Los alumnos se vieron afectados en su proceso de aprendizaje debido a los cierres de escuelas por la pandemia de Covid-19
Según cifras del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), la cuarentena generó que aproximadamente 30 millones de alumnos, de todos los niveles educativos presenciales, dejaran de asistir a clases.
Por otro lado, la última Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), informa que en México hay 18.3 millones de hogares que disponen de Internet mediante conexión fija o móvil, cantidad que representa el 52.9% del total nacional. Siendo que el 73.1% de la población urbana cuentan con dicho servicio a diferencia de la población rural, donde tan solo el 40.6% tiene acceso al mismo.
Analizando los números, podemos darnos cuenta que la educación en México no estaba lista para dar un salto a la virtualidad, ya que no cuenta con la infraestructura necesaria, las competencias tecnológicas en alumnos y maestros, ni los contenidos adaptados para dicha modalidad. Sin embargo, con todas esas limitantes, se llevó a cabo. Evidentemente la prioridad era salvar vidas y minimizar los contagios, pero la transformación de la educación nos catapultó a una realidad innegable: la gran brecha de desigualdad que existe en México, y me atrevería decir, en el mundo.
La gran pregunta es qué va pasar ahora; cómo se va a compensar a tantas y tantos alumnos que perdieron un año de formación por no contar con los recursos necesarios, siendo que la educación es gratuita en México; cómo evitar que la brecha de desigualdad aumente para ellas y ellos; cómo lograr que aprendan y a su vez desarrollen las habilidades socioemocionales que desarrollarían en la escuela.
Estamos ante una oportunidad de innovación histórica, donde metodologías, aplicaciones y herramientas se pueden aprovechar al máximo, de la mano de la creatividad al servicio de las personas. Donde nos debemos atrever a buscar nuevos caminos y co-crear con diferentes organizaciones, instituciones y comunidades, de manera que, el proceso mismo eduque y genere participación y protagonismo entre los y las estudiantes.
En América Solidaria sabemos que la voz de las niñas y los niños cuenta, que las y los adolescentes tienen su propia perspectiva y son capaces de generar soluciones a las problemáticas que les afectan. Por eso, más allá de querer llegar con soluciones armadas desde una perspectiva adultocentrista, queremos escucharles; saber cómo aprenden mejor, qué herramientas les funcionan, cómo se han adaptado a estos cambios, y sobre todo, cómo se sienten.
Sabemos que los espacios para educar se pueden generar en todos los medios y comunidades, a través de metodologías validadas en diferentes contextos y adaptadas a las realidades diversas que se viven dentro del territorio. Lo hemos hecho a lo largo de 17 años en el continente, y por lo tanto, buscamos llegar a las comunidades más vulnerables y más afectadas por la pandemia, para que desde ahí, podamos ver cómo las y los niños, las y los adolescentes, se vuelven protagonistas de la transformación de su propia realidad.
*Información de El Heraldo