Anecdotario 3. Vida: vida y obra
Por: Hugo Gaytán*
¿Quién ha dicho algo o mucho sobre la Vida? Geólogos, biólogos, antropólogos, sociólogos, historiadores, filósofos y muchos más, nos han relatado diversas partecitas de la biografía de la Vida, desde lo que fue, como primer elemento independiente en su movimiento y dependiente en el ambiente, hasta lo que es ahora: dependiente en su movimiento y también del ambiente.
Este último, el ambiente, ha sido un elemento que influye ampliamente sobre la vida: por eso es que los grandes empresarios, esos que concentran gran riqueza con una sorprendente fuerza en cada mano invisible, se dan vida en el ambiente. Estos sí, se vuelven independientes ella, de la vida, so pena nuestra irremediable de cada día.
¿Qué es la vida ahora, sino la exposición al dicho de la mano derecha? A ese fuerte dicho (grito) de: ¡Tú no eres! ¡Tú no puedes! ¡Tú no debes ser! ¡Tú no debes estar! ¡Yo soy! ¡Yo!
La Vida es ahora muchas cosas. Puede ser un tema de la agenda, apuntada al final de la lista de prioridades, o puede ser el contenido de la cartera de los grandes empresarios-estado: lista para ser gastada dada su necesidad. La Vida ahora ya no está sólo para ser estudiada, analizada, ¡querida!, sino para ser controlada y, por qué no (un doloroso no), exterminada.
La valoración sentimental de la Vida ha pasado a una valoración económica.
La apreciación emocional de la Vida ha pasado a un a-precio económico.
Preocupados por la Vida, geólogos, biólogos, antropólogos, sociólogos, historiadores, filósofos, han dado, agradablemente, sus consejos de cómo conservarla, alargarla. Sin caso a ellos, y ahora tantos individuos con la imposibilidad de seguirlos, la vida se maneja al antojo y fuerza de una minoría. Estos hacen sus propios manuales de procedimiento “para vivir más y mejor”; nadie se los ha pedido, pero nos han hecho seguir sus pasos, y los que menos viven mejor, al final, somos quienes no tenemos “el poder adquisitivo” que exigen esos manuales.
Nosotros conservamos, de cualquier forma, la vida del ambiente, pero ellos las destruyen con sus grandes desechos químicos, con su enriquecimiento en minerales a costa de la contaminación del agua (subterránea), o con la explotación de los grandes bosques y selvas, donde el ser humano común hace mucho con poco (porque defiende el ambiente) y donde el capitalista hace poco con mucho (porque tiene el poder, aparte, sotenido en la maquinaria estatal).
Ante esto, nos refrescan, eso sí, la mente con “¡Si tiras un árbol, siembra dos!”, o un alentador “¡Cuida el agua!” ¿A cuántos de estos mensajes hace caso el capitalista que explota miles de hectáreas o millones de litros de agua para su propio enriquecimiento? ¿Cuántas hectáreas y litros de agua donan, por cada una o uno de ellos, explotados y contaminados?
La Vida dejará de tener biografía en el momento que aquellos -unos cuantos- decidan. La Vida, con su vasta obra, tan histórica como pueda ser, pasará a ser menos que una pieza de museo, porque ni los museos la pueden resguardar.
La Vida, ahora, se ha vuelto una banalidad de la que ya no hablamos, es tema irrelevante: “¿Por qué no mejor hablamos de cuánto voy a ganar en mi siguiente negocio empresarial?, o ¿por qué no mejor hablamos de la vida que me voy a dar a costa de la explotación de las vidas de los demás?”
La Vida, su biografía, su vida y obra, ¿volverá a ser de nuestro interés? ¿O la velocidad del enriquecimiento nos dejará como un susurro en medio de la nada? Esto es la vida, una vida que debemos recuperar.
*Colaboración