Opinión: El récord de la coca de Colombia
Un nuevo informe de las Naciones Unidas según el cual los cultivos de coca en Colombia alcanzaron un récord histórico el año pasado, atrajo relativamente poca atención internacional.
Sin embargo, debería ser el tema del día en todo el continente, porque es muy probable que resulte en un aumento del consumo de cocaína y de la violencia en toda América Latina.
Aunque Colombia ha sido desde hace mucho tiempo el mayor productor de cocaína del mundo, este nuevo aumento en las áreas de plantaciones de coca va a enriquecer aún más a los grupos armados violentos que controlan este negocio ilegal, dicen los expertos.
Muchos de estos grupos armados están integrados por exguerrilleros de las disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Según el nuevo informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la superficie plantada de arbustos de coca en Colombia aumentó un 13% el año pasado, a un máximo histórico de 230,000 hectáreas.
La producción colombiana de cocaína, la droga producida a base de la coca, aumentó un 24%, según el informe.
Candice Welsh, jefa de la oficina sudamericana de la UNODC, me dijo que las áreas cultivadas con coca también aumentaron un 18% en Perú el año pasado, y en Bolivia – aunque no hay cifras recientes – hubo un aumento del 4% un año antes.
La producción de cocaína está aumentando principalmente por el aumento de la demanda mundial. Aunque el consumo de cocaína se mantiene más o menos estable en Estados Unidos, ha aumentado sustancialmente en Europa, Asia, África y los países emergentes en general, me dijo Welsh.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia de su país, prácticamente ignoró el aumento de la producción de coca en Colombia en su discurso del 19 de septiembre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En cambio, usó la mayor parte de su discurso de 22 minutos para culpar al “capitalismo” estadounidense de casi todos los males del mundo, al tiempo que defendió a Cuba y a otras dictaduras impresentables.
Petro ha criticado la así llamada “guerra contra las drogas”, y en su lugar propone un acuerdo internacional para abordar el tráfico de drogas como un problema de salud pública.
El gobierno de Petro dice en su defensa que el aumento de las plantaciones de coca y la producción de cocaína se limitan a una zona pequeña y remota de Colombia.
Afirma, como lo hace la ONU, que casi dos tercios de los cultivos de coca están en las provincias de Nariño y Putumayo, en la frontera con Ecuador, y en Norte de Santander, en la frontera con Venezuela.
El Ministro de Justicia de Colombia, Néstor Osuna, me dijo en una entrevista que la producción de coca y cocaína en Colombia ya estaba aumentando desde antes del gobierno de Petro, y que la razón principal es un aumento en la demanda internacional de cocaína.
Dijo que el aumento de la producción de cocaína en su país está comenzando a estabilizarse, y que está limitado a esas áreas reducidas donde grupos armados ilegales controlan territorios.
“No hay cultivos de coca cerca de Bogotá ni cerca de Medellín”, me dijo Osuna, agregando que el problema se da en áreas remotas del país, donde el estado tiene poca presencia.
Aunque es cierto que la clave para combatir el narcotráfico es reducir el consumo de drogas, no me convence el argumento del gobierno de Colombia de que el problema radica en una pequeña zona del país.
Eso suena como decir: “Tengo un cáncer, pero está limitado al páncreas, y el resto del cuerpo está fenomenal”. Si la producción de coca en toda Colombia ha alcanzado máximos históricos, ese es el dato que cuenta.
Ni Colombia, ni México, ni ningún otro país puede eludir su responsabilidad por la producción de drogas ilícitas.
Si ignoran este problema, América Latina -que ya tiene algunas de las tasas de homicidio más altas del mundo- verá crecer aún más a las mafias de narcotráfico, y habrá más consumo de drogas, y más violencia. El precio lo pagaremos todos.
-Los Angeles Times