LOGIAS MASÓNICAS: MAXIMILIANO Y EL RITO ESCOCÉS

 

Por: Wenceslao Vargas Márquez.

Hace siglo y medio, el 27 de diciembre de 1865, bajo la protección del Imperio de Maximiliano y de la intervención francesa se fundó en México el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Maximiliano declinó dirigirlo o pertenecer a él. Había nacido en Austria en 1832. Fue Emperador de México desde mayo de 1864 a mayo de 1867, tres cortos años. Abordaremos la discusión bibliográfica acerca de si fue o no masón aunque las ausentes evidencias obligan a inclinarse por la negativa, como con Hidalgo y Morelos.

Iniciemos anotando el único lugar en la bibliografía donde se afirma que Maximiliano fue masón y enseguida anotemos algunas refutaciones: Richard E. Chism (en Una contribución a la historia masónica de México) afirma que Manuel Basilio da Cunha Reis, instalador del Supremo Consejo escocés establecido el 27 de diciembre de 1865 afirmaba que Maximiliano era masón del grado 18 y es el único testimonio bibliográfico escrito acerca que he encontrado de un grado masónico para el emperador. La afirmación es interesada porque Cunha Reis quería hacer negocios ferrocarrileros con el emperador, negocios que a la postre haría con Juárez. Es probable que en Da Cunha, citado por Chism, se apoye Jean Pierre Bastian (Los disidentes, sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911, FCE-El Colegio de México) para mencionar, de pasada, a Maximiliano como ‘miembro de la masonería’, afirmación que es difícil de sostener por lo que veremos.

Veamos ahora las negativas: El primer autor de nuestra lista que niega a Maximiliano como masón es Lorenzo Frau y Abrines quien en el cuarto tomo de su Diccionario Enciclopédico de la Masonería no enlista a Maximiliano de Habsburgo. José María Mateos (En Historia de la masonería en México, 1884) simplemente consigna el nacimiento del Rito Escocés y la negativa de Maximiliano a pertenecer a él. Maximiliano declinó pero solicitó que en representación suya los Federico Semeleder, su médico, y Rodolfo Günner, su chambelán, se incorporaran al naciente rito y así fue, se recibieron masones y fueron elevados ‘inmediatamente’ al grado 33.

Por separado, con datos investigados por el académico Konrad Ratz (en Querétaro, fin del segundo imperio mexicano, 2005) se concluye también que Maximiliano no era masón. Ratz recupera afirmaciones de un militar apellidado Von Gagern que fue contemporáneo de Maximiliano. Un perfil de Gagern lo proporciona el propio Ratz: Prusiano liberal y masón, de origen alemán (1826-1885), mexicano adoptivo, fue profesor en el Colegio Militar de Chapultepec. Dejó familia en México. El pedagogo suizo Enrique C. Rébsamen decidió su viaje a México casi seguramente por el conocimiento que tuvo en Europa de la obra escrita por Gagern. Seguimos la narración de Ratz:

Martes 28 de mayo (de 1867). Carlos Von Gagern, que ha luchado como coronel en el ejército sitiador del general Escobedo, visita a Maximiliano. Cuenta (Von Gagern) en sus memorias: <Traté de darme a conocer como miembro de la fraternidad masónica por medio de las señas usuales. Pero mis señas no fueron correspondidas. Más tardé mezclé en la conversación expresiones masónicas, y le dije, que se olvidara de mi uniforme, viendo en mí solo una persona que no solamente tendría mucho gusto en ayudarle sino que estaba moralmente obligado a hacerlo. Maximiliano me agradeció cordialmente, sin embargo, no mostró con una sola palabra que hubiera comprendido mis insinuaciones masónicas>. Continúa Ratz: “Gagern sabe ahora a ciencia cierta que Maximiliano no es masón. No sabemos si Gagern revela su saber directa o indirectamente al gobierno republicano, siendo poco probable que tal noticia influyera en el resultado del juicio”. Añado que tampoco sabemos si Gagern fue enviado por Juárez, Lerdo o Escobedo a hacerle ese examen masónico al emperador.

En un libro más reciente de Ratz (Tras las huellas de un desconocido, 2008) el autor dedica un capítulo a refutar dos afirmaciones acerca de Maximiliano: A refutar que se hubiese salvado del fusilamiento en Querétaro y a refutar que hubiese sido masón. Ratz, en la página 206 concluye que ‘definitivamente Maximiliano no fue masón’. Ratz se apoya tanto en Gagern como en el biógrafo imperial Conte Corti. Aquí me atrevo a corregir la afirmación de Konrad Ratz de que las Memorias de Gagern no han sido traducidas del alemán original. Es una afirmación errónea. La visita del examinador masónico aparece en Samuel Basch, Recuerdos de México, Erinnerungen aus Mexico, Geschichte der letzten zehn Monate des Kaisserreichs, que puede hallarse en español en El sitio de Querétaro, colección ‘Sepan Cuantos’ de editorial Porrúa, ejemplar 81, y de esa editorial es mi ejemplar.

Sigamos ahora a Egon Caesar Conte Corti, autor de la más famosa y más documentada biografía del emperador y la emperatriz (en ‘Maximiliano y Carlota’, FCE) que se publicó en alemán en 1924 y en español a partir de 1944. Después de su desencuentro con el nuncio Francesco Meglia en México a fines de 1864 en cuanto a los bienes de la iglesia y la reforma juarista, se creía en Viena que Maximiliano se había hecho masón. Conte Corti lo explica así en la página 400:

“En general se creía entonces en Viena que el emperador Max se había hecho masón y a Resseguier se le preguntó mucho a este respecto, en particular, en los círculos religiosos. Cuando las noticias de todo esto llegaron a Maximiliano, el emperador hizo responder al conde Resseguier (…) Resseguier debería ponerse (…) en relación con el nuncio en Viena y hacerle comprender que el emperador era más católico que nunca y que se esforzaba en introducir en México el verdadero catolicismo (…) Asimismo, comunicaría al nuncio que el emperador nunca había sido masón y que nunca lo sería”. Resseguier, era funcionario de la marina austriaca, oficial de órdenes honorario del Emperador, Caballero de la Orden Imperial de Guadalupe, hombre de confianza de Maximiliano.

También se puede sostener que Maximiliano y Carlota veían en la masonería un peligro político para el imperio. Cuando la emperatriz salió de México en julio de 1866 para buscar auxilio en Europa, hizo escala en la isla de San Tomás donde Santa Anna estaba exiliado. En una carta del 23 de julio (citada por Ratz, en ‘Correspondencia inédita entre Maximiliano y Carlota’, 2003) le describe a Maximiliano lo que ve en el puerto: ‘Hay dos vapores americanos que prevén la próxima ocupación, por lo demás sólo hay un escaso número de barcos en este bello puerto natural de forma circular. En la costa se ve un medidor de gas, ya que tienen alumbrado de gas y un salón masónico, éste precursor de la dominación yanqui’. Este párrafo de la correspondencia privada de Carlota es —como se ve— altamente significativa en cuanto a que ella desnuda su opinión respecto al peligro representado por la masonería para el tipo de gobierno imperial en México.

Después de los testimonios escritos e históricos de Von Gagern (vía Ratz) y de Resseguier (vía Conte Corti), reforcemos la imposibilidad de una Maximiliano masón recordando las palabras de la Asamblea de Notables del 10 de julio de 1863 donde doctrinariamente ese cuerpo colegiado mexicano -que eligió la monarquía y a Maximiliano como emperador- se declara contra las logias, la masonería y la república. Dijo la Asamblea de Notables entonces:

“Se hizo más honda la división que antes existía entre los ciudadanos, y se exacerbó más el odio encarnizado de las banderías políticas que empujadas ocultamente por los Estados Unidos(…) se reunieron al fin en logias bajo las denominaciones de escocés y yorkinos, para aumentar los medios de su mutua destrucción con el puñal y con el veneno (…) Vosotros, señores, lo sabéis y lo sentís: en México nunca puede recordarse el tiempo ominoso en que extendieron su dominio las sociedades secretas, (…) A las logias igualmente corresponde la ignominia, que sería inicuo hacer recaer sobre el espíritu nacional, de la ley de expulsión de españoles, bárbara e injusta.”

Ese era el tono antimasónico de la asamblea que llamó a Maximiliano al poder. ¿Los Notables mexicanos habrían aceptado a un emperador masón? La respuesta es no, porque en ese contexto la masonería representaba ideológicamente a la república. Maximiliano no era masón en 1862 y 1863. A fines de 1864 chocó con el nuncio Meglia. Hace siglo y medio, el 27 de diciembre de 1865 declinó pertenecer o dirigir al naciente Rito Escocés Antiguo y Aceptado. El 18 de enero de 1866 procuraba alegarle a la corte de Viena y a su hermano que no era masón.

Cierto que permitió o toleró la fundación del rito escocés por el espíritu liberal que él sostenía y que la historia oficial le ha negado. En junio de 1867 fue fusilado con Mejía y Miramón. Planteó al morir un deseo inútil: Que su sangre fuese la última que se derramara en México por motivos políticos. Siglo y medio después de haber rechazado a la masonería ése es el mismo deseo de los mexicanos de hoy.

@WenceslaoXalapa