El jardín (humano) en movimiento
POR: Héctor M. Magaña
Como diletante en diversas áreas del saber, me animé el día de hoy a leer sobre un tema que desconozco bastante poco, el paisajismo. Dentro de mis prejuicios de neófito, lo único que podía decir del paisajismo es que estaba dentro un área gris entre la arquitectura y el diseño de interiores. Así, me lancé a lo desconocido. Primero hice lo propio, fui a la librería y busqué en las secciones correspondientes. Lo primero que encontré fue un libro de Gilles Clément titulado El jardín en movimiento (1991).
¿Qué encontré de interesante en este pequeño libro de jardines y paisajes? Una propuesta de crear un microcosmos (el jardín) que refleje lo planetario, lo global. Me sorprendió en gran medida lo que proponía un libro como el de Clément. Un libro en que el jardín es un modelo análogo del mundo. Nótese esta cita: “En un jardín de ‘orden estático’, una dedalera que emerge del macizo que le estaba destinado es indeseable. Produce sensación de desorden. En un jardín de ‘orden dinámico’, una dedalera de raíces libres indica que el lugar está en evolución. El desorden consistiría, por el contrario, en interrumpir está evolución.” ¡He aquí un símbolo de nuestros tiempos! Lo estático en contraposición a lo dinámico.
No puedo evitar recordar, nuevamente, los hechos recientes. Quiero abusar del tiempo del lector: imaginemos, por un momento, que las naciones son como estos jardines. Hay jardines dinámicos y estáticos. Plantas (seres humanos) que permanecen y las que se mueven. Todas ellas hacen el jardín, hacen las naciones. Si seguimos a Clément podemos deducir que el jardín dinámico es el que evoluciona, el que crece. Lo mismo sucede con las naciones, pero cabe preguntarse ¿hasta que punto? Los estático no puede ser opción: “Es muy revelador que los ecologistas más ardientes, todos ellos procedentes del mundo anglosajón; sean los que, en definitiva, luchan con más ahínco contra la ecología, que, por definición, es planetaria, para encerrarse en un pensamiento endógeno sospechoso, casi nacionalista.” No cabe duda que Clément resalta el ridículo de que exista un nacionalismo entre las espacies vegetales, pero, ¿por qué nos resulta coherente que exista el nacionalismo entre los seres humanos?
La lectura de Clément me enseñó algunas semillas de conocimiento sobre el paisajismo, los jardines y las especies vegetales, pero sobre todo, que la analogía entre el jardín y el mundo es mucho más rica de lo que parece. Si el fenómeno migrante hace que nuestro jardín sea dinámico, ¿qué podemos hacer para que esta evolución nos sea favorable?, ¿en nuestro jardín cabe todo?, ¿cómo podemos regularlo? Dejo al lector estas preguntas para que reflexione conmigo, pero lo que no cabe duda es que el jardín estático nos lleva a la muerte. Las naciones estáticas han firmado su sentencia. Me despido con una última cita de Clément: “Sentimos un apego por las estructuras que nos incita a desear que sean inmutables. Pero el jardín es el terreno privilegiado de los cambios continuos. La historia de los jardines muestra que el hombre ha luchado de forma constante contra estos cambios. Es como si intentara oponerse a la entropía general que rige el universo, una fuerza constructiva cuyo objetivo sería esquivar la muerte, librarse de ella.”