El detective y la maldad

Héctor M. Magaña

Pocas son las novelas policiacas que van más allá del músculo detectivesco. Geroges Simenon, por ejemplo, es el perfecto Balzac de la novela policiaca; Friedrich Dürrenmatt, escritor suizo, en cambio, es el gran retratista de los dilemas morales: sabe llevarlos hasta sus extremos, reducirlos al absurdo de una risa desesperada.

En la novela La sospecha (TusQuets, 2013) Dürrenmatt nos pone a su detective jubilado en un hospital cuando la imagen del diabólico doctor Nehle se muestra en una revista. Es entonces cuando la verdadera búsqueda de la maldad humana se muestra en toda su extensión.

La novela en cuestión no es una caza al exdoctor nazi, sino una verdadera investigación de la maldad humana, las dicotomías que llevan a las personas a traicionar su pasado, a la contradicción entre salud y enfermedad, entre cómplices y agresores; víctimas y victimarios. “Ahora sé de qué está hecho el ser humano, sé que con él puede hacerse todo cuanto algún tirano un Emmenberger cualquiera decidan hacer para divertirse o apoyar sus teorías; sé que la boca de los hombres puede arrancar cualquier confesión, pues la voluntad humana es limitada y el número de las torturas infinito. ¡Perded toda esperanza, vosotros que entráis! Y yo perdí toda la esperanza. Es absurdo rebelarse y luchar por un mundo mejor. El hombre mismo desea su propio infierno, lo anticipa con sus ideas y lo instaura con sus actos.”

Entrar en las novelas de Dürrenmatt no deja a nadie indiferente. El autor nos lleva a un tiempo que no se acomoda a lo que estamos acostumbrados, sus personajes no son la excepción.