La Ruptura
En la anterior entrega mencioné que, en París, Picasso comenzó a tener contacto con numerosos artistas de varias disciplinas, como André Bretón, Guillaume Apollinaire, Alfred Jarry, Gertrude Stern, Isidre Nonell, Vincent Van Gogh, Paul Gauguin, Toulouse Lautrec, Juan Gris, y un enorme etcétera, de quienes recibió influencias y se retroalimentó. Es correcto señalar que el contacto no en todos los casos fue físico, de convivencia real entre ellos, pero sí con su obra. Con algunos trabajó y compartió ideas, participando de la creación de lo que hoy se conoce como “corrientes de vanguardia”, pero la influencia de pintores como Paul Cézanne, Van Gogh o Gauguin y otros fue poderosa, no solo en Picasso, sino en toda esa generación. Picasso los observó y estudió, encontrando el inicio de la visión segmentada de los planos que luego él, Juan Gris y George Braque llevaron al extremo, con el cubismo.
Es fácil imaginar esa etapa, que se conoce como “La Bohemia”, pues la historia, el cine, la literatura y más, la ha exaltando bastante. Tal vez vio usted, por ejemplo, una película con el nombre de “Modigliani” de 2004, escrita y dirigida por Mick Davis en Estados Unidos, protagonizada por Andy García, entre muchas otras donde priva ese estereotipo del que antes he hablado: el artista atormentado, apasionado, visitado por las musas y muriendo de necesidad, dependiendo de un golpe de suerte o de la fortuna para que su trabajo fuera visto y, por fin, reconocido.
Y es verdad, la obra de Van Gogh y también la de Paul Gauguin, Henri Toulouse Lautrec, Claude Monet y muchos más, rompieron el concepto que hasta entonces se tenía del arte. Para cuando Picasso, a los 19 años, llegó a Paris, ellos eran el ejemplo a seguir, habían sido revolucionarios que abrieron caminos que no dejarían de escandalizar a la sociedad, pero que eran más acordes con la realidad que les tocó vivir.
Ese fue el proceso y todo empezó con la historia de “El Salón de París” que se llevó a cabo en 1863. Resulta que, por más de doscientos años, en París se llevaron a cabo exposiciones de arte “oficiales”, patrocinadas por el gobierno, en las que se mostraban estupendas obras de arte, que eran analizadas, evaluadas y premiadas por importantes y reconocidos artistas de la época, quienes compartían una visión muy clásica del arte. Todos los artistas deseaban participar en estas muestras, porque significaba darse a conocer y con ello tener la posibilidad de éxito en el mundillo del arte. Sin embargo, en 1863, el salón rechazó a más de tres mil artistas (algunos autores dicen que más cuatro mil), lo que creó un gran descontento e indignación, por lo que Napoleón III dictaminó que se abriera un salón contiguo al oficial para que se expusieran todas las obras que no habían sido aceptadas. A esa sala se le llamó “El salón de los rechazados” y tuvo mucho éxito, aún más que el del “Salón Oficial”. Ese fue el primer encuentro del público y de la crítica con ese nuevo arte que se estaba gestando.
Pronto, el espacio fue tomado por los propios artistas, quienes lo hicieron suyo, montando sus propias exposiciones, donde pudiera ser exhibida su obra sin ser juzgada y sin necesidad de la aprobación de los que, para ellos, estaban ya fuera de lo que el arte necesitaba en ese momento.
Hay que tomar en cuenta que, desde el renacimiento hasta la primera mitad del siglo XIX, la pintura, como todos los aspectos de la cultura, pasó por una evolución que la llevó a su máxima expresión de perfección. Los artistas trabajaban meses para alcanzar un alto grado técnico en la representación de escenas que reflejaban los ideales de la nobleza, de lo heroico, lo exquisito, lo bucólico y otros valores que se consideraban las virtudes más admiradas y aplaudidas en la sociedad. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial ( Que entonces nombraban “ La Gran Guerra”, pues no se suponía que se pudiera dar una segunda), rompió con las ideas románticas sobre la vida. Vieron la inutilidad de esas grandes masacres y se hicieron conscientes de la gran destrucción en nombre de conceptos que antes les parecían sublimes y que, para entonces, empezaron a sonar vacíos e hipócritas. Fueron testigos del final de, prácticamente, toda una generación y comenzaron a cuestionarse muchas cosas.
Por otro lado, al buscar cómo alimentar a las tropas durante largos periodos, la industria inventó el método de enlatado, que simplificó en mucho el transporte de alimentos. Este beneficio se amplió al resto de las áreas de la vida cotidiana y se logró, por primera vez, que las pinturas pudieran ser transportables en tubos individuales, pequeños y prácticos. Con ello, muchos artistas pudieron salir de su taller y pintar en presencia de sus modelos en la naturaleza, observaron con fascinación los efectos de la luz y empezaron a interesarse más en ellos.
Los artistas, junto con toda la sociedad, fueron testigos de que el mundo, como lo conocían, se terminaba, y también empezaron a cuestionarse el para qué del arte. Era como si terminara la edad de la inocencia del mundo y ahora, con todo ese dolor, tocaba reinventar el arte, porque una representación ya no era suficiente.
Eduard Manet fue uno de los primeros que, con su obra “Almuerzo sobre la hierba”, prioriza a la luz y su forma de reflejarse en las cosas. Para muchos autores, este famoso cuadro marca el inicio de la modernidad y crea un gran entusiasmo en pintores como Claude Monet y Auguste Renoir, que comenzaron a explorar el aspecto de la luz. En una exposición que montaron para dar a conocer las obras resultantes de esa exploración, un crítico, queriendo hacer burla de ellos, basándose en el nombre del cuadro de Claude Monet, “Impresiones de un amanecer”, los bautizó: “Impresionistas”.
A los impresionistas siguieron los “Fauvistas” y los “Post-impresionistas”. En Alemania se crearon los grupos de “Expresionistas” “Die Brüke” (1905) y “Dier Blaue Raiter” (1911). Así, para la primera década del siglo XX, la revolución había crecido y se diversificó de tal manera que, junto con los cambios sociales y geo-políticos, todo el mundo cultural y artístico se tuvo que reiniciar prácticamente. Se plantearon nuevos objetivos para la creación y surgieron las “Vanguardias Artísticas del siglo XX”. Pero de ellas iremos hablando en futuras entregas, porque nos ayudarán a comprender, cómo hemos llegado al arte de nuestros días.
Renatta Vega Arias.
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