Anecdotario 4: Como los vientos del sur

Por Hugo Gaytán*

En mi tierra, y en muchas tierras más, los vientos del sur son más cálidos, los del norte más frescos. Si miras al cielo en tiempos “de norte” verás nubes, tantas como pocas, y un aire que alimenta cierta paz… un tanto engañosa, pues no sabes cuándo llegará la tormenta: con los vientos del norte las probabilidades lluvia aumentan. Con los vientos del sur, en cambio, verás un cielo limpio, reluciente en su espacialidad, listo para que puedas palpar el sol; también, es posible ver la lluvia, pero en menor probabilidad; más bien, arrecian los vientos, mueven los árboles de un lado a otro y arrancan sus hojas.

Los vientos del norte y sur permiten, metafóricamente, tomarlos y traerlos de aquí para allá; esto no se me hubiera ocurrido (más bien, no se me ocurrió) si no fuera por una conversación iniciada (sin terminar y con la necesidad de re- y retro-alimentar) con Mirei, quien ve una realidad desde sus adentros y con sospecha desde afuera: el misterio, como el viento, la mueve -se mueve tal fuera tornado. Su reflexión fue más o menos así: los vientos del sur, cálidos y fuertes, son como las epistemologías del sur; es decir, aparecen para desparecer nubes, lo nublado y con tendencia a la oscuridad, con la capacidad de derrumbar lo que está por supuesto y dado por hecho, piénsese, por ejemplo, en los vientos del desierto juarense, vientos que cubren de polvo y que descubren al mismo tiempo otra realidad de la ciudad, vientos de alerta, vientos de cambio.

Los vientos del sur, no obstante, son peligrosos. Ellos no legitiman la estabilidad impuesta, y a manera de ráfaga cuestionan hasta el objeto mejor colocado. Así son las epistemologías del sur que, de abajo hacia arriba, desestabilizan aquello que durante mucho tiempo habíamos visto ahí, en ese lugar, bien ubicado, incuestionable razón de los últimos siglos. Las epistemologías del sur, como los vientos, han llegado fuertes como sí mismas, y como la naturaleza parece dictar, podríamos esperar su disolución: nuestro constructo, el tiempo, no le da tanto espacio para quedarse; sin embargo, como en las temporadas de lluvia y calor, aun esperamos ciertos tiempos para cuestionar todo lo que esté enfrente: quizá ya no con el nombre que ahora conocemos, epistemologías del sur, que se centra en el conocimiento como objeto y elemento de análisis, discusión, reflexión, crítica, duda; quizá, mejor, con otro nombre: los vientos del sur volverán, sólidos, para buscar algo más que subir y arrebatar.

Quizá el sur llegó para quedarse como una referencia de lugar, de ubicación geo-socio-política y otros campos más, ya que el sur se dirige hacia todos los campos; el surllegó como una referencia contestataria, porque, así como las epistemologías del sur, implican una ubicación geopolítica que se distingue por las regiones oprimidas; el sur, en su modalidad política, social, económica y aún de opresión, está para seguir preguntándose por qué ellos, por qué de esa forma, por qué hacia abajo.

También cabe decir que los vientos del sur, siendo el reflejo de las epistemologías,así como llegan, así se van; ahora ya no como referencia metafórica (si no aparecería aquí una contradicción) sino como algo circunstancial: ellos no vienen a imponer, vienen a decir que las cosas no siempre tienen que ser así, y entonces, hay que limpiar el basurero que ha dejado el norte; los vientos del sur, el mismo sur, no se queda, porque no se trata de imponer ni de dirigir, ni ser el absoluto de la verdad, el amor, la palabra, el lenguaje, el conocimiento: el sur es sólo autoridad de sí misma y llegará en cuanto se vea afectada. Imaginen al sur como lo ubican los mapas: él viene desde abajo para ser igualesporque es intolerante a la injusticia, al menosprecio y desprecio; ya no quiere estar más debajo de lo que ya lo ubican, aunque ella no se reconozca así.

El sur es una analogía, vaya, de los pueblos o comunidades, personas o seres humanos que durante mucho tiempo han sido oprimidas por el norte, por el capitalismo, occidentalismo, eurocentrismo, neoliberalismo, incluso por ideologías modernas progresistas, que más allá del bien de la comunidad busca su propio bien a costa de los demás, es decir, que reproducen la opresión. El sur tiene coraje, pero no un coraje irracional que llega para destruir por el sólo hecho de satisfacer una necesidad vacía. El sur, si trata de destruir, es para dejar claro que los pilares de nuestra realidad, en un tiempo muy pequeño, ya no podrán sostener el peso descarado de la injusticia; los pilares no aguantarán más una realidad desequilibrada, desproporcionada.

El mismo peso de la balanza nos dice ahora que el norte se puede desfondar, caer a un vacío de su propia riqueza, donde su vista se borrará y donde los que ahora éramos excluidos, podemos reaparecer: ser, por un momento, verdad. Esta es la idea que justifica los vientos del sur, unos vientos de transformación, donde el sur buscará estar siempre en el mundo porque se lo merece, y donde por cada injusticia hará ruido, anunciará con las hojas caídas su llegada, su acción; atacará lo acomodado y dirá: es nuestro momento nuevamente, y aunque estemos agotados, no nos iremos sin señalar y transformar las falencias.

Por último: Mirei, tú, yo, ustedes, aquellos…, cuantos nombres y pronombres utilicemos, somos y podemos ser como los vientos del sur, y algo más, porque tanto como viento, somos personas; así como podemos cuestionar, podemos transformar; así como podemos llegar, nos podemos ir… pero siempre… siempre volveremos. Y, aunque con otra identidad, ahí estaremos.

*Colaboración