Xóchitl Gálvez regresa a los años sesenta y setenta

Héctor M. Magaña

Si algo ha estado generando dudas (y también burlas) estos últimos días ha sido la noticia de que Xóchitl Gálvez ha emprendido una gira a diversos países en el extranjero. Empezando por Estados Unidos y llegando (por el momento) al Vaticano. En cada una de sus visitas ha hecho o se ha reunido con diversos personajes que están en la lista negra de la opinión pública. Su reputación se resquebraja y por ello ha buscado el apoyo en el extranjero. Esto es algo que Fabrizio Mejía Madrid en su columna para Sin embargo ha remarcado. Para él, el desprecio que Xóchitl muestra a los migrantes en su reunión de Nueva York, fue la gota que derramó el vaso: “Una vez más, Xóchitl desacreditaba la protesta como un error de las emociones de los migrantes, y se presentaba de nuevo como alguien que no se dedica a la política, que no milita en Acción Nacional, que no es la candidata del PRI a la Presidencia de la República. Que salió de la nada, cayó a la tierra, y quiere ser presidenta.”

 

No obstante, su visita (torpemente ejecutada a simple vista) tiene un motivo ya viejo: la necesidad de que Estados Unidos intervenga en la política mexicana. Algo que es bien conocido para los gobiernos de América Latina. Solo basta recordar que la presidencia de Nixon fue la más agresiva en su política de intervención, siendo Chile el caso más famoso las consecuencias. Xóchitl recurre al argumento de la violencia y el narcotráfico. Sin embargo, lo que se vio fue otra cosa: “Lo que hizo Xóchitl Gálvez en el Wilson Center fue comerse el plato y pedir más para llevar. Se subordinó enteramente a lo que piden los gringos por la vía del Instituto del secretario de Felipe Calderón.”

 

La estrategia es, nuevamente, recurrir a las viejas prácticas, a los viejos trucos de antaño. Negociar con las potencias extranjeras para mantener el statu quo. Pero resulta que no estamos en la época de McCarthy y su persecución de comunistas, no estamos en la época de Nixon, ni de Kennedy. “Angustiada por su incompetente precampaña electoral, a la candidata no le importó arriesgar la integridad nacional, debilitar la capacidad de negociación del Estado mexicano, y desestimar las políticas nacionales aprobadas por un Congreso electo democráticamente. Ganar a toda costa, con el país comprometido en un entreguismo de bote pronto, fue el propósito de la visita a Estados Unidos.”