La encuesta de MORENA, entre la validación y la creencia

POR: Héctor M. Magaña

En el sexenio anterior, durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, surgió una forma nueva con la que el ejecutivo pudo vincularse con el pueblo: las encuestas. Desde su aparición, las encuestas ciudadanas han creado polémica dentro de los opositores. Para los simpatizantes, las encuestas han sido recibidas con gran apertura. La oposición señala estas encuestas como una retórica del populismo; los simpatizantes aplauden esta herramienta como una forma de asegurar la democracia en el país. Algo es seguro: las encuestas han definido la forma de hacer política en el país desde el 2018.

Ahora hemos notado una normailización de estos ejercicios políticos, que son las encuestas. Pero, ¿cuál es la verdadera naturaleza de estas encuestas? Ante un fenómeno socio-político de gran complejidad no podemos caer en simplificaciones ni en psicologismos. En primer lugar, no podemos negar que la herramienta ha beneficiado a MORENA desde los primeros días de su uso, es más, el año pasado una encuesta hacia los ciudadanos mostró que la mayoría de los mexicanos aprobó una de las reformas más controvertidas: la elección de jueces por voto ciudadano.

No obstante, hay divisiones dentro del mismo partido. El caso más reciente involucra a la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, y a Miguel Ángel Yunes Márquez. Por lo que no se puede hablar tampoco de una unidad armoniosa en el partido, donde el pueblo y el partido son homogéneos. Este caso ha provocado, grandes dudas dentro del mismo partido. Pero, volviendo a la pregunta inicial: ¿cuál es la verdadera naturaleza de las encuestas?

Me arriesgo a responder la cuestión de una manera corta pero que refleja muy bien la nueva naturaleza de la política mexicana: Las encuestas permiten que el ejecutivo y el pueblo tengan una “comunicación” directa. Algo que los demás poderes carecen. Dentro de los poderes de la democracia mexicana, dos tienen una reputación frágil: el poder judicial y el poder legislativo. Los creadores de la ley y sus administradores se han visto durante el sexenio actual, y el anterior, como una suerte de poder reaccionario que evita que la “transformación” morenista. Es decir, durante mucho tiempo, el poder ejecutivo se ha visto como la cúspide (y el protagonista) de la corrupción, de la decadencia y de la criminalidad en México. Tras las elecciones presidenciales de 2018, el país vio como el poder ejecutivo entraba en una nueva fase política; pero también vio con decepción como los otros dos poderes frenaban el optimismo del nuevo sexenio.

¿Dónde entran las encuestas? Tras la elección del ejecutivo en 2018, el país entero vio como la relación pueblo-presidente se estrechaba aun más. Las encuestas fungieron como herramienta de doble uso: fomentaron la fe en el proyecto morenista y validaron muchas de sus políticas que, por otro lado tuvieron un freno notable en el poder legislativo. Los jueces y jueces de la suprema corte estuvieron el foco de observación y fueron vistos como los cómplices y responsables del atraso del país y de su corrupción.

Las encuestas de MORENA han creado una nueva forma de interactuar con el pueblo. Hay un sesgo de confirmación que no podemos negar, pero eso no evita que reconozcamos que a través de las encuestas el pueblo mexicano ha experimentado una nueva forma de relacionarse con sus políticos, sus políticas y, finalmente, han encontrado una manera de hacer rendir cuentas a aquellos que le han “fallado” al pueblo de México.