directora de tesis, ya que fue precisamente en su proyecto “Piedra Labrada” donde el entrevistado tuvo “la tentación de estudiar el glifo Ojo de Reptil”, porque en este trabajo existe la representación teotihuacana y fue aquello lo que le incitó a trabajarlo.
Consideró que este galardón significa también una valorización para toda la UV, al ser un premio nacional en el que concursan egresados de otras instituciones mexicanas e internacionales, como la Universidad de Tulane en Louisiana, Estados Unidos; la Universidad de Tokio y la Universidad de Austin, en Texas; además, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
“Esto pone a la UV en el nivel de estas universidades, entonces el reconocimiento es importante porque no es mérito personal sino también colectivo.”
Reconoció que a pesar de las dificultades que implica trabajar como arqueólogo en esta época, muchos integrantes de su generación van saliendo adelante, “hacen trabajos de investigación que compiten y ganan a las mejores universidades del mundo”.
Entre los puntos del trabajo de Sauza Durán que destacó el jurado calificador están: la pertinencia del objeto de estudio, la actualidad de la bibliografía, el aporte a la investigación contemporánea de la cultura teotihuacana, la redacción y el manejo de ideas, que fluían de manera coherente, organizada y sistemática.
El universitario explicó que el trabajo ganador del Premio Teotihuacan es una síntesis de la investigación que fue su tesis de licenciatura, Jeroglífico de aire, enigma sin clave. Glifogénesis, vorágine y glifocalipsis del Ojo de Reptil, con la cual ganó el premio “Arte, Ciencia, Luz” 2016 que convoca la UV a sus mejores trabajos recepcionales.
Para concursar en la convocatoria del INAH debió redactar un documento de 30 cuartillas a partir de su tesis de 250, aportando correcciones y nuevas ideas a la propuesta original. “Fue un doble trabajo, hacer la tesis y ahora sintetizarla fue pesado pero valió la pena el doble esfuerzo”.
Señaló que otro de los mayores retos que tiene la profesión es dejar a un lado la individualidad en pos de los objetivos generales de los proyectos. “Esto significa aprender a hacer bien las cosas porque en la arqueología se trabaja en equipo, si bien las investigaciones pueden ser individuales, no parten de la nada; por ejemplo, en mi propuesta de investigación no estoy refutándolo todo, al contrario, es ubicar las propuestas de modo diacrónico”.
Después de la presentación del trabajo premiado, lo más importante fue escuchar las observaciones y comentarios de “todos los grandes investigadores de Teotihuacán”, quienes le expusieron sus propias interpretaciones del glifo Ojo de Reptil y algunas precisiones a sus argumentos.
“Fue muy enriquecedor porque me abrieron las perspectivas de algo que para mí ya estaba dado y dentro de las mismas ponencias tuve la oportunidad de escuchar a los grandes investigadores de Teotihuacán en un diálogo constructivo.”
El joven relató que su interés por el tema surgió cuando cursaba el cuarto semestre de licenciatura, en 2012, y comenzó a crear un catálogo con imágenes del glifo que, hasta la fecha, amigos y conocidos siguen enriqueciendo con imágenes que le envían. En ese sentido, comentó que dejará por unos años el tema para enfocarse a sus estudios de posgrado.
“En conversación, el doctor Eduardo Matos Moctezuma me dijo muchas cosas sobre el glifo y quiero poner en marcha esas ideas; me gustaría publicar lo que presenté, pero antes quiero corregir algunas ideas.”
Actualmente el universitario cursa la Maestría en Literatura Mexicana que imparte el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) de la UV y su tema de investigación retoma la narrativa de José Emilio Pacheco.
Al respecto, manifestó que desde la literatura “podemos entender fenómenos que desde la arqueología no se pueden esclarecer, me gusta trabajar los vínculos que se pueden establecer entre las disciplinas y precisamente estoy retomando su narrativa porque, además de ser un gran literato, lo considero un gran antropólogo”.
Reconoció que en todos los campos laborales, y en particular en las humanidades, las oportunidades son escasas. Afortunadamente fue aceptado en la maestría y está dispuesto a seguir trabajando el tema de las representaciones, ahora desde la literatura.
“La inter y multidisciplinariedad es muy importante, la misma arqueología se está nutriendo de otras disciplinas como la estadística, la geología y las matemáticas; creo que puedo aportar un granito de arena desde la literatura, porque ambas pueden nutrirse en métodos y paradigmas, entonces quiero empezar a trabajar desde ese sentido.”
Los símbolos de poder no son monolíticos
El trabajo de tesis mediante el cual fue premiado tanto en la máxima casa de estudio de Veracruz como a nivel nacional por el INAH, es una propuesta de análisis del glifo Ojo de Reptil, proveniente del área maya, del cual los teotihuacanos elaboraron una interpretación y lo adoptaron a su propio sistema de escritura, aspirando a ser igual de competente, en términos lingüísticos y sociales, como los sistemas maya y zapoteco, que son anteriores.
Teotihuacán fue una sociedad tardía que adoptó el glifo a su propio modelo social; a partir de ese momento fue cambiando de funciones y después desapareció.
En el periodo epiclásico, entre el 600 y 900 después de Cristo (d.C.), Teotihuacán dejó de ejercer su hegemonía pero muchas sociedades heredaron sus aspectos culturales, apropiándose de su simbología; para el periodo posclásico, del 900 al 1200 d.C., el glifo desapareció por completo.
“Lo que propongo es que no hubo una desaparición sino que fue sustituido por otros símbolos de poder; en general, sostengo que las imágenes no pueden ser monolíticas ni permanecer estáticas a lo largo del tiempo, sino que el devenir mismo del tiempo las transforma, por ello el título del trabajo: Jeroglífico de aire… las imágenes son como el aire, están siempre fluctuando, en constante transformación.”
Su propuesta detalla el origen del glifo en la zona maya y su llegada a la región central del país a través de diversas interacciones, estableciéndose en Teotihuacán para posteriormente desaparecer.
El glifo Ojo de Reptil aparece en diversos contextos, como también lo son sus usos, agregó; se muestra en ámbitos de tipo administrativo, en palacios de las élites teotihuacanas, “pero también en periodos tardíos de la ocupación aparece como un grafiti, es decir, está trazado sobre los murales, ya cuando el pueblo se apropió de él como un símbolo de poder y lo comenzaron a transformar”.
En el periodo epiclásico, gobernantes de ciudades como Cacaxtla o Xochicalco tuvieron el nombre Ojo de Reptil y se convirtió en un signo del cómputo calendárico mesoamericano. “Es precisamente este tipo de divergencias a lo largo del tiempo lo que me hace pensar que tuvo muchos significados y muchas funciones”.
Sauza Durán recordó que como seres humanos buscamos símbolos que nos den identidad, lo que en la actualidad se manifiesta en las tribus urbanas o cuando asistimos a un evento formal y debemos usar corbata. “Son elementos que brindan cohesión e identidad, desde las cosas más mundanas podemos darnos cuenta que el ser humano siempre quiere estar bien socialmente hablando”.