De algo te servirán las matemáticas

POR: Valentina Mezura Rodríguez*

(Alumna del Colegio Thomas Jefferson School)

El reloj colocado en tu muñeca marca las 8:40 de la mañana. Aprieta ligeramente, pero por las prisas de llegar a tiempo a la escuela, no te importa mucho. Cuentas los minutos con la expectativa de cambiar de clase porque estás al borde del sueño en esta materia, la cual nunca logrará gustarte, pero la debes cursar de manera obligatoria. ¡Puff! ¡Qué absurdo! Vuelves a checar el reloj y ahora son la 8:42. Tu clara carencia de paciencia no te está ayudando de ninguna manera posible. Tratas de hacer plática con tu compañero de la banca vecina, charlando sobre temas de poca relevancia, sin sentido tal vez. En fin, sólo son dos chicos de 14 años de secundaria ¿Qué podría ser más trivial?

Al cabo de unos minutos, mientras dibujas un pequeño garabato en la esquina superior de tu libreta, escuchas esa voz tan característica. ─¡Buenos días, jóvenes!, saluda como en cada clase. Cierras tu libreta de golpe y ahora toda tu atención está puesta en el portador de la voz. Ahí lo vez, cerca del marco de la puerta, con su expresión amable y su suéter carmín.

Pone sus cosas sobre el escritorio en lo que aprovechas para sacar la libreta y acomodarte en la silla. Cuando se dirige hacia el pizarrón sólo para plantarse en frente de él, lo sientes como una pequeña victoria. Iba a contar una anécdota o algo interesante previo a dar inicio con la lección 13 del libro de matemáticas. Esto lo hacía cada clase y sentías cómo eso se había vuelto algo especial en tu día, algo que te hacía disfrutar aún más la clase del querido Mr. Pi.

Esperas con fascinación y ansias lo que va a decir… ¿Sería otra broma como la de los elefantes sordomudos de Kenia o algo como la anécdota que nos contó la semana pasada?

No tenías ni idea, pero todo lo que dijera Mr. Pi sería interesante. De esto no había la mínima duda.

Finalmente tus compañeros se calman y guardan silencio.

─Como bien sabrán, Navidad y la época decembrina se acercan; entonces haremos una piñata para la posada escolar─ dijo Mr. Pi.

Al instante mil ideas revolotean en tu cerebro, aunque consideras también las ideas de tus compañeros.

Después de charlar de manera grupal y deliberar cuál sería el modelo a elaborar, las siguientes clases de la semana con Mr. Pi tratarían acerca de la piñata. Te sentías bastante decidida para hacer la mejor piñata, y vaya que el sentimiento era colectivo. Todos estaban tan entusiasmado como tú, en dar lo mejor, mientras que Mr. Pi nos tiene una gran fe.

El último día para terminar la piñata había llegado. El tiempo se fue volando. Te encuentras trazando una decoración, aunque llevas varios intentos fallidos. Dejas escapar un gran suspiro al aire y cuando estás a nada de darte por vencida, Mr. Pi se acerca a ti con un gesto de comprensión que puede ser palpable en aire y en su cálida sonrisa. Te explica cómo tomar una mejor medida para poder tener un mejor resultado. Te anima para que lo vuelvas a intentar mientras observa con detenimiento lo que trazas cuidadosamente y de manera más precisa. Sonríes ante el resultado y le agradeces de una manera casi eufórica. Él sólo ríe  y puedes notar cómo sus ojos se hacen ligeramente más pequeños al sonreir. Escuchar su risa te contagia y es inevitable no sentir tu corazón contento. Le agradeces nuevamente y él te dice algo que hasta hoy resuena en tu cabeza:

─De algo te servirán las matemáticas en la vida.

Después de la posada todos salimos de vacaciones de invierno. Antes de irte, te despediste de todos los maestros, entre ellos de Mr. Pi, a quien le deseaste unas excelentes fiestas decembrinas. Sin pensarlo mucho, lo abrazaste. Se quedó inmóvil pero al cabo de unos instantes te rodeó en sus brazos en un cálido gesto que lo expresaba todo.

Las vacaciones terminaron. Era tiempo de regresar a la monotonía escolar. Llegas a clase con gran expectativa y un tanto de flojera, cuando de repente la noticia te llega: Mr. Pi ha fallecido. No puedes describir el sentimiento tan amargo y desconsolador que te invade en ese momento. Sientes cómo tu cuerpo se queda inmóvil, frío, tenso, mientras que tu mente es un eterno espacio en blanco. Las lágrimas corren furiosas sobre tus mejillas, deseas desaparecer, que esto sea mentira. Cuando todo cae por su debido peso, asimilas que ya no estará a tu alrededor, pero seguirá en tu memoria, en tu recuerdo, y que Mr. Pi tuvo gran razón al decirte “De algo te servirán las matemáticas en la vida”…para contar cada día de su gran ausencia.

* Primer lugar en el concurso de Composición Literaria de la Zona 10 de escuelas secundaria generales