Cristóbal Colón, apóstol inter-continental

Héctor M. Magaña

Desde que Pablo de Tarso salió en su viaje a Damasco para tener la visión que cambiaría el curso de la historia, el mundo experimentó el primer fenómeno de la globalización: el cristianismo. Así pues, no cabe duda de que el cristianismo fue el primer fenómeno globalizador de toda la historia de Occidente.
León Bloy (1846-1917) fue uno de esos personajes que resistieron a capa y espada las nuevas corrientes de la historia. Fue un escritor que supo el valor narrativo de la historia, y el valor del héroe que surgió con la filosofía Thomas Carlyle. En sintonía con ello, Bloy luchó como caballero de la fe para que el cristianismo participara en el curso del desarrollo de la historia. El resultado es el libro El revelador del globo (Jus, 2005).
León Bloy se inspiró en la noticia de una posible beatificación de Cristóbal Colón durante el papado de Pío IX para escribir esta suerte de ensayo histórico y exegesis bíblica. Un autor tan devoto como Pablo de Tarso en su misión tiene que tener por regla un público selecto: “Bajo el riesgo de cubrirme de ridículo, declaro mi ambición de dirigirme únicamente a las almas desbordantes, como la llama, de entusiasmo y deseo”. Su Cristóbal Colón no es solo un navegante, es el finalizador de la labor paulista de globalizar el cristianismo.
El libro debe leerse como un evangelio, como parte de la historia bíblica. Para León Bloy, todo cristianismo debe descansar en la visión del dolor. Recuerda a Pascal: “Jesús sigue agonizando en la Cruz hasta el fin de los tiempos. No hay que descansar.” Así, la tarea sin descanso de Bloy no puede, bajo ningún modo, concluir en una fantasía de salvación. Todo lo contrario: “Dios solo creó a la raza humana para que le diera santos, y cuando esta raza ya no tenga ninguno que darle, el universo se disipará como una pizca de polvo.”
Ser lector de Bloy no puede ser un acto inocente, uno debe de lidiar con el dolor y la pasión, pero la recompensa puede ser absoluta y apasionante como su fe.